Se fue al caño de calle sexta con treinta a justificar la improvisación de un alcalde que se ha mostrado menos capacitado y menos gallardo que el odiado Petro. Se fue al caño porque ahora se nota mucho más el sesgo frente al anterior alcalde y frente al nuevo. Los medios han justificado acciones que antes tachaban de improvisación, pero ahora son medidas arriesgadas, valientes, como el cambio de modelo del Metro o la infame (aunque necesaria) intervención al Bronx.
El tonito que han manejado los medios le está dando cara a un problema que es más administrativo que humano. Por eso no extraña que, pocos días después de que el agua crecida de un caño se llevara a varias personas que estaban viviendo allí, salieran videos, noticias y reportajes sobre “comerciantes que denuncian amenazas de indigentes”, sobre “cómo roban los habitantes de calle del caño de la 30”, “sayayines controlan la mente de los habitantes de la calle con drogas”. Todo esto lo reportan, pero hasta ahora parece que nadie conoce el número de desaparecidos o muertos por la tragedia.
Esa es la palabra: tragedia. Hubo muertos por una acción mal planeada y ejecutada que la alcaldía no ha sabido manejar. Pero para el periodismo que se fue al caño (de la sexta) la noticia es que esos, los desposeídos son malandros, drogadictos, degenerados, incluso hasta ateos. O sea, ellos terminan siendo los malos y el alcalde tan campante. Se olvidaron de informar que Colombia es pluricultural y que sus visiones de mundo son tan amplias como colombianos haya, que el imaginario del país no le pertenece solo a las familias dueñas de Caracol y RCN: canales que ficcionalizan el mundo y le hacen sentir al pobre asco por el habitante de calle; al clase media asco por el pobre y al rico asco por este país pobre, inculto y feo.
Con ese mismo tono informan de la administración Peñalosa, tal vez para que su credibilidad no decaiga, porque como dijeron que Petro era un improvisador, cubren con beneplácito las acciones del actual. Dicen “¿Sí ven?, Petro sí improvisaba, Peñalosa en cambio no. Teníamos razón”. Tal vez porque están cómodos sin incomodar al poder, recibiendo sus comunicados y esperando a que el Congreso o el procurador hagan algo.
Como los medios, el procu tampoco ha movido un músculo en investigaciones contra Peñalosa, cuando hay tantos motivos. A él le importa más fregarle la vida a los LGTBI que unas personas muertas que, al fin y al cabo, no son ciudadanos de bien, pensará. Que Ordoñez investigue, por ejemplo, el misterio de los votantes de Peñalosa pues ahora parece que nadie votó por él, como si a todos sus sufragantes les diera pena admitirlo o si hubo irregularidades en el manejo que le dio a la intervención del Bronx. Lo recuperó –y eso que toca esperar que se vaya toda la policía de allí– pero perdió al resto de Bogotá.
Al menos Petro salía a hacer un reality de su destitución y usaba su balcón y su Canal Capital para hacerse propaganda sin recato. Peñalosa no da la cara ni al Congreso y tampoco tiene por qué usar el canal, pues el periodismo está en el caño buscando bichas de pornomiseria y –para cerrar con una oda a la crueldad– le sigue la corriente.
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