La Biblia, un libro nefasto y cruel

La Biblia, un libro nefasto y cruel

"Muchos hombres y gobernantes han encontrado en este libro el pretexto perfecto para imponer sus creencias y barbaries"

Por: Pablo Emilio Obando
agosto 17, 2016
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La Biblia, un libro nefasto y cruel

Misoginia, homofobia, machismo, crueldad, fanatismo, venganza, fundamentalismo, oscurantismo o barbarie son algunos de los aspectos que fácilmente se pueden encontrar en las páginas de la Biblia,  un libro al que muchos consideran sagrado o inspirado por un dios y en consecuencia se debe seguir al pie de la letra. No se trata de catequizar o evangelizar a los creyentes para que se vuelvan ateos o agnósticos. De ninguna manera. Es tal el poder de manipulación sobre los creyentes que se puede lograr con los diferentes paisajes de este texto, que sería necio e insensato pretender un acto de razón entre sus seguidores.

Lo único cierto, e innegable e irrefutable, es que inspirados en sus páginas y sentencias muchos hombres y gobernantes han encontrado el pretexto perfecto para imponer sus creencias y barbaries.  Durante siglos la mujer fue un objeto, una propiedad del varón que no podía controvertirlo o pretender enseñarle.  El caso de Hipatya es uno de los ejemplos con el que fácilmente podemos ilustrar esta aseveración, pues su asesino, basado en una carta de San Pablo,  instigó a la turba para que en ella se cometa un cruel y bárbaro homicidio. Su asesino, el obispo Cirilo, es ahora santo de la iglesia católica. Hipatya fue ingresada a una especie de Index en el cual su solo nombre era motivo de señalamiento y juzgamiento.  Comenzó con su asesinato la misoginia de una creencia que hasta nuestros días no ha sido fácil superar.

Otro ejemplo. La denominada Santa Inquisición o Santo Oficio que, en realidad, fue la disculpa prefecta para la iglesia católica de cometer todo tipo de señalamientos, crímenes y aberraciones. Con ello se acalló el espíritu humanista de los hombres de buena parte del mundo y se llevó a las hogueras o a los tribunales a una cantidad insospechada de sabios, literatos, científicos o librepensadores. Sus premisas se fundamentaban en conceptos erróneos de la Biblia, que negaba avances científicos pretendiendo acomodar sus férreas posiciones, erradas y equivocadas, a los diferentes versículos bíblicos.  El caso del científico Giordano Bruno es, quizá, el más emblemático por cuanto fue llevado a la hoguera por la sencilla razón de que sus planteamientos contradecían posiciones bíblicas e iban en contravía de lo establecido por una iglesia fanática y obcecada. No menos representativo es el proceso llevado a cabo por la Santa Inquisición en la persona del sabio Galileo Galilei a quien se le acusaba de herejía y blasfemia por difundir y promulgar teorías heliocéntricas al contrario de lo sustentado por el catolicismo que sustentaba su fe en el geocentrismo. Galileo tuvo que abjurar para salvar su vida pero le fue prohibido divulgar sus obras y su nombre se convirtió por muchos siglos en sinónimo de blasfemia y equivocación.

No menos dramática fue la irrupción de las cruzadas, que so pretexto de conquistar lugares sagrados del catolicismo, supuestamente descritos en la Biblia,  se convirtieron en motivo de asesinatos, saqueos, desplazamientos y todo tipo de crueldades y desmanes.  Es celebre la cruzada de los niños que pretendía la toma de sitios sagrados por un ejército conformado por niños e infantes que debieron marchar miles y cientos de kilómetros por cuanto algunos versículos bíblicos les auguraban triunfos y conquistas. El resultado no pudo ser más obvio pues murieron en batalla sin mayores dificultades para sus supuestos enemigos miles de niños cuya única fe se sustentaba en la Biblia y el catolicismo.  Pero fueron muchas las guerras o cruzadas en las cuales se lograron los propósitos y miles de enemigos fueron asesinados a espada y fuego.  El fanatismo católico y cristiano se fundamentaba en conceptos y aseveraciones bíblicos que nos persiguen hasta nuestros días.

Igual ocurre con la homofobia.  Para la Biblia no es cosa natural la existencia de los homosexuales y en consecuencia deben borrarse de la faz de la Tierra pues así lo dictaminó su dios. Y  basados en pensamientos bíblicos se pretende imponer criterios que  desconocen grandes avances en los derechos humanos y en educación.  Se instiga a las turbas o plebe a salir a las calles esgrimiendo pancartas y consignas que translucen además de la ignorancia y estulticia un fanatismo que raya con la locura.

No debemos olvidar que Colombia es un país laico y que las creencias de un grupo religioso, cualquiera que este fuere, no pueden imponerse sobre la estructura jurídica.  Las leyes no pueden ni deben sustentarse en términos religiosos y por el contrario, deben apuntar hacia conceptos humanitarios y  los derechos humanos que se fundamentan en el respeto, la tolerancia y la diversidad.  Si bien es cierto que  somos libres para elegir o escoger nuestras propias creencias, así se fundamenten en estupideces, también es cierto que el Estado tiene un deber mayor que es el de educar a sus ciudadanos.

La Biblia no puede continuar sirviendo de excusa para actos de crueldad, sevicia o discriminación, ni puede dar validez a las peticiones de una plebe embriagada  y manipulada por quienes han encontrado en la fe un modus vivendi. Si de eso se tratara y consultáramos a las turbas sobre la conveniencia o no de la esclavitud ganarían y por amplia margen.  Hay que leer la Biblia pero con ojos críticos pues con los simples ojos de la fe los resultados están a la vista: fanatismo, crueldad, desconocimiento de los derechos humanos y latente deseo de exterminio a quien piense o actúe diferente.

 

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