Últimamente, como a lo largo de mi vida, he visto a muchos cristianos hablando con rabia e incluso odio contra la comunidad LGTBI y las FARC (los temas más sonados por estos días) y lo peor de todo, afirmando que esas palabras son de Dios y no de ellos.
Seguramente, muchos “creyentes” responderán ante la pregunta del título que la razón por la que despiertan fastidio en medio la sociedad es porque “su luz” ilumina el pecado en el que viven los demás y que por eso no los soportan.
Ojalá esto fuera cierto, ojalá la manera de vivir de cada uno de los que se hace llamar cristianos reflejara de tal forma el amor de Cristo que esa fuera la causa por la cual un mundo egoísta y abyecto los rechazase.
Pero lo cierto es que, tristemente, esto dista mucho de la realidad. Por ejemplo, me pregunto ¿qué pensaría Jesús de todos esos “seguidores” suyos que juzgan, persiguen y hablan con tanta rabia de los homosexuales o guerrilleros?
Habría que preguntarse si las razones por las cuales nos rechaza la sociedad tienen que ver con lo que decimos creer, o más bien corresponden a una errada y caprichosa interpretación de lo que entendemos por “la verdad”.
Si algo he notado durante mis años como cristiano (seguidor de las enseñanzas de Jesús), es que, lamentablemente, quienes dicen obedecer e imitar a Cristo, lejos de poner en práctica una de sus enseñanzas más esenciales, la humildad (Mateo 11:29), por el contrario se enorgullecen de ser los portadores únicos y exclusivos de “la verdad”.
Y claro, dicen esto porque como Jesús dijo “yo soy la verdad” (Juan 14:6), pues ellos creen que son dueños de la verdad absoluta. Pero entonces y dentro de esa lógica ¿ellos serían los dueños de Jesús?
Vale la pena entonces recordarles lo que dice la Biblia, esa misma que supuestamente rige sus vidas con tanto rigor: “¡Tan grande es Dios que no lo conocemos!” (Job 36:26A).
El libro de Job, al igual que el resto de la Biblia (y la historia de la humanidad…), está lleno de ejemplos de personas que creían y afirmaban saber exactamente lo que Dios pensaba e incluso llegaban a hablar por Él.
Elifaz y sus amigos, por ejemplo, se la pasan todo el libro de Job, acusando sin cesar al pobre hombre que le da título a esta porción de la Biblia, diciéndole que es un pecador que ha ofendido a Dios y que debe arrepentirse de ello. Algo muy parecido a lo que los fariseos, los curas y pastores de la época, se la pasaban diciéndole al mismo Jesús, o como hoy en día muchos hacen con homosexuales, prostitutas, madres que abortan, guerrilleros, y en definitiva, todo aquel que no encaje dentro de sus esquemas de normatividad.
Sin embargo, al final de este libro, desde el capitulo 38 hasta el 42, Dios, luego de haber escuchado toda la sarta de patrañas que los “amigos” de Job se la habían pasado diciendo sobre Él durante 37 capítulos, al fin rompe el silencio y le dice a Job: “¿Quién es éste, que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido?” (Job 38:2).
En resumidas cuentas, Dios le dice a Job que lo que los pseudo sabios se la han pasado diciendo a cerca de Él, no es así. Y que esos que supuestamente hablaban por Él, en realidad no hicieron otra cosa que difamar su nombre y sus principios.
Así que como cristianos, por favor, tengamos cuidado (temor de Dios) de juzgar a otros como lo hicieron Elifaz y sus amigos o como lo hicieron los fariseos con el mismo Jesús. Más bien recordemos sus palabras cuando dijo: “ Deben ser compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen a los demás, y no serán juzgados. No condenen a otros, para que no se vuelva en su contra. Perdonen a otros, y ustedes serán perdonados” (Lucas 6:36-37).
Sé que muchos dirán que al escribir esto los estoy juzgando, o que está bien hablar en contra de la comunidad LGTBI o de los guerrilleros porque “la homosexualidad y las manos manchadas de sangre son abominación para Dios”, pero lo cierto es que esa Biblia que utilizan para juzgar y condenar, les dice que la principal cosa que ABORRECE Dios es el orgullo (Proverbios 6:16-17). Así que si quieren abominar algo, primero abominemos el orgullo que nos lleva a juzgar y condenar a otros.
La Biblia no nos manda a juzgar ni a condenar a los homosexuales, ni a los guerrilleros, ni a nadie que “no nos parezca”. La Biblia se resume en dos simples cosas y eso y solo eso fue lo que nos mandó a hacer Jesús: Amar a Dios sobre todas las cosas y nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-41). No hay más.
“Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto” (1 Juan.4:20).