Veo en los acuerdos de paz de La Habana el más inminente peligro de que a nuestra Patria llegue el comunismo vestido de socialismo del siglo XXI. O de Castrochavismo que, para el efecto, son lo mismo.
Del Foro de Sao Paulo salieron, entre muchas otras cosas menos destacables, una conclusión y un objetivo.
La conclusión: Aceptar el rotundo fracaso de la lucha armada por el poder político en América Latina.
El objetivo: La determinación de conseguir el poder mediante la combinación de diferentes formas de lucha.
Una empresa de 60 años, como las Farc, incapaz de lograr ninguno de sus objetivos en tanto tiempo, tendría que haber renunciado a ellos, cambiar sus estrategias para lograrlos o simplemente desaparecer.
Las Farc decidieron cambiar sus estrategias y, de la mano de las directrices del Foro de Sao Paulo, abrir en Colombia las puertas para que el comunismo o socialismo del Siglo XXI o Castrochavismo, como queramos llamar este movimiento socio-político, entre al país, se apodere de sus instituciones y finalmente asuma el anhelado poder, tan perseguido por este grupo, durante sus 60 años de existencia.
Ocupar cargos claves en la Administración Pública, en los Organismos de Control, en el Aparato Judicial Colombiano y en los demás entes públicos, para que desde dichas posiciones y dignidades se preparara el terreno para la toma del poder mediante el ejercicio democrático, fue la primera etapa de la estrategia del Foro de Sao Paulo.
Es innegable la infiltración de los “mamertos” entre Jueces, Magistrados y Fiscales; entre Militares y Policías; entre Senadores y Representantes; entre Concejales y Diputados; entre Gobernadores y Alcaldes y defintivamente, en el Poder Ejecutivo, compuesto por los Ministros y el Presidente.
Las conversaciones de paz de La Habana son un sainete en el cual la mitad de los actores conoce con demasiada anticipación el libreto, mientras la otra mitad, tiene que improvisar sus parlamentos. Los narcoguerrilleros saben perfectamente para dónde van, mientras los plenipotenciarios del Gobierno no tienen ni la menor idea de los verdaderos objetivos de esta farsa.
El cese bilateral de las hostilidades acordado hace pocos días, adornado con la promesa de entrega de las armas por parte de las Farc, es una de las más extraordinarias escenas del sainete, digna de experimentados actores.
Las Farc ya no necesitan las armas para amenazar e intimidar a los Colombianos, pues ya les dijeron en el Foro de Sao Paulo que la lucha armada se acabó, que fracasó, que eso no genera confianza y por lo tanto, en el futuro, da votos…
Pero esas armas de fuego tienen un valor incalculable en este mal llamado proceso de paz: Se pueden cambiar por las nuevas armas; por las armas que les permitan a los guerrilleros legislar, gobernar y juzgar, sin estridencias, sin explosiones, sin heridos, sin bulla ninguna y, obviamente, sin la sangre, que es tan escandalosa.
Hace ya algunos días asistimos por televisión al INTERCAMBIO de armas de las Farc con el Gobierno Colombiano. Ellos prometieron entregar en módicas cuotas, sus armas de fuego y el Gobierno a cambio les entregará un Estado paralelo desde donde ellos modificarán todas nuestras Instituciones para que finalmente, todos los no-comunistas seamos acusados, juzgados y castigados con todo el rigor de las nuevas leyes, mientras ellos ocupan los cargos claves en el Gobierno.
¿Somos conscientes de que en el dichoso acuerdo de cese bilateral de hostilidades, se plantea la creación de 14 nuevas Instituciones para garantizar el cumplimiento del mismo por parte del Gobierno y para perseguir a todos los que se opongan?
Ya los guerrilleros consiguieron que la Comisión de la Verdad Histórica los exculpara de sus crímenes, pues actuaron siempre en defensa del pueblo y en contra del Estado opresor. Así las cosas, ellos resultaron siendo las víctimas y los que no hemos estado nunca con ellos, los victimarios.
Ya les dijeron que el narcotráfico es un delito conexo, al cual tuvieron que llegar como simple mecanismo de financiación de su causa y que, por ende, no es punible.
Ya empezaron a caer los opositores a sus doctrinas y los que de alguna manera podrían atravesarse en el logro de sus objetivos: Militares en las cárceles, políticos y familiares de ellos enjuiciados, policías en la picota pública…y la noche que llega.
Ya los guerrilleros consiguieron que se suspendiera la extradición a los Estados Unidos, la fumigación aérea de cultivos ilícitos con glifosato; ya los guerrilleros convencieron al Presidente de su pobreza e imposibilidad económica para asumir responsabilidades en la reparación a las víctimas; ya los guerrilleros consiguieron su propio Tribunal de Justicia para juzgar a sus opositores y detractores y exonerarlos a ellos de toda culpa.
¿No son acaso estas nuevas armas, mucho mejores, mucho más eficientes y mucho más poderosas que los fusiles y las granadas?
Un Juez comunista, simpatizante de las Farc es, sin duda ninguna, mucho más peligroso en todo el sentido de la palabra, que un muchacho guerrillero con un fusil, en las selvas colombianas.
Le hace mucho más daño al País, un Senador o un Representante a la Cámara comunista, que un simple guerrillero armado, en la mitad del monte.
¿Cuántos fusiles quiere el Señor Presidente, por una curul en el Congreso de la República?
¿Cuántas granadas vale para el Señor Presidente, una Magistratura en la Corte Constitucional?
¿Cuántos lanza-granadas quiere que le demos al Señor Presidente, por cambiar la Constitución, con la inminente alcahuetería del Congreso, al antojo de las Farc?
¿Cuántos revólveres y pistolas pueden haber costado el Ministerio de Defensa en cabeza de Juan Manuel Santos durante el gobierno de Uribe y, lo que es peor, el Viceministerio en cabeza de Sergio Jaramillo?
¿Se puede imaginar alguno de nosotros la cantidad de información que tiene Sergio Jaramillo sobre las Fuerzas Armadas de Colombia, para ser entregada en bandeja de plata a quienes fueron los enemigos de la República durante 60 años?
El Gobierno, a través de sus negociadores plenipotenciarios de La Habana, ya puso en manos de las Farc las nuevas armas que les garantizarán su gestión para la llegada del comunismo a Colombia y a cambio, los narcoguerrilleros nos van a entregar sus pistolas, fusiles y granadas para que, en su nombre, hagamos tres monumentos a la paz. ¡Gran negocio!
La resistencia civil y la firmatón son campañas loables, pero inocuas y la Colombia buena, la Colombia libre, la Colombia progresista, no puede permanecer impávida ante semejante peligro.
Entiendo que a los Presidentes no se les puede revocar el mandato y parece que Santos está atornillado en el poder, sostenido firmemente por sus seguidores y los seguidores de las fuerzas comunistas.
Me pregunto a menudo si los colombianos podemos revocar el mandato que le dimos al Congreso.
¿Se imaginan ustedes a Santos sin el apoyo de este nefasto Congreso?