El exalumno y exprofesor de los Andes, Fernando Barbosa reconoce que "leí horrorizado y compungido la columna de Piedad Bonnett". Tanto que se aventuró a enviarle una carta abierta al rector Pablo Navas llamándolo a la reflexión sobre distintos puntos que según él no andan bien en la Universidad, especialmente en lo referente al Comité de ética y los valores humanistas que caracterizaban a Los Andes, una de las más prestigiosas universidades del país
Apreciado Pablo:
Como ser humano, como ciudadano, como ex alumno y ex profesor de los Andes, leí horrorizado y compungido la columna de Piedad Bonnett del domingo 21 de agosto. Conozco a Piedad desde hace un cuarto de siglo cuando coincidimos como profesores en la universidad. Se de su valentía y de su honestidad intelectual que puede constatarse cada semana en El Espectador donde comparte sus reflexiones que son producto de sus convicciones, de sus conocimientos y de sus sensibilidades.
Siento que es un deber moral expresarle que, con la información que ha circulado, el Comité designado para resolver el asunto falló y que la Universidad se equivocó. Por experiencia conozco las consecuencias que generan las decisiones institucionales en uno y otro nivel. Pero eso no exime las responsabilidades. Calculo que el comité llegó a la conclusión de cerrar el caso después de una evaluación técnica de tipo legal y administrativo y eso es insuficiente. Porque no se trata de un profesor y de un alumno sino de los profesores y de los alumnos que son la institución, una caso así debe permanecer abierto porque lo que revela no es un hecho sino un problema que debe solucionarse.
Si de algo me precio es de la formación humanista que recibí en los Andes: es lo que me ha permitido vivir con dignidad. Cuando desaparece el humanismo se entra en el reino de la técnica. Me aterra ver cómo el derecho, la economía y la administración, al igual que otras disciplinas, se han ido reduciendo a lo que bien podrían hacer los computadores. La aplicación de la ley se ha convertido en pura técnica legal que sacrifica la justicia. La administración se ha entregado a la dictadura de los modelos. La administración se ve atrapada por los manuales que pretenden dirigir autómatas. El ser humano parece no encontrar cabida en parte alguna y menos la consideración que se le debe. Por supuesto no se trata de pedir cabezas y sanciones. Lo que no es admisible es sepultar el antecedente y de paso eludir los estudios y debates que deben llevarse a cabo. (Ojalá esté equivocado!)
Si la conducta en el Gimnasio Campestre que el estudiante confiesa haber mantenido es cierta, resulta evidente que el colegio tiene una responsabilidad que valdría la pena investigar. Pero en lo que toca a la universidad, no me cabe duda de que no ha asumido sus responsabilidades frente a la sociedad. El ejercicio de las libertades está limitado por las garantías para convivir. El cinismo usado como arma para generar violencia no puede ser tolerado y debe ser corregido. Esa es la función de la educación.
Temo no equivocarme al decir que la manera como se respondió a Piedad refleja el modus operandi de esta sociedad que se niega a encontrar su rumbo. Me siento en medio de un debate inocuo como el de si la “cartilla” existió o no, mientras el problema real que cobra vidas humanas se mantiene en el nivel más bajo de las consideraciones.
Mi maestro Mario Latorre Rueda me enseñó que los problemas hay que agarrarlos de los cachos. Y eso significa, sin duda alguna, correr el riesgo de una cornada. Pero en la vida, frente a las responsabilidades fundamentales, no se puede capitular. Insisto: el procedimiento falló y la universidad le hizo el quite a sus responsabilidades sociales. O no ha hecho saber lo contrario. El problema continúa y la institución le queda debiendo una respuesta adecuada a la sociedad. No puede ser una isla.
Con un saludo atento y angustiado,
Fernando Barbosa