Este jueves 1 de septiembre ocurrió en Villavicencio lo que bien podría conocerse como la "Crónica de una tragedia anunciada", luego que un ciudadano fuera acusado de "arrastrar con su automóvil varias cuadras a un pobre muchachito que 'humildemente' trataba de ganarse la vida limpiando vidrios en algún semáforo de nuestra ciudad".
El hecho, como era de esperarse, despertó toda clase de sentimientos reprimidos en los ciudadanos. Estos adalides de la justicia criolla se volcaron a las redes sociales a condenar al "energúmeno conductor" quien, según, cientos de comentarios en redes sociales "en un acto de barbarie e intolerancia intentó matar al inofensivo muchachito que trataba de ganarse el pan".
En respuesta a la agresión del "perverso ciudadano", decenas de jóvenes compañeros del limpiador agredido, se fueron contra el conductor de vehículo y en un hecho que podría ser calificado por algunos como "Legítima defensa de masas", se fueron contra el conductor a quien no solo quisieron linchar, sino que además le destrozaron su vehículo hasta convertirlo en chatarra. Todo ocurrió en pleno centro de la ciudad, y ante la mirada expectante e impotente de policías y transeúntes, quienes se limitaron a ver la orgía vandálica que nadie pudo detener, pero que sí dio el tiempo necesario para filmar y publicar en redes: uno de los hechos de intolerancia más cinematográficos de los últimos días en la capital del Meta.
La otra versión
De lo que muy pocos hablan, es del origen del mal, es decir, del fenómeno social que degeneró en esta tragedia anunciada.
No conozco al conductor del vehículo, ese 'perverso ciudadano' que presuntamente trató de matar al joven, pero sí les puedo asegurar que no hace falta ser adivino para saber lo que ocurrió, y es que el ciudadano se cansó de pagar, como muchos hemos tenido que hacerlo, esa pequeña extorsión de que somos víctimas muchos de los que nos movilizamos en automóvil por la ciudad.
Lo que no cuentan es que estos muchachos lo insultaron en incitaron de tal manera que, al verse agredido, cometió el error de enfrentar a esta bandola de 'inocentes trabajadores'
Y es que lo que pocos se atreven a decir, es que en los últimos años, como consecuencia, claro, de la falta de empleo, los semáforos de Villavicencio se han infestado de toda suerte de informales, que van desde simples vendedores de dulces, pasando por vendedores de memorias, cds y cargadores de celular, hasta los malabaristas y finalmente los mal llamados 'limpia-vidrios', cuyo método de trabajo no consiste en pedir permiso al dueño del automóvil, sino en aprovechar el descuido de su conductor, para lanzarle agua con jabón sobre el panorámico, y así obligar a que el conductor les tenga que dar una moneda.
Si usted no les da dinero se enojan y lo insultan a uno, peor a las mujeres que van conduciendo porque ellas son más vulnerables y, por lógica, se dejan intimidar más fácil, por esta caterva de muchachitos que realmente se están convirtiendo un karma para los cientos de -conductores y conductoras- como diría un genio venezolano.
La conclusión
A nadie se puede suprimir el derecho al trabajo. Es más, resulta inconcebible que en pleno siglo XXI sigamos juzgando a las personas por cómo se visten, cómo se peluquean y menos los podemos estigmatizar porque no anden de saco y corbata como el rin rin renacuajo.
Pero, en honor a la verdad, también hay que recordar el viejo refrán: "si le das un pedazo de queso a un ratón, este volverá pedirte un vaso de leche".
No generalizo, y aunque hay algunos limpia-vidrios muy amables y respetuosos, también es cierto que estamos hasta la madre de bandas de ladronzuelos que en sus ratos libres les da por "trabajar" obligando a los ciudadanos a que les den monedas. Cada vez son más y más y todo porque no solo vuelven por el vaso de leche, sino que al mejor estilo del Renacuajo Paseador, regresan con más y más amigos, y una vez armada la manada, salen a la farra de pedir monedas, y dispuestos incluso a insultar y lapidar al 'perverso ciudadano' que tuvo la mala suerte de encontrárselos en algún semáforo, y quiso retarlos porque olvidó que la policía demostró que no tiene armas legales para acabar con este lastre.
Es hora de abrir los ojos. Dejemos de alimentar a la mendicidad porque seguramente esta bomba de tiempo puede estallar y quizá toque a uno de los nuestros. Por ahora, en este capítulo solo hubo heridos y pérdidas millonarias por cuenta de la turba enfurecida en contra del perverso ciudadano. Pero, no se extrañen, en especial los conductores que acostumbran a dar la moneda, cuando el día de mañana un perverso, o perversa ciudadana, tal vez familiar suya, resulte muerta porque no le quiso dar monedas a estos "pobres e indefensos muchachitos" ¡He dicho!
