En el pasado la Economía Política –más exactamente en la versión del marxismo- fue una cuasirreligión de los países socialistas, pero por la lógica histórica ha prácticamente desaparecido: el triunfo del capitalismo y la democracia como sistemas económico y político respectivamente, es un hecho consolidado; el Mercado remplazó la idea del Estado Planificador e Interventor, y la libre empresa se volvió la nueva religión; y con el ajuste realizado por los Estados que se habían propuesto como alternativas a esos modelos (solo queda un rezago de Cuba y China) desapareció el respaldo teórico o científico que dio lugar al desarrollo de la economía política como ciencia social y no económica.
Una materia central era el estudio de la historia a través de los cambios estructurales que, a veces como causa y a veces como consecuencia, acompañaban la evolución de la economía, de acuerdo a los avances en el ‘modo de producción’, con las nuevas relaciones sociales, las nuevas tecnologías, y los nuevos factores que aparecían.
Con relación a esta materia, uno de los aspectos de más peso lo representaban los cambios demográficos. Y entre ellos el más significativo, tanto por sus efectos como por lo reciente, es la llamada transición demográfica, consistente en la inversión de la pirámide que suponía que el aumento de la población joven estaría en la base para irse reduciendo siempre a medida que se tomaban edades mayores. Con la disminución del número de hijos y el aumento de la longevidad gracias a la medicina, hoy la relación entre jóvenes y mayores no tiende a mantener esa estructura sino por el contrario la proporción de ancianos y de nacimientos tiende a ser la inversa: la tercera e incluso cuarta edad forma cada vez una proporción mayor que la de los recién nacidos.
Las consecuencias de esto son conocidas, por ejemplo y sobre todo en los sistemas de pensiones que son el dolor de cabeza de todos los Estados en la actualidad.
Pero otra transición puedes ser igual de interesante: la transición de relaciones de género.
La liberación femenina y la reivindicación de la libertad sexual en general son hechos tan concretos como el triunfo del capitalismo y la democracia.
La liberación femenina y la reivindicación de la libertad sexual
son hechos tan concretos como el triunfo del capitalismo y la democracia
(aunque aún existan procuradores Ordóñez)
En cuanto a lo social, en el matrimonio (o en la relación que lo remplaza) ya no es lo usual que el hombre sea bastante mayor que la mujer, ni que sean una pareja para toda la vida. Si antes eso explicaba que existiera un número mayor de viudas que de viudos y se resaltaba más la condición de solterona que de solterones, hoy ya eso o no existe o no se ve.
Igual, el hecho que la vida sexual de la mujer comenzaba más tarde y terminaba más temprano que la del hombre –con hitos como la perdida de la virginidad y la llegada de la menopausia- implicaba que, si se asumía que los encuentros sexuales eran siempre entre personas del sexo opuesto, los varones necesitaban compensar el desequilibrio que esto producía y para eso la prostitución era la respuesta.
Pero aún no se ha consolidado su efecto en lo económico. Se ha avanzado mucho en cuanto la oportunidad para que cualquier persona pueda acceder a cargos de responsabilidad y poder; pero estadísticamente ocupan menos esos altos puestos las mujeres que los hombres; y lejos estamos aún del ‘igual salario para igual trabajo’. Y aunque en los hogares se da más equidad en la repartición de las labores, aún no se cuantifica formalmente el trabajo del ‘ama de casa’, y para efectos de la macroeconomía ni es empleo ni genera riqueza.
Sin embargo las luchas feministas se han orientado más a combatir el machismo, que ha reivindicar su valor como contribuyentes al desarrollo de un país y su función dentro del sistema productivo. Se sabe además que la explotación sexual escandaliza y da más ‘rating’ que el análisis de esa forma de explotación económica.
Y como transición ya no de género pero si de generación, después de la era hippie de las drogas y las flores, y la era yuppie de la juventud ávida de éxito económico, la actual generación es indiferente a su entorno económico y político; esto produce resultados como el brexit donde como dicen ‘los viejos decidieron el futuro de los jóvenes’ porque estos no hicieron la presencia que correspondería a su porcentaje poblacional.
Pero la ‘ciencia económica’ pretende ser ‘aséptica’ y no contaminada con los conflictos sociales. Sin la Economía Política como rama del conocimiento no existe entonces el instrumento para manejar estos nuevos fenómenos socioeconómicos, ni siquiera para conseguir la información que permitiera intentarlo.
La humanidad se mercantilizó a tal punto que ya no le interesa estudiarse y entenderse como una especie en evolución; hoy sobran las ciencias que ayudarían a ello.