Hace unas dos semanas recibí un mensaje de una orientadora escolar (y gran amiga) de un colegio del Atlántico; ‘¿Juan David, tu qué opinas sobre las cartillas del Ministerio de Educación?‘. Antes de contestarle busqué y finalmente encontré la controversial cartilla disponible para descargar de página del Fondo de Naciones Unidas para la infancia UNICEF. En ese momento no había entendido que este no era un documento oficial, y que por ello no había sido publicado por el gobierno colombiano. Como nos pasó a muchos ciudadanos, tocaría esperar una aclaración ex post (y no ex ante, como debería ser) por parte del gabinete ministerial.
Luego de algunas conversaciones con mi amiga, tomamos la decisión de hacer un taller con docentes de la institución donde ella trabaja, motivados no por el hecho de defender el trabajo del MEN (ni tampoco cuestionarlo), sino por el debate que es realmente importante: ¿Qué papel deben tener los colegios públicos del país en abordar la equidad de género como principio institucional, y como mensaje (al menos implícito) en el aula de clase? Para ello encontramos gran inspiración en una herramienta de lectura e interpretación deliberativa creada por el Grupo Regional de Memoria Histórica de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Nuestra versión del ejercicio, aplicado para conversar con cerca de 40 educadores, se desplegó en cuatro etapas:
- Breve diálogo sobre el debate en general: ¿Qué se ha discutido en esta institución sobre el debate de ‘las cartillas‘ que desembocó en marchas nacionales?
- Reflexión sobre nociones que se tiene en la institución sobre el debate de género y la importancia de este en el día a día del colegio.
- Lectura de capítulos conceptuales de la cartilla de Ambientes Escolares (en grupos de 10, cada uno con un lector y un tomador de notas), a fin de estudiar y debatir conceptos como género, sexo, orientación sexual e identidad de género (y dejando claro que el texto no es oficial, pero que si da cuenta de algunos conceptos comunes y con buena aceptación en la literatura).
- Presentación de cinco minutos por grupo de los conceptos y, sobre todo, de las preguntas que generan la lectura de los mismos.
Nuestra experiencia, que infortunadamente se vio permeada por contextos típicos que enfrentan muchos colegios en el país (i.e. tiempo de trabajo limitado por realidades como el salir rápido para no perder el transporte inter-municipal), fue bastante satisfactoria. A pesar que no podamos concluir el desconocimiento absoluto del tema –de hecho, hubo intervenciones que denotaban familiaridad con partes del debate- fue una oportunidad para aclarar nociones conceptuales en torno a la distinción entre género y sexo. Por ejemplo, la idea plasmada en la cartilla de indica que ‘el sexo no define el género y que, a su vez, la identidad de género no define la orientación sexual‘ (p. 24), sirvió para que los docentes cuestionaran visiones que indican que se puede enseñar a un niño o niña a ser homosexual. Un mensaje que resonó por la claridad que expresaron los participantes es que no es posible cambiar el sexo de una persona en un aula de clase, más si es posible enseñar a niños y a niñas que pueden replantear su identidad de género a fin de modificar conductas y actitudes normalizadas y que colindan con la discriminación y la violencia.
Sin embargo, creo profundamente que el éxito más visible del taller fue la aplicación misma de una herramienta que permite a todo tipo de ciudadanos abrir un debate (más) informado y libre de prejuicios sobre temas que les generen alguna prevención. Queda claro que cuando a la gente se le aborda con respeto, dignidad y apertura (menos imposiciones y más diálogos), se genera esperanza de cambio. Y ello lo corrobora un mensaje que recibí poco tiempo después de la actividad…. ‘Hola cachaaa… Ya estás es la nevera? Te cuento que los profes quedaron muy contentos con el taller. Ahora es mi trabajo y el de mis compañeras continuar con el diálogo‘.