A Gina no la quería nadie. Ni los maestros que paralizaron el país a mediados del año pasado, ni la derecha retardataria y homofoba que es mayoría en Colombia y que hicieron una demostración de fuerza hace un mes cuando llenaron plazas en Cartagena, Medellín y Bucaramanga. A Gina tampoco la quieren los progresistas quienes le agradecen sus políticas de inclusión, el haber expresado públicamente su condición sexual, pero que difícilmente olvidarán que alguna vez tuvo un cuadro de Uribe colgando en su pared y que apoyó con vehemencia el estatuto antiterrorista.
A Gina no la quiere nadie básicamente porque es mujer y porque es lesbiana. El mediastintas de Santos no le perdonó tanta coherencia y hoy, con sutileza, la ha retirado de su cargo con la excusa de que sea la imagen del Sí en las regiones, justo en los lugares en donde los prejuicios homófobos se exacerban más. Lo que quiere el presidente es ir alejándola de la palestra pública en estos dos meses de campaña por el plebiscito y, en cualquier momento después de octubre, anunciar que deja el ministerio porque se va a Harvard hacer quien sabe cuál especialización.
Otra vez Santos da muestras claras de su incoherencia, otra vez demuestre que tiembla ante cualquier conato de desaprobación. Estar tan abajo en las encuestas hace que sea más fácil para sus enemigos presionarlo, ponerlo contra la pared. Gina es otra de las cabezas de sus aliados que Juan Manuel Santos suele entregar para llevar a buen puerto sus planes. Ésta vez su objetivo es loable y comprensible: convencer a un pueblo acostumbrado a vivir en guerra a que vote por la paz. Lo malo es que se cubre la cabeza con la ruana y se destapa los pies. Remover a Parody significaría que el plan de quitarle la educación a la iglesia se echará para atrás. Que todos los logros de inclusión que había conseguido la comunidad LGTBI se perderán. Que el próximo ministro de educación vendrá recubierto de virtudes ordoñistas.
Gina no sabía que este país todavía está aún muy influenciado por el cristianismo, el laureanismo y el uribismo como para aceptar que una ministra pueda salir del closet con libertad y decir blasfemias tan peligrosas como que todos merecemos un trato digno porque sencillamente somos todos iguales. Ojalá me equivoque pero conociendo a Santos Underwood él suele hacer ese tipo de jugadas para quedar bien con Dios y con el Diablo.
Nos preocupa a los que vamos a votar por el Sí ver como el presidente habla de una paz duradera cuando ni siquiera es capaz de mantenerse firme en una decisión.