Pese a aquellos que les trasnocha ver una Colombia en paz, hace tres días la Corte constitucional dio vía libre a la refrendación, mediante la figura del Plebiscito, a los acuerdos de La Habana; el pueblo colombiano por fin y, después de 52 años de guerra ininterrumpida, respira lo menos imaginado: la Paz.
Esa misma guerra que, según el magnánime de la ultraderecha, el señor Fernando Londoño dizque nunca existió (¡claro! sus hijos nunca fueron al campo de batalla), que cobró victimas de todos los sectores en confrontación sin distingo de ideologías, por fin quedará atrás. Soldados, guerrilleros, todos hijos de barriadas no volverán a enfrentarse, no se verá una sola sangre derramada en este país de grandes riquezas, no distribuidas equitativamente; esa guerra que se pudo evitar…
Campesinos marquetalianos en los años sesenta, solo pedían asistencia social para sus comunidades: vías, puestos de salud, médicos y medicinas, escuelas y, sobre todo, tierras para cultivar y acabar con la pobreza de sus comunidades. Si solo se hubiera leído el programa agrario emitidos por ellos un 20 de Julio de 1964, sobre todo este párrafo, “Nosotros somos revolucionarios que luchamos por un cambio de régimen. Pero queríamos y luchábamos por ese cambio usando la vía menos dolorosa para nuestro pueblo: la vía pacífica, la vía democrática de masas. Esa vía nos fue cerrada violentamente con el pretexto fascista oficial de combatir supuestas “Repúblicas Independientes” y como somos revolucionarios que de una u otra manera jugaremos el papel histórico que nos corresponde, nos tocó buscar la otra vía: la vía revolucionaria armada para la lucha por el poder” la dinámica social y política en Colombia fuera diferente.
Pero no la reacción institucional ante este llamado, fue la confrontación que duró generaciones. Y la agresión no se hizo esperar; que empiece la guerra (fácil fue iniciarla y difícil fue terminarla). Altos mandos militares; los discursos incendiarios, que en el Congreso de la República daba el entonces senador Álvaro Gómez Hurtado, al afirmar irresponsablemente que las regiones de Marquetalia, El Pato, Río Chiquito y el Guayabero eran “repúblicas independientes”, le dieron configuración a esta guerra que termina en nuestros días.
Las cifras de la agresión a los campesinos son cuestionadas. Los militares dicen que fueron 1.200 hombres; otros que fueron 3.300; mientras que las guerrillas de Marulanda afirman que fueron entre 10.000 y 16.000 militares, apoyados por Aviones T-33 y por siete Helicópteros, armas bacteriológicas, entre otras. Mientras que el entonces movimiento guerrillero en gestación estaba compuesto por 30 hombres escasamente armados. “El arma más ventajosa era una carabina San Cristóbal; las demás, ocho fusiles M1, y el resto, fusiles de perilla”, dijo algunas vez Jaime Guaracas, un Comandante guerrillero.
Razón tiene el alcalde de Cali al afirmar que “La guerrilla tiene que pedir perdón, pero nosotros también le tenemos que pedir perdón a la guerrilla por haberlos conducido a que estén 60 años dando bala porque tenemos una sociedad injusta, una sociedad que no ha creado las oportunidades, que no ha creado las condiciones para que tengamos un país más justo, menos inequitativo”.
Los intentos por terminar la guerra entre el gobierno y las Farc-ep no son nuevos. Son cerca de nueve intentos de acercamientos. Los referentes inmediatos son los Acuerdos de la Uribe: “Cese al Fuego, Tregua y Paz”, a comienzos de los años ochenta del siglo anterior. Los cuales fracasan por el genocidio al movimiento Unión Patriótica, fundado por las Farc-ep con el objetivo de reincorporarse a la vida política nacional. Estado y su engendro, los paramilitares fueron los responsables. Luego, para finales de los noventas, se dan los connotados diálogos del Caguán.
Sin frutos que recoger en los mismos, se da la ruptura, y se inicia una de las más grandes guerras que historiador alguno aún no ha estudiado con profundidad.
Para comienzos de los años dos miles (Sic), entra con todo su furor el Plan militar Colombia y sus variables (el patriota); Plan que, inicialmente tenía un componente social y los E.E.U.U. lo direccionaron en la parte militarista. Así, se inicia el reacomodo militar de las fuerzas armadas colombianas con apoyo directo de los E.E.U.U. en asesoramiento y financiamiento; es decir todo una modernización tecnológica del aparato bélico de las F.F.A.A.. Pero que de igual manera las guerrillas inician otras series de tácticas, como lo que ellos mismos llamaron “repliegue estratégico”. Esto quiere decir que mientras el gobierno dialogaba, se preparaba para dar una lucha a muerte para aniquilar a las guerrillas.
A su turno, Álvaro Uribe Vélez, en 2002, encontró el terreno abonado; además de las desesperanzas de todo un pueblo por ver agonizar sus sueños de paz en el Caguán. Fueron ocho años de guerra en la máxima expresión de la palabra. Bombardeos, ataques de lado y lado; falsos positivos; de los mismos hijos de pueblo peleando entre sí mismo. Pero también de coqueteos de diálogos.
Hoy, después de emprender el viaje de no retorno, el presidente Santos y las guerrillas de las Farc-ep, se encontraron en Noruega para decirle al país nacional que la paz los acercaba, y así terminar la guerra real que existía acá en nuestro país.
Solo bastaron seis puntos a negociar. Puntos dentro de los cuales hubo consensos generales de parte y parte. El acompañamiento internacional, el sacar los diálogos del país (medios de comunicación politizados; y enemigos internos y abiertos a un proceso de paz), la asistencia de todos los mandos militares en la mesa de diálogo fueron cruciales y definitivos para que en estos momentos podemos hablar felizmente de la terminación de conflicto y su refrendación, anunciado y firmado en junio pasado.
Jamás nos imaginamos que, nuestros hijos y nietos iban a tener el honor, - por fin convertido en derecho-, de tener una paz duradera para el país. Una paz donde los recursos de la guerra puedan ser invertidos en escuelas, hospitales, viviendas, infraestructura vial, en desarrollo agrario integral, y muchas cosas más que estaban siendo invertidas en una guerra con presupuesto oneroso.
Después de cuatro años de negociaciones, gobierno y Farc-ep, están concentrados en sacar adelante el punto seis del proceso de paz: Implementación, verificación y refrendación.
Lo anunciado el pasado 23 de Junio es clave: la concentración de la guerrilla en 23 zonas veredales y 8 campamentos. Hoy se encuentran guerrilla y gobierno inspeccionando (verificación) estas zonas propuestas para poder dar inicio a la consolidación de la paz duradera.
Paralelamente, viene avanzando el Plebiscito por la Paz, liderado directamente por el gobierno nacional, que busca, precisamente, refrendar los acuerdos de La Habana. La Corte constitucional declaró exequibles, en fallo histórico, los articulados del proyecto aprobado por el Congreso de la República.
El aval al Plebiscito por la Paz como el mecanismo para refrendar los acuerdos de paz que firmen el Gobierno Nacional y las Farc-ep, es una de las condiciones necesarias para que los colombianos con su voto respalden el sí a la paz y no a la guerra. La Corte mantuvo el umbral del 13 %, por lo que se requieren 4.5 millones de votos. El optimismo es reinante en todas las esferas sociales y políticas.
Lo anterior significa que los acuerdos pueden estar firmándose en tiempo no lejano; como también la realización del plebiscito.
Por último, resta decir que, para que exista una verdadera paz en el país, se hace necesario iniciar diálogos con el Ejército de Liberación Nacional, ELN. Entendemos que hay voluntad política entre las partes. De esta manera podemos respirar un ambiente de reconciliación total en Colombia, como también del Postconflicto.
Dios mío, en tus manos colocamos esta guerra que ya pasó y la paz que llega…