Cuando Juan Gabriel se enteró que uno de los aspirantes a interpretarlo en la pantalla era un colombiano se enfureció. Si a los mexicanos del D.F les queda imposible imitar el acento cantadito de los que nacieron en Juárez, un actor extranjero sucumbiría en el intento. A lo sumo aceptaría a Oscar Jaenada, el español que le dio vida a Cantinflas pero ese desconocido llamado Julián Román jamás lo haría.
El realizador Poncho Pineda, a quien el cantante le había contado en 40 horas repartidas en dos años toda su vida, la misma que iba a ser llevada a la pantalla chica en una serie llamada Hasta que te conocí, le pidió que viera la audición. A regañadientes, Juan Gabriel aceptó ver el video. Al minuto ya estaba convencido: el papel era de Julián Román.
No era la primera vez que alguien dudaba de su talento. A los 14 años tuvo que soportar los desplantes de la experimentada actriz argentina Delfina Guido quien lo insultaba y le recomendaba dedicarse al fútbol. Edgardo, su padre, se convirtió en el bastión que no lo dejó sucumbir.
Las dudas lo embargaron los 3 meses que duró la grabación. Todo el tiempo hablaba solo con el espejo intentando controlar cada gesto, cada sílaba. Se grababa y se la enviaba a sus amigas actrices. Tenía que ser perfecto. Lo logró.
Julián Román no se parece a esas estrellitas intrascendentes que pululan en RCN y Caracol. Lleva la actuación en la sangre. A los seis meses debutó en una telenovela a la que lo prestó, sin su permiso, su padre. La pasión por el teatro se le encendió a los siete años cuando acompañaba a su papá al Teatro Popular de Bogotá cuando actuaba en el montaje de la obra Muerte de un viajante. Fue su ídolo, su faro, mucho más que Al Pacino, Robert de Niro, Marlon Brando o cualquier pichón de Lee Strasberg.
Video tomado de El Espectador
En los ochenta eran tiempos difíciles. Los actores, por más famosos que fueran, no ganaban demasiado. Edgardo había tenido un éxito enorme con su encarnación de Jorge Eliecer Gaitán en la serie de RTI emitida en 1984. Con lo que ganó le alcanzó para comprarse una casa en Fontibón, en ese entonces casi un terreno baldío al lado del aeropuerto El Dorado. Julián se divertía con los otros niños del barrio viendo como pavimentaban las calles, como los enormes cilindros del acueducto perforaban la tierra.
Julián no conoce al divo de Juárez. Sabe que es hermético de su vida privada, que vive alejado del mundo como si fuera un vampiro. No se saben mucho de sus amores, de sus gustos. Sólo la adicción al chocolate ha salido a flote. Julián no lo conoce pero sabe que quedó satisfecho. Román quedó tan enamorado de su papel que, cuando acabó la grabación, duró tres semanas triste bebiendo tequila y escuchando las canciones de Juan Gabriel que ahora incluso le gustan más que las de Fito Páez, su actor favorito.
Hasta que te conocí significa mucho para Julián Román. Con su extraordinaria interpretación vuelve a los niveles de popularidad que tuvo hace una década cuando paralizaba los televisores de Colombia con su papel de Leo el reggetonero de Los Reyes. Siete años después de haber protagonizado Valentino el argentino, el fracaso más grande de la historia de la televisión colombiana, Román se sacude el polvo y obtiene un éxito continental. Cuando TNT pasó la serie hace unas semanas, su actuación fue aplaudida en toda Latinoamérica.
A sus 39 años ya no tiene la energía por ser el más levantón sin ser el más guapo. Aparece poco en las revistas del Corazón de las que era asiduo en la década pasada cuando salía con Geraldine Zivic, Silvia de Dios, Angelica Blandón y la mexicana Ana Serradilla, entre otras bellezas. Ahora está concentrado en consolidarse como una gran estrella, rol al que parece estar predestinado desde que era un niño asombrado de ver a su padre transformarse en otras personas encima de un encenario.