El día miércoles 24 de agosto, se terminó de consumar el golpe de Estado en Brasil con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, quien había sido suspendida el día 12 de mayo por el juicio político reconocido como impeachment: en términos populares por maquillar cuentas públicas de 2014. Este fue un hecho sin precedentes en la historia republicana, no solo de Brasil sino también de las Américas, similar a lo sucedido en Paraguay con el presidente Fernando Lugo. Ante estos hechos, los medios de comunicación de Colombia se quedaron con una especie de autocensura, presentando la noticia como algo simple y sin análisis de fondo.
Por otro lado, a finales del mes pasado en la República Bolivariana de Venezuela se empezaron a realizar acciones de movilización que pueden fácilmente terminar con un golpe de estado o una situación de violencia preparada para que intervengan terceros países y, con ello truncar, el proceso democrático iniciado por Hugo Chávez hace 17 años. Este ejercicio de movilización tuvo su máxima expresión el día 1 de Septiembre, donde la oposición congregada en la Mesa de Unidad Democrática MUD convocó a una gran movilización para exigir la realización del referendo revocatorio al presidente Nicolás Maduro.
Ante estos dos hechos de alto calado, la comunidad internacional ha tenido diferentes interpretaciones. No hemos escuchado la famosa Organización de Estados Americanos-OEA desde su secretario Luis Almagro convocar a asamblea extraordinaria para aplicar la carta democrática en Brasil: se han quedado callados frente al golpe contra la democracia de Brasil, mientras que en el caso venezolano el tema de aplicar la carta democrática de la OEA ha venido sonando a diario, amenazando con ello su aplicación al gobierno democrático de Nicolás Maduro. La Organización de Estados Americanos por lo visto tiene diferentes raceros para medir la democracia de los países.
Por otro lado los medios de comunicación masivos ante el hecho de Brasil han asumido como democrático el proceder del congreso al destituir a Dilma y ratificar a Michel Temer, y que ante este hecho no ha habido reacción del pueblo brasilero, cuando es todo lo contrario fue antidemocrática la decisión del congreso y ante este hecho las calles de Brasil han sido escenario de protesta y movilizaciones populares; frente a esta realidad los medios masivo se han acallado ocultado lo que sucede en el país carioca, no han mandado corresponsales, no ha sido noticia titular, no hay especial sobre Brasil, todo ello porque hay un interés en que esa realidad no sea conocida. En el caso de Venezuela estos medios han hecho gloria de la civilidad de las marchas pasivas de la oposición, ocultado los hechos de violencia alrededor de la movilización del 1 de septiembre como la detención de paramilitares con armas, la detención de líderes con explosivos. A Venezuela si mandaron corresponsales ahí si hay especiales hay titulares.
Y con estos hechos lo que vemos es que los organismos internacionales funcionan según intereses de clase. En Brasil, el golpe fue dado por una oligarquía racial en contra de un gobierno democrático y popular; en la República Bolivariana de Venezuela, hay unas movilizaciones y agitación contra un gobierno democrático y popular. En Brasil, Almagro y la Organización de Estados Americanos aplauden la autonomía del Congreso y se han quedado callados ante tal desfachatez, y los medios han hecho silencio cómplice de este golpe de estado parlamentario; en Venezuela, desde que Maduro llegó al Gobierno, las movilizaciones han sido en contra de la democracia y han estado cargadas de actos violentos que han dejado más de 50 víctimas, entre ellos muertos y múltiples ataques a instituciones del Estado y han contado con el apoyo de la OEA, con citaciones a reuniones solo para tratar el tema de Venezuela con intención de aplicar la carta democrática. Los medios de comunicación han sido parlantes de la oposición replicando sus discursos en detrimento de los planteamientos del gobierno de Maduro.