Cada tanto y, se ha vuelto muy recurrente, en el ambiente se respira, creo, introyectado por las noticias, la amenaza mundial, una gran conflagración. Con urgencia se acude a los agoreros, a los hechiceros y, también de tanto en tanto, se repasan los pasajes más dicientes desde las páginas de las ‘Profecías de Nostradamus’, las de ‘San Malaquías’ y, hasta de Juan XIII. Y buscamos sin cansancio, con temor y curiosidad los referentes que dicen que los días de los días se encuentran a punto de acabar.
Las grandes inundaciones, temblores, cambios ambientales, el acabose de la naturaleza, la fuerza de la misma y, el fin del mundo. Se piensa en el advenimiento del último papa y, eso sí, de nombre Pedro y, ojalá de color. O se predice la hecatombe final: Pompeya global. Los mayas y sus predicciones nos acercan al fin del fin, como se ha dicho de la anciana guerrilla colombiana. Todo, todo está a la vuelta de la esquina. Sumisión, súplica, compasión, perdón, a la espera del más allá.
El llamado es casi de trompetas del apocalipsis; la hora se ha cumplido. No podemos más que reverenciar a las imagines sacras y, fuera la humana condición. Son momentos de la trasmutación en camino de lo desconocido.
Sin embargo, amanece y aquí estamos: con las mismas preocupaciones, la misma economía y, por supuesto, idénticas cargas personales. Qué bien, dice el paisano, que no gasté todo y, qué bien que no lo comprometí por nada. Mejor dicho, la vida sigue.
Lo cierto y serio, para estos días, la reflexión sobre Siria. Dificultades muchas: no se puede perder de vista que se encuentra dentro del centro de influencia petrolera, del apartado terráqueo que ha inculcado, buscado y, logrado el feliz término de la democracia estilo Occidente, que se reviste con la expresión de la ‘primavera’; que las luchas entre ‘civilizaciones’ de que tratan los conocedores de la ciencia política y la geopolítica, la apuntalan al surgimiento de las nuevas formas políticas y de expresión igualitaria; en fin, de los cambios, del poder económico y de recomposición social.
Un caldo de cultivo del todo indicador, pero que se agrava, con la posibilidad o imposibilidad del uso y, por supuesto, abuso de armas y/o sustancias prohibidas. La denuncia, sin duda, es escalofriante y, la realidad peor, por lo que se observa en videos y fotos que se encuentran a disposición.
Pero, ¿cuál es la verdad y exacta realidad del acontecer? Las versiones no son unánimes, los contenidos de la inspección no son reveladores. Y, a la amenaza de la conflagración, que podría ser devastadora, se acompañan unos elementos de discusión que convidan a la posibilidad de la conflagración mundial. Así pues que, la reflexión y la negociación se han impuesto.
Desde luego, los agoreros de la guerra, los llamados halcones, entran en juego, ambientan, exacerban los ánimos, las posturas. La guerra es un negocio, pero solo sabremos que lo estamos, cuando, como se dice en el argot práctico, cuando se ‘ponga el primer muerto’ o, cuando montado en el lomo de la muerte, se sienta que estamos en el centro de la hecatombe.
Y, se critica a la ONU por no ofrecer más oficios de prevención; y, se les exige aumento en la capacidad diplomática; y, se les impulsa a que rápidamente entreguen ‘la prueba reina de la infracción’, del uso y abuso de lo prohibido. Ha sido cauta la ONU en evitar la derrota de tales planteamientos, que solo son provocación. Pero al mismo tiempo ha realizado lo que le corresponde, la evitación de la fuerza, de la respuesta cruenta. Esa su misión. El error ha consistido así en que siempre se critica a la global organización por lo que no hace según sus críticos, pero no se resalta que su función en punto de evitar la guerra ha sido productiva: de lo que no ha sucedido y, ojalá nunca suceda, nada se dice, pues la prueba de la evitación es casi imposible de encontrar.
Y, como la guerra la pierde quien ponga el primer muerto, el hecho de no permitirse esa posibilidad, no quiere decir que la organización mundial no sirva. Tan sí sirvió, que no se logró ese producto que ataca y después acaba con la humanidad.
¿Qué ha pasado ahora? Pues todo lo anterior: hechos, lugares, situaciones se han presentado. Halcones que se tratan de imponer, inspecciones que no apuntan a una realidad inconcusa, comisiones de observación que llevan material que apuntan a ruptura de prohibición y de señalamientos de existencia de hechos y, en algunas oportunidades de personas… muy poco.
Y en ese debate se encontraba la situación cuando, perdónenme la expresión, se atraviesa el papa Francisco. Llama a la oración, exhorta a la reflexión, hace un llamado a la Paz. Y allí, el contenido político de relación, pasa entonces a los líderes de cada punto cardinal del mundo que, sin hacer referencia al Obispo de Roma o, haciéndolo, asumen la línea o propósito de un ‘alto al acelerador de la guerra’. Y, allí la cancillería, la diplomacia mundial y, del Vaticano, van en ganancia.
Miren ustedes, es un hecho real: en momentos en que el Vaticano se hallaba en situación de dificultad, su vicario resuelve renunciar y entregar el cayado, el anillo del pescador, la esclavinaa otro; ese otro, venido de lejanía, del confín del mundo, trae pensamiento de la periferia, con rutas de encuentro por el ejemplo; por su ejemplo. Obvio, no todo será revolución, pero sí el comienzo de una renovación, no solo en estilo —sería por el momento suficiente—, sino en la estructura y, las finalidades; recobrar a los feligreses, acercarse al común, crear canales de visibilidad de la gestión de equidad y, por supuesto, recuperar el camino hacia la paz. Allí la clave, tomar el centro de la paloma y ahuyentar al halcón, ése un triunfo de la diplomacia, de la entereza y de su mandato.
Un examen desapasionado de la historia nos mostraría que el trono de San Pedro, como liderazgo de antaño, de otras épocas, hoy se yergue en la postura de reavivar el foro de las necesidades sociales y, por supuesto, de aupar el valor de la comunidad, de aquella comunitaria en participación de distribución igualitaria o lo que se llama democracia. La fuerza no lo es todo, no es la explicación y fin de la gestión, no es la solución a los grandes temas, en donde la ‘primavera’ está haciendo de reducidor de la expresión particular, de la postura institucional y, del fin mundial.
Habemus Papam, a propósito de la conflagración mundial que se evitó y, que sirva de invitación para que su gestión irradie sus rayos hacia el confín del mundo de donde vino y, de nuestro país en particular, en donde los halcones están en vuelo y las palomas no han podido hacer nido o, anidar.