En primer lugar, atendamos con total seriedad la propuesta del Centro Democrático para una improbable “renegociación de los Acuerdos” si gana el No en el Plebiscito. El señor Uribe y sus copartidarios, le exigen a las FARC que: (1) entreguen armas, (2) se desmovilicen, (3) desaparezcan como guerrilla, (4) se sometan a la Justicia Ordinaria (no a la Justicia Transicional) (5) que no participen en política sus líderes principales, es decir, los miembros del Secretariado. ¿Qué les ofrecen a cambio? (1) que el “guerrillero raso” no sea condenado y pueda participar en política.
En otras palabras, los partidarios del Centro Democrático, aparentemente en plan de prudentes y visionarios, promueven el voto por el No en el Plebiscito afirmando públicamente que lo hacen no por estar en contra de la paz (¡ellos tan pacifistas y amorosos!), sino por una mejor renegociación de los Acuerdos de La Habana. Bien, esto es rotundamente falso por las razones que se sostuvieron más arriba. Sin ambigüedades: votar el No en el Plebiscito es votar contra la paz, porque los presupuestos de las supuestas modificaciones a lo acordado que promueven los líderes del Centro Democrático, reitero, implican cárcel ordinaria para las FARC y no elegibilidad política para sus miembros principales.
De verdad, a los amigos del No, les pregunto: ¿con sus exigencias maximalistas creen que llegarán alguna vez a un Acuerdo con las FARC?, ¿no les parece que luego de 4 años de arduas negociaciones este fue el mejor acuerdo imperfecto al cual se podría llegar?, ¿no creen que desconociendo lo acordado están subestimando la capacidad de los equipos negociadores, de los garantes y facilitadores internacionales? Quizá lo que realmente están buscando en el escritorio es la victoria política-militar que no obtuvieron en 52 años de guerra. Una forma de calmar su sed de venganza y/o defender de forma velada sus intereses sectoriales en la continuación de este conflicto fratricida.
Mejor dicho: el Centro Democrático no va a renegociar la incorporación de la guerrilla a la vida pública en condiciones razonables, sino a acordar las condiciones de su rendición, algo que no tiene ni sentido político ni sentido común. En resumen: si gana el No, que nadie se engañe, volvemos sin ambages a la guerra total. Pero, ¿quién seguirá peleando esta guerra?, ¿usted, sus hijos, su familia? Piénselo por favor.
