Lecciones para la paz: somos tan patriotas que nos creemos únicos

Lecciones para la paz: somos tan patriotas que nos creemos únicos

¿Qué pasará con el ELN y los paramilitares en Colombia? Si no se logra una pronta negociación con estos grupos, jamás habrá paz en nuestro país'

Por: Juan Sebastián Brizneda
julio 27, 2016
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Lecciones para la paz: somos tan patriotas que nos creemos únicos
Foto: vanguardia.com

A veces solemos pensar que nuestro conflicto es anacrónico y que no posee par en el mundo, ya que básicamente todos las guerras trasnochadas de la Guerra Fría, es decir de antes de los 90, ya pasaron guayabo y encontraron ‘de casualidad’ el fin de los combates armados entre Estado y guerrillas. Si no me cree, pregúntele a El Salvador, Guatemala, Angola, Mozambique, Etiopía, entre otros.

Además, esa idea de que Colombia es pasión a tal nivel que la guerra que nos inventamos no se la han inventado en ninguna otra parte, se alimenta del hecho de que la guerra vigente con más años que la nuestra la encasillan en una confrontación ilógica entre judíos y árabes, que, a su vez, son locos y musulmanes (léase con la más de las ironías, por favor).

Es verdad que si nos inventamos la guerra que quisimos, podemos inventarnos la paz que se nos dé la gana, y que aunque nos creamos únicos y anacrónicos en los inventos de las guerras, cualquier conflicto de este tipo tiene su aporte que dar al debate y a la experiencia de la noción, que a veces parece tan utópica, de la no-repetición.

Por ejemplo, Irlanda del Norte nos mostró que para lograr una paz que garantice la seguridad a los desmovilizados, el tema de la dejación de armas debe manejarse con suma precaución; Angola nos enseñó que la justicia no se puede rebajar a tal nivel que el pueblo no la acepte porque la paz que va a generar será inestable y peligrosa; Y hasta Guatemala y El Salvador nos demostraron que aunque así no haya fusiles en el posconflicto, si se sigue viendo al ‘otro’ como el enemigo, solo se contribuirá a crear un país desequilibrado y fragmentado donde naturalmente otras amenazas ‘incombatibles’ <<de momento>> aparecerán sin una unidad para responder adecuadamente.

Déjeme decirle colombiano, que esa guerra a la que está tan acostumbrado, que le da miedo perder, algo así como un noviazgo obsesivo el cual uno no puede dejar así se quiera, no es tan (léase taaaaaaaan) especial como ustedes quieren creer que la es. Es más, si no fuera porque los muertos los han puesto los colombianos, ni siquiera los motivos reales del conflicto se los inventaron en Marquetalia o en Bogotá. Digámoslo así: el comunismo y el capitalismo se los inventaron en Europa; la Guerra Fría fue entre gringos y soviéticos, donde resaltaron más Corea y Vietnam que Colombia.

De alguna manera u otra nos dejamos convencer, o nos lo quisimos creer desde el principio de que las cosas funcionaban así, sin la posibilidad de poder reinventarnos después de nuestra independencia y descubrir qué funcionaba de Amazonas a la Guajira, sino que intentamos encajar lo que medianamente fue exitoso en otras partes para creernos la Inglaterra de Sudamérica, la Atenas latinoamericana, o como dijo Santos, el Israel de la América del Sur (léase volteando los ojos). Puede ser tal vez porque nuestros padres de la independencia fueron criollos que tenían más de españoles que de colombianos (neogranadinos, o como lo quieran llamar) o no sé...

Fue tal la vaina que hasta nos copiamos de la pelea tradicional de todos los países europeos y hasta de Estados Unidos: federalistas vs centralistas; evolucionamos hacia la batalla entre ideologías: comunistas vs capitalistas, acogiendo el mismo miedo pendejo a la izquierda que acogió el gigante del Norte, que hasta el keynesianismo y la política social nos parecía comunismo aunque le haya funcionado a Roosevelt en el New Deal y le funcionen ciertas cosas hoy día a los países escandinavos.

Aun así, somos tan patriotas que creemos que somos únicos. Tal vez a nivel cultural habrá algo que rescatar que nos haga colombianos y no hondureños o rusos, pero el objetivo de esta opinión no gira alrededor del concepto de nación (que es europeo a propósito), sino en el hecho de que si nos copiamos en todo, ¿por qué no aprender de otras experiencias para conseguir nuestra paz?

Creo que el caso perfecto para probar un punto sería Filipinas y su conflicto armado interno (sus conflictos armados internos), puesto que las similitudes con Colombia son gigantescas, pero no suelen mencionarse de a mucho. Por lo tanto mencionaré a continuación una breve historia de lo sucedido en tierras filipinas, comparándolo con lo que pasa en tierras colombianas.

En los años 60’s, campesinos filipinos se armaron en contra del Estado por un tema de tierras adoptando el comunismo como su bandera y el Nuevo Ejército del Pueblo (NEP) como su nombre. Rápidamente tomaron mucha fuerza en un país pobre, centralizado al desarrollo de Manila (capital) y el olvido de las periferias. Omitiendo ciertos detalles, cámbiele el gentilicio ‘filipino’, por ‘colombiano’ a las anteriores líneas y no serían afirmaciones erróneas.

Filipinas también recibió apoyo total en la lucha en contra del comunismo por parte de los Estados Unidos. Esto se debe a que al igual que adoptó la doctrina Monroe de ‘América para los americanos’ y se volvió parte vital en la política interna y externa de los países americanos, Theodore Roosevelt (La doctrina Teddy) después de ganar la guerra americano-española al principio del siglo XX, se inventó una especie de ‘Asia para América (Estados Unidos)’, también influenciando a países como Filipinas en el sendero que debía tomar en el presente y futuro.

Como en Colombia, también se formaron grupos paramilitares a causa del accionar de la guerrilla comunista, que colaboró con los intereses del Estado filipino. El punto en común de todas las guerras siempre será la muerte, la desolación, los desplazados, los refugiados, etc. Cosa que tanto nuestro conflicto, como el de ellos ocasionó en grandes cifras.

Ambas guerrillas comunistas contaban con el supuesto apoyo de las potencias socialistas del mundo como la Unión Soviética, China y Cuba, que terminaron por ser más el correo de las brujas, que suministro de armas o siquiera entrenamiento de hombres. Pero tanto las FARC como el NEP tuvieron en sus filas miles de combatientes, este último tuvo 30,000 y ahora 4,000. Las dos guerras empezaron y procedieron por ideologías, que aunque el paso de los años y centenares de errores, las hagan difíciles de recordar, por lo menos en los discursos aún siguen. Sí, las guerrillas colombianas y filipinas sobrevivieron la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética y en el 2016, bien o mal, siguen operando.

Dichos grupos subversivos, tanto en un país como en el otro nunca estuvieron al margen de negociar con el Estado para su desmovilización, pero por incumplimientos de ambas partes, negligencia de un actor, o actos como el genocidio de la Unión Patriótica, estos intentos resultaron en nada.

No solo sobrevivieron al golpe sicológico de la demostración de que el comunismo llevó a la disolución de la Unión Soviética y que probablemente ese modelo político-económico no es plausible más allá de los libros (¿Y China?, China es otro cuento), sino que también sobrevivieron a presidentes que subieron al poder por sus promesas de erradicar dichos grupos y emplearon todas las fuerzas del Estado a tal objetivo (Uribe y Macapagal-Arroyo). Además lograron seguir vivos después de que la guerra contra el terror los redujera a ser grupos terroristas y pare de contar (sin entrar en el debate de si lo sean o no lo sean).

Con el más reciente presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y de Filipinas, Rodrigo Duterte, la paz con las guerrillas comunistas mencionadas anteriormente está cerca de lograrse. Por un lado hay un acuerdo firmado y por el otro hay una declaración de un cese al fuego unilateral por parte del Estado como muestra de buena voluntad. (Y nadie le está diciendo que se va a volver Venezuela, que es comunista, ni que le está entregando el país al NEP).

Puesto de ese modo, Filipinas le puede dejar tres enseñanzas muy sencillas a Colombia en su búsqueda de perseguir la paz. La primera, aunque ya estipulada en párrafos pasados es que creernos únicos en el mundo es un error que causa contradicciones y desconoce ayudas importantes que otros seres humanos y sus experiencias pueden aportar para proveer soluciones.

La segunda, tener una voluntad de paz no significa estar de acuerdo con el enemigo y mucho menos la entrega del país al mismo. La paz solo se hace con los enemigos y construir confianza se hace mediante demostraciones; si no se procura la creación de una confianza (teniendo en cuenta que ambas partes han tenido pérdidas y han cometido errores), se puede repetir el caso de Guatemala y El Salvador donde se ve un país fragmentado y desunido.

La tercera y tal vez la más importante (esta requiere un poco más de desarrollo), es que la paz no se hace solo con un grupo. O bueno, se haría si fuese el único grupo guerrillero que existiera en el país, pero Filipinas desde los 70’s le ha apostado a hacer la paz con los rebeldes moros de Mindanao, sin descuidar la posibilidad de acabar la guerra con los comunistas. Aun así haya sido difícil, complejo y frustrante, los gobernantes filipinos han hecho política de Estado la idea de llegar a desmovilizar todos los grupos al margen de la ley en su contra para lograr una verdadera paz estable y duradera (como le gusta tanto repetir a my president Santos).

En otras palabras, así se acaben las FARC, ¿qué pasará con el ELN y los paramilitares en Colombia? Esos líos también requieren solución y pronta negociación para conseguir una paz real. Si no se logra esto, en Colombia jamás habrá paz, sino será un pajazo mental para que los medios se llenen la boca de que el presidente de El Tiempo, logró el tan anhelado fin del conflicto; pero ojo, eso tampoco quiere decir que NO HAYA QUE HACERLO. Dejemos el patriotismo de lado por un momento y pensemos con inteligencia, o mejor, enfoquemos el patriotismo no a entonarnos e inflarnos los pechos para darles duro a los enemigos de Colombia, sino para entregarle todo al país para que sea uno próspero, fructífero y ausente de conflictos armados.

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