El concepto de crítica abarca muchas concepciones, desde las más benévolas hasta las más despiadadas. Todo depende de donde provenga, y en especial de quien la profiera. Con el transcurso del tiempo se ha ido tergiversando la apropiada función de los críticos o censores, siendo éstos ya escasos, y por el contrario, pululan por doquier los criticones y los criticastros. Mientras los unos se dedican profesionalmente al opinar con conocimiento de causa sobre algo, los otros se enfocan en escudriñar todo para objetarlo sin fundamento alguno. Por ello, bien vale la pena advertir la gran diferencia que existe entre aquellos y éstos.
Por una parte, el crítico que manifiesta su punto de vista con un sentido altruista, que busca la superación de las fallas o males detectados y que se expresa de una manera ponderada y prudente, es, por lo general, un ejercicio que se recibe de buen agrado por quien es objeto de ella. Por la otra, están los criticones, cuyo punto de vista siempre está saturado de objeciones y nunca hay nada positivo en lo que hacen u opinan o escriben los otros, bien sean superiores, colegas o personas del común. La crítica aquí no es objetiva y no se pretende que las situaciones se superen, sino que por el contrario se ahonden más, para seguir teniendo ¨tela de donde cortar¨. Cuando estos criticones por naturaleza, alcanzan a desempeñar un cargo que ha sido visceralmente criticado por ellos, con frecuencia los resultados de su ejercicio no colman de manera satisfactoria todos los aspectos y detalles que antes eran objeto de sus críticas. En consecuencia, tras unos cuantos meses de desempeño, se dan por vencidos y abandonan la causa gubernamental emprendida, para retomar su mullido sillón que les permite continuar criticando a diestra y siniestra, porque se consideran los poseedores de la verdad no revelada.
Infortunadamente, mientras cada vez escasean los verdaderos críticos en todos los entornos sociales, se acrecienta el número de criticastros per se. Y esta es una situación a la que no escapa casi ninguna empresa o grupo de trabajo, pues al parecer, como ¨de todo hay en la viña del señor¨, la existencia de criticones en todas partes ha sido y seguirá siendo algo inevitable. Su campo de acción llega incluso a abarcar todos los rangos administrativos o superiores de la misma empresa u organización a la que sirven, en la cual nunca encuentran algo positivo o digno de encomio, porque todo, sin excepción funciona mal o definitivamente no funciona, según su particular óptica.
De todas maneras, para el funcionamiento fluido de las instituciones y organizaciones en las que no faltan los criticones, podría ser efectiva la prevalencia del popular dicho que reza: ¨a palabras necias oídos sordos¨. Esta sería una de las escasas formas de permitirles que sigan en su ley, sin que los efectos negativos de sus predecibles conceptos infieran en el comportamiento general de quienes, para bien o para mal, tienen que soportarlos o padecerlos.
COLOFÓN: Es lamentable que en el contexto del cotidiano vivir, impere y se propague la subcultura de la crítica malévola, de quienes no tienen una percepción objetiva de la realidad, y lo más importante, que no superen esa actitud negativa, en miras a intervenir en el mejoramiento del simple y llano devenir.