Hace un mes, cuando sólo el puñado de muchachos que lo acompañan en su fundación Rostros Urbanos lo reconocían, Leonard Rentería vivía tranquilo. La casa de madera, el oleaje furioso del Pacífico, las cuatro mudas de ropa y las letras de sus raps le bastaban para sonreír. Pero vino su confrontación con Álvaro Uribe en un foro en la casa de encuentros Bagno Reino y su vida cambiaría para siempre.
Al principio le gustó que su nombre hubiera sido reconocido en los periódicos, en la radio y la televisión. Creía que los primeros que iban a salir beneficiados con su aparición mediática eran los jóvenes artistas que conforman su fundación. Después supo que había tocado fibras muy delicados: los insultos en redes sociales, al principio inofensivos, se fueron tornando en amenazas, en llamadas tenaces como la que recibió antier: “Usted es un sapo hijueputa, mejor se va de acá”. Ahogado por el acoso de un pueblo en donde se suelen cumplir las amenazas, Leonard Rentería empacó de afán lo poco que tenía e, invitado por una organización, viajó a Bogotá el lunes 12 de septiembre.
El viernes de la semana pasada la Unidad Nacional de Protección le puso un esquema de seguridad con dos escoltas. Leonard no sabe cuánto tiempo se quedará en Bogotá. De lo único que está seguro es que no quiere vivir con dos guardaespaldas siguiéndolo a todo lado. Quiere regresar a Buenaventura y seguir siendo libre, como el viento que peina cada madrugada la tibia superficie del Pacífico.