Cleptocracia, (del griego clepto, 'robo'; y cracia, 'fuerza' = dominio de los ladrones), según definición de la enciclopedia es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y/o el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico.
En América Latina la cleptocracia bajo los regímenes socialistas ha tenido un notable auge: por una parte, los mandatarios de dudoso proceder como Lulla y Dilma en el Brasil, y la Kirshner en Argentina están muy cercanos a terminar bajo rejas. Otros, como Correa en Ecuador y Evo en Bolivia, por medio de triquiñuelas y malabarismos buscan perpetuarse en el poder. Maduro, a su vez, no escatima oportunidad para comprar apoyos que le permitan atornillarse en la presidencia indefinidamente, metiendo la mano sin pudor en las arcas públicas venezolanas. Pero posiblemente el cleptómano más descarado de todos es Daniel Ortega en Nicaragua, quien no contento con tener 62 de los 91 diputados, decidió que quería tener a su favor es a la totalidad de los diputados. Hoy Ortega y sus familiares controlan todas la ramas del poder: la Corte Suprema; los juzgados; los tribunales de cuentas, las alcaldías, la policía y el ejército. Ortega ha logrado es convertir el nepotismo en un arte. Santiago Montenegro, en su columna del 7 de agosto en El Espectador, expone con claridad meridiana las jugadas del clan Ortega: “Pero, al igual que los Somoza, Ortega también decidió llenar el Gobierno con miembros de su propia familia y amigos, haciendo que su esposa maneje toda la nómina del Estado. También decidió volverse millonario. Según El País, de España, puso a su hijo Laureano a dirigir Pronicaragua, la entidad dedicada a atraer inversionistas del exterior, como el empresario chino Wang Jing, dueño de la concesión que construirá el nuevo canal interoceánico. Amante de la ópera y cantante, su mamá obliga a los empleados públicos, no sólo a asistir a sus presentaciones en el Teatro Nacional Rubén Darío, sino también a aplaudirlo atronadoramente. Su hijo Rafael está a cargo del negocio de los combustibles que Nicaragua recibe de Venezuela, y su esposa, Yarida Leets, maneja la empresa Distribuidora Nicaragüense de Petróleos, que tiene bombas de gasolina en todo el país. Otro hijo, Juan Carlos, es el director del Canal 8 de la televisión, mientras Maurice maneja el canal 4, Daniel Edmundo el 9 y Carlos Enrique el 13, en tanto el Canal 6, supuestamente público, es también controlado por la familia presidencial. Como si todo esto fuera poco, los Ortega Murillo controlan Nueva Radio Ya, Radio Sandino y Radio Nicaragua.”
Posiblemente el cleptómano
más descarado de todos es Daniel Ortega
quien, además, ha logrado convertir el nepotismo en un arte
Pero, ¿por qué el socialismo y la corrupción son dos caras de la misma moneda? Para el intelectual español, Pablo Martínez, “La esencia del socialismo es el poder absoluto del Estado en el control de la vida de sus siervos. Una sociedad que abrace con todas sus fuerzas el ideario socialista acabará siendo esclava del Estado mientras que los pocos que ocupen los cargos más poderosos dentro de la jerarquía cleptocrática estatal se llenarán los bolsillos y vivirán como si de reyes se tratara. Será una sociedad que se empobrecerá al mismo ritmo al que sus gobernantes se enriquecerán… Las soluciones para reducir la corrupción son lógicas y simples: menos gasto público, mayor persecución judicial de la corrupción, penas y multas mucho mayores, menor discrecionalidad de gasto público. En definitiva, menor poder de unos a costa de otros. Más libertad para la sociedad civil y menos poder para el Estado. Más libertad y menos coacción. Y es que la corrupción y el socialismo son dos caras de una misma moneda. Nada hay más empobrecedor para una sociedad que el hecho de creer que los políticos son la solución (y no la causa) de sus problemas. El estatismo es una idea errónea muy peligrosa que no hará sino aumentar la corrupción de un país.”
Publicada originalmente el 21 de agosto de 2016