Llegó a Colombia hace 9 meses, gracias a la fundación “Escuela para la vida”, que todos los años envía voluntarios a Cali para trabajar en alguno de los proyectos sociales que tienen fundaciones como Sidoc. Con apenas 19 años, esta chica alemana trabaja sin descanso con niños de uno de los sectores más marginados de la capital del Valle: Siloé.
Se llama Nora Feline Becker, y destaca por su cabello rubio, entre los chicos de la Orquesta Sinfónica de Siloe. Nació en Colonia, Alemania, la cuarta ciudad más grande de ese país, divida en dos mitades por el río Rin.
Un día, hace nueve meses, la vida la trajo hasta Cali, ciudad de la que desde el primer momento se enamoró y en la cual cada día comparte sus conocimientos de la viola, con los chicos de la Sinfónica.
La encontré en una de las clases que se realizan diariamente en el Liceo Cañaveral de Occidente, del barrio Belisario Caicedo, centro de formación y ensayos de la Orquestas Sinfónica de Siloé. Sencilla, risueña, amable, aceptó contar un poco de su trayectoria y de su trabajo en Siloé.
¿Qué sabía de Cali cuando decidió su viaje a esta ciudad? Salsa y rumba, me imagino, le digo, para iniciar la charla
“Si, -dice mientras ríe-, eso, pero yo quería trabajar en una orquesta y no hay muchas orquestas en el mundo para trabajar por un año como voluntariado cuando uno tiene 18 años. Entonces yo pregunté muchas fundaciones y por fin me dijeron de la Fundación Sidoc. Yo no conocía mucho sobre Colombia, ni sobre Cali, pero ahora sí más”.
¿Cómo la han tratado en Cali?
Muy chévere, la gente parece abierta, con más alegría, todos son muy amables, preguntan y ayudan y todo.
Se lo hago notar, pero Ud. ya parece caleña, ya dice chévere, bacano, legal. ¿Sabía español antes de llegar a Cali?
No, cuando llegué yo no hablaba ninguna palabra en español. Cuando llegué solo decía ¡Hola!, y ya, no más. Los primeros meses fue muy difícil, pero ya, todos los días aprendo más español.
¿Cuál es su especialidad en música?
Yo toco la Viola, y debía cursar estudios de Viola, durante 7 años. Ahora trabajo con los niños que tocan este instrumento y doy clases individuales a los niños más chiquititos. Eso es parte de mi trabajo, y la otra tarea, es ayudar en la Orquesta, tocar con el grupo de Violas. Eso lo hago en las tardes. En las mañanas, organizamos las partituras, carpetas, instrumentos. El año pasado terminé mi colegio y lo que estoy haciendo es lo que aquí llaman un voluntariado. En septiembre regreso a Alemania para entrar a la Universidad.
¿Qué aspira como músico?
Yo no quiero estudiar música, porque la música para mí es un hobby, para tocar en la casa, con amigos, y con orquesta, pero no para vivir de la música. Es un proyecto de vida, pero muy personal, pero no para ejercer como profesión y ganar la plata.
¿Entonces, qué va a estudiar para ser profesional?
Todavía no lo sé exactamente, pero voy a entrar a la Universidad en Psicología, y voy a ver cómo es el camino, a dónde me va a llevar.
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con los niños de la Orquesta Sinfónica de Siloé?
Es súper chévere. A mí me gusta mucho. Cuando llegué no hablaba español y la música me ha ayudado mucho a entender a los niños. Pero ahora que hablo más español, vienen los niños para conversar conmigo y no solo para que yo les doy las carpetas o les enseñe. Toco con ellos la Viola, pero ahora también vienen a contarme cosas y eso es súper chévere y me gusta mucho.
¿Y dónde vives, acá en Cali?
Yo también vivo en Siloé, en Brisas de Mayo, y me gusta compartir con los niños y jóvenes de éste sector. Me quedo con ellos luego de clase y subimos la loma juntos, vamos a jugar fútbol o simplemente hablamos y reímos, es decir, son mis amigos, mi familia de acá.
¿Cómo ha asumido esa gran diferencia que debe existir entre la suntuosidad de su Alemania natal, a la humildad de estos parajes del barrio Siloé?
Sí, claro, es diferente, pero para mí no es importante como las personas viven, o como sea su ambiente. Es importante como son los muchachos no como viven. Para mí es muy divertido el ambiente. Todos los días son diferentes, a veces los chicos pasan a mi casa y me dicen “Hola, profe. ¡Hola Nora!”. Eso para mí es súper chévere y me gusta, el ambiente. Hay días cuando no salgo de Siloé. Solo bajo de mi casa para el trabajo con la Orquesta, en el barrio Belisario y subo otra vez y estoy con los muchachos, con mis amigos.
¿Cómo ve a los muchachos respecto al que hacer musical en estos barrios que han sido marginales y marginados?
Yo creo que si algún niño de verdad quiere estudiar música, éste programa de la Fundación Sidoc, está muy bien. Pueden ingresar desde los 7 años y tienen clases todos los días, cinco días a la semana de las 2 a las 5 de la tarde. Son tres horas y pueden estudiar en la orquesta que es muy chévere, puedes tocar con otras personas que también tienen clases y esto ayuda mucho. Por ejemplo, ya hay personas que grabaron y de los que están estudiando han tenido sus audiciones para entrar a la Universidad. Yo creo que si las personas lo quieren y estudian, si lo pueden.
¿Qué le diría a un chico del barrio que desee venir a la Orquesta? ¿Qué le recomendaría?
Que venga, que escuche. Que la primera vez que venga, escuche a los demás tocar y la alegría que se siente. Porque no es, -pone voz de persona que ordena-, “Repite eso otra vez. No hagas eso”, pero la realidad es que estamos felices y contentos. Somos amigos y también con los profesores. ¡Ese aspecto de la Orquesta es genial y súper chévere!
¿Es muy diferente la enseñanza de la música en Alemania a la que se hace acá en la Orquestas Sinfónica?
Sí, porque este de la Fundación Sidoc, es un proyecto diferente. También hay unos así en Alemania, pero yo no he estado en un proyecto así. Yo tenía una hora de estudio una vez en la semana. También toqué en unas orquestas pero era una o dos veces en la semana. O eran proyectos. Aquí es 5 días a la semana 3 horas al día, eso es como toda la tarde y eso es divertido para los niños y a mí me parece chévere.
¿Usted acompaña a la Orquesta a las presentaciones que hacen?
Sí y eso siempre es genial. Cuando tienen conciertos yo voy a tocar con ellos. Esos conciertos para mí son momentos especiales y me parece también que son muy importantes para la Orquesta porque todos llegan a la Fundación, ansiosos. Después viajamos en bus todos juntos, todos ya con sus camisetas que identifican la Orquesta o con la ropa de gala y todos vamos juntos y comentando: “¿dónde iremos a tocar?”, “¿qué vamos a tocar?”, porque no siempre sabemos que tocamos. Luego tocamos las canciones y todos nos divertimos y nos alegramos mucho.
También, después cuando decimos: “tuvimos un concierto, que chévere”. Tenemos refrigerio, comemos, hablamos y luego nos regresamos a Siloé. El concierto siempre es una acción súper chévere.
¿Hasta cuándo va a estar en Colombia?
Hasta septiembre, luego me regreso a mi país.
¿Le entristece partir?
Sí, claro, -me dice-. Hay muchos aspectos que voy a extrañar: la gente, los niños y jóvenes – mis amigos, los profes, el ambiente en las calles, los horarios y mi trabajo en general, porque nunca voy a hacer algo así otra vez. Pero, también hay cosas en Alemania que quiero ver otra vez, como mi familia, y otras cosas; pero para mí, este año, acá en Colombia, ojalá, no terminara, aunque ya faltan tres meses y aunque es muy poco tiempo es a la vez mucho tiempo que quiero disfrutar y vivir todos los segundos, todos los momentos.
¿No sintieron temor sus padres de que se viniera a Colombia?
No mucho. Mis papás me ayudaron mucho con mi decisión de venir para acá.
¿Y qué le dicen, de las fotos que usted les manda y de lo que les cuenta?
Estamos hablando vía Whatsapp muchos días, al veces nos llamamos y ellos están contentos de que yo esté contenta que disfrute todo lo que hago acá, que pueda hacer lo que me gusta.
¿Qué de la música colombiana le ha gustado?
Hay muchos ritmos de baile que no existen en Alemania. Por ejemplo, la Salsa, Merengue, Bachata, todo eso no lo hay. Pero también a mí me gusta la música indígena mucho porque también es diferente a la música en Alemania y también conocí instrumentos que es súper chévere escuchar y tocar.
¿Y baila?
Hummm... Pues todavía no sé. Obviamente no se bailar como los caleños pero si al veces salgo y bailo.
Déjanos una reflexión sobre la música y sobre lo que estás haciendo aquí en la Orquesta.
Yo creo que la música es otro idioma y cuando los niños o las personas viven la música en realidad olvidan las otras cosas. Cuando están tocando, ese es el idioma que están hablando y eso es súper chévere, y yo quiero que todos lo puedan hacer o experimentar. El proyecto de la Fundación Sidoc con la Orquesta de Siloé, ayuda mucho porque yo sé que algunos niños viven intensamente la música, ese es un aspecto, pero el otro es que están felices con sus amigos. Si no es la música, sí son sus amigos los que les dan felicidad porque vienen por su propia voluntad; no tienen que venir, pero quieren venir y eso, me alegra mucho.
¿Cree que la Fundación Sidoc les ha servido a los chicos con la Orquesta y su programa de música para este sector de Cali?
Sí, mucho. Porque todos vienen con alegría. No tienen que venir, pero ellos quieren venir, quieren escuchar, quieren aprender, quieren estar con nosotros en la Fundación, con sus amigos, con todos y esto para mi es la cosa más importante.