Profesora a diputada Ángela Hernández: "Me aterra su analfabetismo en temas de educación sexual"

Profesora a diputada Ángela Hernández: "Me aterra su analfabetismo en temas de educación sexual"

Zaira Benavides, maestra de Bucaramanga, le responde a la diputada del Partido de la U luego de leer su polémico discurso

Por: Zaira Isabel Benavides Benavides
agosto 01, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Profesora a diputada Ángela Hernández:

Me he tomado varios días, desde el momento en que mis oídos escucharon la posición más homofóbica que jamás esperé de una persona que co-administra nuestra sociedad santandereana y colombiana.

Le voy a contestar a la diputada Ángela Hernández desde mi condición espiritual y también como ciudadana, mamá, maestra y educadora sexual.

Como ciudadana, me voy a remontar 45 años atrás, cuando siendo una niña, vi cómo a uno de mis amigos su propio padre le quemaba la cola con un tizón encendido, mientras le decía que "él no criaba maricas y que ¡Se arreglaba, porque se arreglaba!!" En la Costa estos juegos son usuales entre niños y entre hombres adultos, pero al que penetra le dicen macho y el que es penetrado es el marica. Por lo tanto, es degradado y menospreciado. Por supuesto esta actitud está íntimamente ligada a despreciar lo femenino.

Ante semejante acto atroz, quedé en shock y  supe que algo andaba mal, no con mi amiguito sino con el mundo. Ese día, señora diputada, fue el día en que comencé a ser, sin saberlo, una heteroaliada. Porque entendí que mi universo es para compartirlo y mis derechos humanos son los derechos de los demás.  La conexión entre derechos humanos y sexualidad implica conocer y comprender que existen diversas formas de amar, de sentir placer y de construir familias, lo cual se da tanto en relaciones heterosexuales, como en las lésbicas, gays, bisexuales y transexuales.

Como un ser espiritual, quiero decirle que soy una persona creyente y no creyente también.

  • Creo en la vida y la cuido; la mía, y la de los otros seres humanos y no humanos.
  • Creo que hay que compartir el universo sana y pacíficamente, con todos los seres humanos y no humanos. Por eso, no acepto el maltrato humano ni animal en ninguna de sus manifestaciones.
  • Creo que el amor siempre es un acto que hace el bien, como bien lo dice Sócrates, en el Banquete, de Platón. Si en nombre del amor, se agrede; entonces no es amor.

No creo en la religiosidad que quemó a los científicos en la edad media, porque eran brujos, en nombre de Dios.

No creo en la religiosidad que dijo que los negros no tenían alma y los trató como animales por siglos, excluyéndolos de todos los derechos humanos y todo se hizo  en nombre de Dios.

No creo en la religiosidad que quemó en la hoguera a miles de mujeres en la colonia, porque eran delgadas y menudas y se les acusaba de brujas que podían volar. Y todo en nombre de Dios.

No creo, en la religiosidad que en la conquista, arrasó con nuestras creencias indígenas y las remplazó por pecados que castigaban con toda clase de torturas, entre ellas hogueras, máquinas quiebra huesos etc. Y todo en nombre de Dios.

No creo en la religiosidad del siglo XXI, que nuevamente se equivoca y decide ponerse el velo de la ignorancia y negar la ciencia, para degradar, humillar y violentar a la comunidad humana LGBTI.

En resumen  diputada, yo no creo en los que rezan y matan.

Usted seguramente dirá “es que la biblia dice…”. Si el libro sagrado que nos trajeron los españoles dice muchas cosas, entre ellas, nos muestra modelos de conductas que han sido constituidos sobre las costumbres y hábitos de varios pueblos que naturalizaban entre sus acciones, la violencia física, asesinatos sobre pueblos enteros, maltrato infantil, incestos, machismo, reproducción de desigualdades, jerarquías que derivaban en exclusiones (etc). Es por ello, que como diputada de mi nación, quiero invitarla a que se sitúe desde una posición que respalde la justicia social, para comprender la experiencia del otro y sea capaz de llevar las normas bíblicas al diálogo, ante nuevas circunstancias que la vida nos muestra, pues la crítica histórica de las escrituras, no forma parte de un atentado contra la identidad cristiana y la misma religión, sino un acto responsable y reflexivo, para encaminarnos en la construcción de una sociedad éticamente justa.

Como mamá, debo decirle que tengo dos hijas, que se criaron con una educación sexual, cuyo modelo no es biblicista, ni moralista como el suyo, tampoco es un modelo de riesgo. Mi modelo de crianza, fue y es autobiográfico, humanista.  Como resultado tengo dos mujeres heterosexuales, que le entregué a la sociedad con un proyecto de vida hermoso, inteligentes, pacíficas, felices, que conviven armónicamente con su entorno natural, y el hecho de haberlas educado con respeto a la diversidad sexual, no las hizo homosexuales; pero sí las hizo respetuosas de la diversidad.

¿Usted sabe quiénes son los homosexuales y demás personas de la comunidad LGBTI?, pues se lo voy a decir: ellos y ellas, hacen parte de nosotros,  son nuestros vecinos, amigos, sobrinos, hijos, ahijados, parientes, compañeros de trabajo, gobernantes… A mi me extraña mucho que usted proponga  el repudio y la exclusión, cuando las que parimos esos niños, somos mujeres como usted y como yo.

Y es que la diversidad sexual está presente en todas las razas, en los cinco continentes, en todas las comunidades y eso incluye la comunidad religiosa a la que usted pertenece.

Como maestra, debo contarle que he dedicado mi vida entera a la exploración del conocimiento. Gracias a ello puedo albergar en mi currículo todos los cambios que organismos internacionales y nacionales vienen proponiendo a través de la educación para mejorar la convivencia humana. Sé muy bien cual es la tarea que tengo que hacer, sin esperar a que me la pongan. Es por ello, que desde hace más de 20 años, en mis clases transversalicé la diversidad sexual, como un eje fundamental, para la erradicación de esa nueva forma de racismo moderno, como lo es la homofobia y transfobia. Desde mi aula de clase, he hecho investigación, diseñado material pedagógico y he creado modelos pedagógicos transversales, para erradicar la homofobia y transfobia. Mis estudiantes, igual que mis hijas, se destacan por ser transformadores de sociedad. Debería usted  venir a mis clases, para que salga de la edad media y vea desde la pedagogía un nuevo horizonte del mundo.

Le cuento diputada, que después de escuchar y leer su discurso, no salgo de mi asombro, al ver el analfabetismo que muestra en materia científica, de legislación, de educación, etc. Es por ello que como Educadora Sexual y de Procesos Afectivos y Máster en Salud Sexual,  se hace necesario y urgente  aclarar algunos conceptos y develar algunos conocimientos, que son básicos para la comprensión de la diversidad sexual, pues mucha gente confundida, creyendo las falacias que usted, con tanta pasión, afirma.

Lo primero que tiene que conocer, es que la sexualidad tiene componentes y funciones, estos dan cuenta de las diversas formas de sentirla y vivirla. La manera como ello ocurre permite (auto) identificar y (auto) conocer a los seres humanos como hombres o mujeres, quienes pueden ser heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales e intersexuales.

Rol de género: Es el papel, acción o actitud asumido por una persona de acuerdo a factores sociales, culturales, políticos, económicos, éticos o religiosos. Los roles de género pueden derivar en estereotipos o discriminación si es que no se corresponden con las verdaderas capacidades e intereses de las personas. Así por ejemplo durante gran parte de la historia se ha pensado que el rol de género de la mujer es ser dueña de casa, mientras que al hombre se le ha adjudicado la labor de proveedor. Lo mismo ocurre con la afirmación “sólo las mujeres lloran y los hombres no”. Con el paso del tiempo ha quedado claro que muchos roles de género no son exclusivos de un determinado sexo, sino que pueden ser desempeñados con igualdad por ambos, aunque con diversas formas de expresión.

Conducta sexual: Son las prácticas e historias sexuales de las personas que pueden ser siempre o en algún momento iguales o distintas a su orientación sexual y que se encuentran muy influenciadas por el contexto social, político, cultural, religioso o económico donde se inserta el ser humano.

Identidad de género: Es la pertenencia a un sexo u otro, debo aclarar que no depende de tener vagina o pene; sino de sentirse hombre o mujer.

Orientación sexual: Está determinada por el deseo natural, tanto sexual, como amoroso y erótico hacia otras personas. Puede expresarse en el amor y el deseo hacia personas de igual o distinto sexo y en función de ello adquiere diversas denominaciones a saber:

  • Orientación heterosexual: Es aquella cuyo amor, deseo o erotismo está focalizado hacia personas de sexo distinto al propio. Es decir, un hombre con atracción hacia una mujer o una mujer con atracción hacia un hombre.
  • Orientación homosexual: Es aquella cuyo amor, deseo o erotismo está focalizado hacia personas de igual sexo. Los hombres con atracción hacia otros hombres son comúnmente llamados gays. Las mujeres con atracción hacia mujeres son generalmente conocidas como lesbianas. Se estima que entre el 90 y el 93 por ciento de la población tiene una orientación heterosexual y entre el 7 y el 10 por ciento una homo o bisexual.
  • Orientación bisexual: Es aquella cuyo amor, deseo o erotismo está focalizado hacia personas de igual y distinto sexo, pudiendo ser hombres o mujeres. Las personas con esta orientación son conocidas como bisexuales.

Orientación y conducta sexual: La conducta sexual puede ser igual o distinta a la orientación sexual. Ello significa que una persona con orientación homosexual puede experimentar conductas heterosexuales, mientras que otra con orientación heterosexual puede tener conductas homosexuales. Generalmente la conducta sexual es distinta a la orientación sexual cuando nace de la presión social o de la necesidad de exploración o curiosidad de las personas. Por ejemplo, aún es común que muchos hombres o mujeres con “orientación sexual homosexual” se casen o tengan relaciones con alguien del sexo opuesto debido a la presión social y al temor a la discriminación. También es cada vez más cotidiano que personas heterosexuales experimenten al menos una vez en su vida alguna relación con alguien de su mismo sexo. Sin embargo, sea cual sea la conducta sexual, de tipo coyuntural o permanente, esta no altera, modifica o transforma la orientación sexual, es decir, no afecta el hecho de ser y sentirse heterosexual u homosexual, aun cuando las prácticas sexuales pueden ser total o parcialmente distintas al deseo natural.

Ahora hablemos de la transexualidad:  es una de las realidades menos abordadas y suele ser erróneamente confundida con la homosexualidad, el travestismo o el transformismo. Generalmente se piensa que una persona transexual es “un hombre gay vestido de mujer” o “una mujer lesbiana vestida como hombre”. La verdad es que ser transexual no tiene ninguna relación con la orientación sexual, esto es con ser gay, lesbiana, bisexual o heterosexual. En otras palabras, el hecho de ser y sentirse hombre o mujer no se vincula con el gusto por personas de igual o distinto sexo. Se calcula que por cada 11900 féminas existe una mujer transexual, mientras que por cada 30 400 hombres, uno es transexual masculino. La mayoría de las personas transexuales son heterosexuales. La clave de la transexualidad se encuentra en el cerebro, al no corresponder el sexo físico con la identidad de género.

Para una mejor comprensión de la transexualidad, conviene aclarar los siguientes conceptos.

  • Transexualidad femenina o mujeres transexuales: Identifica a quienes naciendo con un físico y/o genitales del sexo masculino, desde la niñez sienten que su sexo es femenino. El proceso y la transición médica, psicológica y social vivido por estas personas para adecuar el cuerpo a su identidad de género, permite denominar a las transexuales femeninas como HaM (hombre a mujer). Un transexual femenino, es una niña que nació con pene.
  • Transexualidad masculina u hombres transexuales: Son quienes naciendo con un físico y/o genitales del sexo femenino, desde la niñez sienten que su sexo es masculino. El proceso médico, psicológico y social experimentado para adecuar el cuerpo a su identidad de género, posibilita llamar a los transexuales masculinos como MaH (mujer a hombre).Un transexual masculino, es un niño que nace con vagina.

En la actualidad existen sociedades y organizaciones integradas por familias como la suya y la mía, que trabajan en pro de los derechos de sus hijos transexuales, para garantizarles una vida digna. Para más amplitud del tema, les dejo estas direcciones: Chrysallis, asociación internacional de familias por la diversidad sexual, entre otras.

Hasta aquí va mi respuesta.

Diputadas como usted, hacen que maestras como yo sientan deseos de conversar el mundo, por eso la dejo con esta frase del pedagogo estadounidense, Henry Giroux:

“Si el mundo de uno mismo y el de los demás ha sido construido socialmente, de la misma manera puede ser desmantelado, anulado y rehecho críticamente”.

POSDATA:

El siguiente es un aporte educativo,  seguramente le va a servir a usted y a todas las personas que deseen mirar hacia la ciencia para develar los mitos y tabúes que se han cernido en torno  a la diversidad sexual.

La homosexualidad y la transexualidad existen desde el comienzo de la humanidad y aunque sus expresiones se dan en todo el mundo, unas de las primeras menciones se encuentran en la Grecia Antigua. En ese período la homosexualidad y la transexualidad formaban parte de la vida cotidiana y de las historias míticas de los filósofos y no eran consideradas un problema mayor, según variadas investigaciones. Con el correr de los siglos y con la influencia del cristianismo el rechazo fue en aumento alcanzando uno de sus más altos niveles en el 309 D.C cuando el Consejo Eclesiástico de Elvira (actualmente Granada de España) aprobó 37 leyes canónicas referidas a la sexualidad. En dichas leyes, que se extendieron por toda Europa y luego a América, cualquier expresión sexual que no tuviese por fin la procreación fue considerada un pecado.

Lo que se creía: Desde el siglo XVII estudios del comportamiento humano se concentraron en averiguar las causas de la homosexualidad y de la transexualidad. Uno de los libros más influyentes fue “Psychopathia Sexualis” (1886) del neurólogo alemán Richard von Krafft-Ebing, quien consideraba a la homosexualidad como una desviación sexual producida por una constitución defectuosa del sistema nervioso. Con importantes matices, la idea de “desviación sexual” fue luego validada por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, para quien, al menos al comienzo de sus investigaciones, la homosexualidad era el resultado de un estancamiento en las fases del desarrollo del ser humano. Tales hipótesis predominaron hasta gran parte del siglo XX y derivaron en que muchos psicólogos y psiquiátras sometieran a la diversidad sexual a terapias que buscaban curar o revertir la transexualidad y la homosexualidad, pero esas intervenciones sólo provocaron más daño en las personas.

En forma paralela, otros investigadores han venido señalando que la homosexualidad es producto de estructuras o composiciones cerebrales, genéticas u hormonales, pero la verdad es que hasta ahora nadie tiene certeza sobre ello y las causas son tan desconocidas como las de la heterosexualidad.

El único consenso es que en el desarrollo de toda orientación sexual o identidad de género inciden múltiples factores (psicológicos, sociales, biológicos) y no sólo uno.

En la actualidad existe un amplio consenso médico y científico respecto a que la homosexualidad y la bisexualidad, independiente de sus causas, no son una enfermedad, sino que una variación más de la sexualidad humana, al igual como lo es la heterosexualidad.

Todos los estudios que erróneamente señalaron en el pasado que la homosexualidad era una patología, habían sido aplicados a personas que tenían trastornos mentales, por lo que no eran representativos de gays y lesbianas. Así es como la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1992), la Asociación de Psicología Americana (1975) y la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos (1973), junto a otros organismos, han enfatizado que la mejor asesoría que puede recibir una persona homo o bisexual es aquella que le permita vivir su sexualidad de la manera más sana y libre posible.

El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, con el paso del tiempo, los países han adecuado sus políticas y leyes a los principios de ese importante texto.

Estos derechos garantizan a toda persona por su sola condición humana, y sin distinciones de ningún tipo, igualdad social, política, económica, cultural y jurídica. Ello significa que nadie puede ver violentada su vida, sin integridad física y psíquica, su dignidad o su libertad.

Los derechos sexuales y reproductivos son parte de los Derechos Humanos, pues garantizan las libertades, la seguridad y las condiciones básicas para que las personas puedan atender sus necesidades con dignidad.

Lastimosamente para las minorías humanas que hacen parte de la comunidad LGBTI, la discriminación, principalmente de personas heterosexuales, han impedido  que sus derechos humanos, sexuales y reproductivos sean respetados y ejercidos.

La discriminación es entendida como toda forma injustificada de distinción, exclusión, restricción o preferencia, que prive, perturbe, amenace o menoscabe el ejercicio de los derechos establecidos en la Constitución Política y en la ley, así como en los textos internacionales y en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ningún tipo de discriminación arbitraria puede ser aceptada, en particular cuando se origina por motivos de raza o etnia, nacionalidad, situación socioeconómica, lugar de residencia, idioma, religión, ideología u opinión política, sindicación o participación en asociaciones gremiales, sexo, estado civil, edad, filiación, apariencia personal, enfermedad o discapacidad y, por supuesto, el género o la orientación sexual.

Lamentablemente en muchos países del mundo diversos sectores son discriminados, viendo particularmente dañadas su dignidad las personas indígenas, pobres, indigentes, con discapacidad o enfermedad, inmigrantes, mujeres, niños y niñas, jóvenes, adultos mayores, mormones, musulmanes y las minorías sexuales, entre otros.

Cuando las personas son discriminadas, se ofende y daña a la diversidad de la sociedad y del país donde vivimos. Dado que la diversidad habita en nuestras propias familias, en las puertas de nuestra casa y en cada lugar que conozcamos o visitemos, al discriminar no sólo se afecta la dignidad de quien es excluido. También se afecta al conjunto de la sociedad.

La discriminación padecida por la diversidad sexual es una de las más graves, según lo han revelado todos los estudios efectuados en muchos países por universidades, institutos, corporaciones, fundaciones y organismos de derechos humanos.

La discriminación que afecta a los homosexuales, sean hombres o mujeres, es conocida como homofobia, y la que daña a transexuales como transfobia.

En relación a la transexualidad la comunidad científica aconseja el tratamiento y la ayuda para adecuar el físico de la persona a la identidad de género de la que se siente parte.

Al igual como ocurre con la heterosexualidad, las personas van conociendo desde la niñez si son transexuales u homosexuales, pasando por experiencias y procesos de identificación hasta una comprensión total de lo que se es, si es que se reciben las informaciones adecuadas.

El proceso se diferencia del vivido por personas heterosexuales, porque niñas y niños transexuales y homosexuales van apreciando, a medida que van creciendo, que su orientación sexual o identidad de género es rechazada por gran parte de la sociedad, incluidas en algunos casos sus propias familias.

Si se carece de la ayuda y orientación adecuada se puede ver afectado el desarrollo armónico y sano de la sexualidad, a un punto que muchas personas nunca salen del armario, es decir jamás confidencian ante otros/as o asumen de manera voluntaria o pública su orientación sexual o identidad de género, provocándose un profundo daño emocional

De acuerdo a investigaciones de la profesora de Psicología Evolutiva y Educación de la Universidad de Salamanca, Sonia Soriano, los procesos por los que generalmente pasa una persona homosexual o transexual son los siguientes:

Sentimiento de diferencia: Significa sentirse diferente a las personas (hermanos/as, padre, madre, amigos/as, compañeros/as) que rodean al ser humano en la infancia.

Negación: Al carecer de referentes cercanos sobre la propia orientación sexual o identidad de género y al apreciar que los afectos son rechazados por una mayoría, la persona niega lo que es por miedo y con culpa.

Homo/transfobia interiorizada: Debido a la falta de opiniones o actitudes externas positivas hacia la homosexualidad o la transexualidad, la persona puede sentir homofobia o transfobia, es decir rechazo y vergüenza sobre su propia orientación sexual o identidad de género y sobre quienes sienten de igual manera.

Manifestación y definición: Consiste en ir asumiendo de manera paulatina el hecho de ser transexual o de amar y desear a alguien del mismo sexo.

Exploración, experimentación e intimidad: Determinado por la socialización y/o intimidad con pares homosexuales o transexuales.

Auto-aceptación e integración: La persona asume como propia una identidad homosexual o transexual.

Consolidación de identidad: Se comprende e internaliza que la orientación sexual o identidad de género no es lo único que define a la persona, pues ello sólo es un aspecto más del ser humano.

Salida del armario: Es la revelación de la identidad de género o la orientación sexual ante terceros.

Como ha podido ver señora diputada,  las investigaciones científicas han demostrado que las personas homosexuales y transexuales sí pueden sufrir severos trastornos psicológicos, pero no, como producto de su orientación sexual o identidad de género. El problema se origina por la discriminación social que hacen personas como usted y como consecuencia provoca problemas, que van desde la baja de autoestima, soledad, impotencia y dolor; hasta el suicidio, como el estudiante Sergio Urrego, discriminado por la escuela en Bogotá.

Ahora que lo sabe señora diputada, usted decide si sigue con la caza de brujas del siglo XXI o convive pacíficamente con la diversidad sexual que nos ofrece el universo.

 

 

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