Cuando me enteré que los Acuerdos entre las Farc y el Gobierno estaban listos para su entrega en el Congreso y para someterse a decisión de los colombianos, no pude menos que pensar en cómo lo asumiríamos todos. Entre un pensamiento y otro recordé algunas ocasiones en las que veía televisión con mi papá. A veces, cuando estábamos viendo películas, mi papá me solía decir “¿Eso será cierto?” “Eso que va a ser posible ¿cierto?” “¿Cómo harán eso?” Y yo, que a veces sabía más de algunas cosas, se lo explicaba. Después, en algunas ocasiones, poco a poco, pasó la pregunta a los noticieros, sobre todo de nuevas tecnologías o incluso buenas acciones… O más bien la certeza, “eso que va a ser cierto” decía.
Esa nueva ola de información y conocimiento hizo que mi papá - que nació y creció en el campo, que estudió hasta tercer grado, que trabajó por lo menos 50 de sus 59 años a sol y agua, de 6 de la mañana a 6 de la tarde los últimos 15 años- no alcanzara a dimensionar que puede ser realidad o no; O más bien que no confíe en nada de lo que la TV le vende como cierto. Al fin y al cabo, si pueden fingir un avión cayendo o muchas personas muertas, podrían fingir cualquier cosa. No es que sea bobo, es una persona que realmente tiene una mente abierta y una agilidad mental que a veces no reconozco ni siquiera en personas más jóvenes y con mejor educación formal. Es que él nunca ha visto la diferencia de cerca. En donde vivimos, como en muchos otros lugares alejados del país, la mayor o incluso única conexión con “el mundo” es la televisión. Mi papá se levanta a las 5, toma café con pan, ve parte de las noticias y se va a su trabajo diario; llega casi de noche y vuelve a ver las noticias, a excepción de algunos días. Al igual que en Macondo, se dieron cuenta de la mentira que eran las películas, cuando vieron al actor por el que habían llorado aparecer de nuevo en la siguiente película, mi papá sabe que uno no puede confiar en lo que en la TV aparece. Y él solo ha visto el Proceso de Paz en la televisión, con grandes personas y muchos rituales diplomáticos, pero aún incierto para él; porque aunque todo lo que allí aparezca sea real, nadie garantiza que se cumplirá, ni a él ni a muchas personas que tal vez el 02 de octubre salgan a votar No.
En estos últimos días he visto muchos insultos para los que votarán No al plebiscito. Muchos análisis: no están informados, no son conscientes del dolor, no han vivido la guerra o viven de la guerra, o más radicales, son estúpidos. Pues ni mi padre ni mi madre son nada de eso; muchas veces yo he hablado con ellos y les he contado de qué va todo esto. Mi padre lo asume mejor, tal vez porque confía en mí y confía un poco más en el sistema, pero mi madre no lo acepta. Ellos saben lo que pasa, pero cualquier cosa que se cuenta por la TV puede ser mentira; si, las Farc dicen que dejaran las armas, si, se desmovilizarán, cambiaran las cosas. Pero es fácil decirlo, sin que se tenga que cumplir; es fácil trasmitirlo, sin que sea verdad. Mis padres, que han visto como pasa la guerra en el país por todos estos años, también han visto como los que tienen el poder prometen y jamás cumplen. No solo para ellos, sino para muchas otras personas los que tienen el poder solo pueden hacer una cosa: mentir; y quieran o no los que negocian por todos (Farc y Gobierno) son personas poderosas y quienes los respaldan internacionalmente, también.
Es por ello que creo que a la hora de intentar hacer pedagogía de paz no podemos hacernos a juicios fáciles, sentados en posiciones que consideramos superiores solo porque vamos a votar SI, sin tener en cuenta que es lo que todos han vivido. Mi padre va a votar SI, porque sabe que el fin del conflicto es importante. ¿Si lo demás será cierto? ni idea, seguro no, pero es mejor prevenir que curar. Mi madre seguro votará Si pero no por convicción, nunca por convicción. Y no porque no le duelan los muertos; ella sufre cuando al saber de soldados o de guerrilleros que han sido asesinados, o más específicamente de hijos, porque ella también es madre. Ella tiene 6 hijos y 4 nietos que, estoy segura, nunca querría pasaran por algo tan horrible como la guerra, pero es que para ella cada cosa que le dice un político o incluso un sacerdote, sabe a mentira; una mentira que en el campo se ha probado ya muchas veces.
A mi familia, como a muchas otras, esta guerra le quitó la capacidad de confiar y de creer que el mañana puede cambiar. Seguramente votaremos por el SÍ, porque el conflicto no debe seguir, y yo lo haré también porque confío en que se puede. Pero creo que no podemos juzgar tan duramente a esas personas que votarán NO; debemos tener en cuenta por qué tipo de cosas han pasado o cuántas mentiras han vivido. Es cierto que hay muchos que no quieren que la guerra termine, que no están informados y manipulan mediáticamente a muchas personas, pero ello no implica que todos sean fachos malos, estúpidos y Uribistas que quieren el mal para Colombia. Todos tenemos miedo al cambio y a creer, por eso no es el momento para pensar que nuestros enemigos son los que le dirán NO al plebiscito. El primer paso, creo, es actuar con paz y paciencia en nuestros corazones, si es que a futuro queremos la paz en Colombia.