Uno de los sofismas más conocidos y utilizados por los historiadores áulicos, positivistas y dogmáticos del venezolano Simón Bolívar, tanto suramericanos, colombianos y regionales, es, tratar de “tapar el sol con un dedo”, cuando solo muestran la parte universal y divina del ídolo, pero, justifican y minimizan eufemísticamente el comportamiento cruel, el instinto asesino y genocida de su demencial líder, contra el pueblo pastuso y nariñense.
La historia del origen de la nación colombiana confirma el odio que Bolívar y los áulicos historiadores bolivarianos, sentían contra Pasto y las regiones adjuntas que conformarían el futuro departamento de Nariño, y que se manifestó en ordenes de exterminio, en insultos, en maltratos, en torturas, agresiones físicas y sicológicas, violaciones, asesinatos, y en la crueldad con que ordenó masacres, pillaje, saqueos, profanación, robos sacrílegos a las iglesias y conventos de la “Ciudad Teológica”, y continuó con la destrucción de toda la ciudad. La historia nos demuestra que este agresor se transformó en un “Atila Andino, el azote tropical de Dios”.
Un acto especial de ese odio de Bolívar, fue la planificación sutil, maquiavélica y demencial del genocidio de la población civil católica de Pasto y sus alrededores, ocurrida los días; 24, 25 y 26 de diciembre de 1822, y conocida en la historia como la ‘navidad trágica’. Fue aquélla una navidad sangrienta, macabra, tenebrosa y trágica “nadavidad”, que podemos calificar, sin temor a equivocarnos, como un acto belicoso y delirante. Este hecho es un paradigma histórico excepcional: en él, se planeó estratégicamente la acción militar con siete batallones profesionales; “élite” de Latinoamérica. Uno de ellos compuesto por mercenarios irlandeses, para un total de 3.500 soldados bolivarianos; ignorantes, sanguinarios, con instintos perversos. Los soldados “zombis” asesinos, eran guiados por unos “bárbaros generales”, unos vampiros sedientos de sangre inocente. Quienes realizaron la masacre con alevosía y sevicia, contra una población civil, católica y pacífica que sostenía una lucha histórica por su identidad cultural, por su autonomía, soberanía, libertad, lealtad, dignidad, y tolerancia entre las etnias influenciadas por la sagrada montaña de fuego, nuestro imponente volcán Galeras.
Bolívar, Sucre y sus generales planificaron en forma demoniaca y perversa, para causar el mayor daño psicológico posible al pueblo católico y al espíritu religioso de los Pastusos, con el objeto de disminuir su carácter guerrero, seleccionaron los días de la agresión. Los sitios donde más daño podía causar a un pueblo católico, como son sus iglesias y sus moradas, con sus pesebres y sus cantos navideños. Por tal razón lo planificaron y ejecutaron el día más importante de los católicos; el nacimiento del “Niño Dios,” en las diferentes iglesias y los hogares de la ciudad; un 24 de diciembre; iglesia por iglesia, fue profanada, violando y asesinando indiscriminadamente a nuestras mujeres y pueblo que se había refugiado en ellas, casa por casa saqueada, nuestra ciudad quedó destruida y traumatizada. Masacre que la historia la reconoce como la NAVIDAD TRAGICA, la más impactante, herida sangrienta que hemos sufrido los pastusos y nariñenses. Los niños angelicalmente esperaban al “Niño Dios”, pero se les apareció el “demonio de Sucre”, con sus demenciales, ignorantes y saqueadores soldados bolivarianos asesinos.
La sangre inocente de civiles que se derramó en la Iglesia de Santiago, y en la zona verde contigua fue tan abundante, que dada la topografía de esa zona, se formó un “torrente” de sangre que tiñó la carrera 23 de Pasto, de un “rojo de todos los colores”. En conmemoración del hecho luctuoso, el pueblo bautizó ese camino como: El Colorado. Este genocidio infame continuó durante 30 días en los 21 ‘pueblitos’ asentados alrededor de la ciudad de Pasto, y marcó un hito imborrable de tragedia y sangre en la vida de Nariño, de la nación, y América. Latina.
La masacre reveló el deseo imperial despótico de Bolívar, que se apoyaba en cierto instinto asesino que estalló en su odio a Pasto y sus regiones adyacentes. Bolívar no respetó ni el “derecho de gentes,” ni el Tratado de Trujillo, que firmaron él y Pablo Morillo el 27 de noviembre de 1820, sobre la regulación de la guerra. Su espíritu “pirómano y salvaje,” los indujo a quemar los archivos públicos y los libros parroquiales. Su espíritu era el de los saqueadores; pues el “botín” era parte del pago a los soldados bolivarianos, los llevó a cometer profanación y robos sacrílegos en las iglesias y los conventos de la ciudad teológica, en nuestra amada Pasto. Las propiedades de los Pastusos y de los Nariñenses fueron confiscadas, por orden del dictador Bolívar, y distribuidas entre los militares bolivarianos genocidas de nuestro pueblo.
Bolívar dejo su “plan macabro de pacificación y exterminio de los pastusos y nariñenses”, en manos de uno de sus generales sanguinarios; el venezolano Bartolomé Salóm. Después de la “navidad trágica” la pesadilla para nuestro pueblo se prolongó con el engaño a la población civil, en el acto denominado históricamente como el día de Jura; 20 de enero de 1823, cuando de manera tramposa, se convocó a la población de Pasto y sus zonas de influencia con el pretexto de jurar la nueva constitución, pero fue una coartada para realizar un apresamiento masivo y someter a la esclavitud a más de 1.000 niños, y jóvenes imberbes. Los milicianos adultos ya habían sido eliminados. Para llevarlos como esclavos, amarrados de manos y brazos por parejas hasta Barbacoas, Quito y Guayaquil, y como “carne de cañón” a las batallas de Junín y Ayacucho. A los indígenas que sobrevivieron, les hicieron efectivo el grueso tributo que antes pagaba al rey, que no se los habían cobrado durante los últimos 17 años, y cuya exención ratificó el general pacificador Pablo Morillo.
El historiador pastuso Emiliano Díaz del Castillo, nos narra otros sucesos demenciales de los “libertadores” bolivarianos, como el lanzamiento al río Guaítara de las catorce 14 parejas de pastusos importantes y líderes de la ciudad, un 23 de enero de 1823, desde el puente de Tacuaya, y el inhumano destierro al Piura (Perú), de las mujeres y su niños pastusos y nariñenses, que sobrevivieron a las masacres, y que participaban en la defensa de nuestra ciudad, región y pueblo.
Señor Bastidas, a su prócer Simón Bolívar, no lo criticamos por haber ganado y masacrado a los “milicianos” pastusos y nariñenses, que se enfrentaban con piedras, palos, azadones y machetes, en las calles de Pasto, en una batalla desigual, con siete batallones profesionales bolivarianos, uno de ellos con mercenarios, en las horas de la mañana del 24 de diciembre de 1822.
A Bolívar se lo cuestiona críticamente por su cruel condición humana, los robos sacrílegos, ---- con los que se financiaba la campaña bolivariana---- robos de niñas, (para calmar la libido excitado del venezolano – ver libro, la Carroza de Bolívar), la destrucción de los templos y de la ciudad de Pasto, la planificación de la masacre a la población civil refugiada en los templos, la Jura y el lanzamiento de las parejas de pastusos al río Guaitara, el destierro de las mujeres pastusas y nariñenses, y en especial, la planificación demencial del genocidio de nuestro pueblo, por ocho (8) años, hasta la muerte del genocida.
INDIGNOS HOMENAJES A LOS GENOCIDAS DEL PUEBLO PASTUSO Y NARIÑENSE
Algunos dirigentes e intelectuales con estulticia histórica sobre los personajes que realizan los homenajes, como la referenciada por el señor Bastidas, la indigna “Asamblea Nariño de 1930”, que obnubilados por la historia oficial bolivariana impuesta, y desconociendo la historia local y regional, realiza un homenaje a uno de los genocidas de su pueblo, el general venezolano Antonio José de Sucre. Podemos decir que es UNA ESTUPIDEZ la decisión de la Asamblea, si se tiene en cuanta el prontuario de Sucre contra nuestro pueblo.
Es de anotar que un áulico de Bolívar y Sucre, el señor Sergio Elías Ortiz en 1946, realiza un discurso pomposo a Sucre, cuando hacen un homenaje al genocida en Berruecos. Otra estupidez de un intelectual, al enaltecer al genocida de su pueblo.
Continúan las estupideces y la estulticia histórica, de los dirigentes “bolivarianos colombianos” nacionales como regionales, con la imposición a nuestro pueblo, de la estatua del dictador genocida Bolívar, por otro dictador, el general Gustavo Rojas Pinilla, en el parque El Ejido.
Espero que los dirigentes actuales, los intelectuales y el pueblo crítico, en general, no cometan otro exabrupto, haciendo un homenaje al agresor, al erigir nuevamente la estatua del genocida de nuestro pueblo, el venezolano Simón Bolívar, en el Parque El Ejido.
Para finalizar,
Señor Bastidas, la música de la guaneña que se escuchó en las batalla de Ayacucho, posiblemente era interpretada por los niños y jóvenes esclavizados en la Jura (20 de enero 1823), y llevados como carne de cañón a las batallas de Junín y Ayacucho.
Por todo lo anterior, considero INDIGNO cualquier homenaje de diferente tipo, de los dirigentes e intelectuales de la región, a LOS GENOCIDAS VENEZOLANOS DEL PUEBLO PASTUSO Y NARIÑENSE: SIMON BOLIVAR, ANTONIO JOSE DE SUCRE, BARTOLOME SALOM, JUAN JOSE FLORES Y CRUZ PAREDES, entre otros.
Si bien el señor Julián Bastidas Urresty, dice que “En la ciudad de Pasto, en los últimos años, han surgido historiadores que tratan de desdibujar la imagen de Simón Bolívar, incitados sobre todo por la lectura del libro Estudios sobre la vida de Bolívar, de José Rafael Sañudo publicado en 1925”, su afirmación carece de argumento, los historiadores de nuestra ciudad no han surgido de la noche a la mañana, tenemos una tradición de grandes estudiosos de la historia; además, el hecho de que un libro de 1925 aún genere consciencia en los lectores, demuestra la vigencia del pensamiento del filósofo e historiador Rafael Sañudo en la actualidad, no por nada, el escritor Evelio Rosero lo recupera en la novela La carroza de Bolívar (que erróneamente Julián Bastidas la titula “La carroza del Libertador”). La gente sincera de Pasto, no busca protagonismo político, y valora la acción de Agustín Agualongo, en defensa de su pueblo. Asimismo, es incorrecto juzgar la manifestación del grafiti, pues este tiene un reconocimiento mundial como parte de las expresiones del Arte Contemporáneo, y grandes artistas lo han cultivado, entre ellos Jean Basquiat.