Vivir en Colombia, especialmente en gobiernos como el de ahora, pero también como el de Uribe... y todos los expresidentes vivos y muertos, es como vivir en el centro del planeta: no hay gravedad, no hay arriba ni abajo... es como vivir en una singularidad que solo entienden ellos, los que la crean y deleitan con su aberrante falta de vergüenza.
Darle vida a esta hipótesis no exige ni siquiera del realismo mágico de Gabo, pues tan solo basta con mirar los últimos pronunciamientos y actuaciones del presidente Santos.
Pronunciamientos, como cuando se refirió en días pasados al evidente paro de campesinos que a pesar de ser evidente para él no existió sino hasta que sintió el desabastecimiento en los centros mayoristas de todas las capitales incluyendo la despensa de su república independiente que el solo con su familia habita: la Casa de Nariño.
Actuaciones, como la determinación tomada para superar la debacle de su gabinete, nombrando cinco nuevos ministros, no sin antes premiar a los remplazados con embajadas de recreo y prestigio en países europeos, y pagar sus deudas políticas llevando a las carteras ahora acéfalas a prominentes figuras seleccionadas del mismo universo de políticos torcidos o personajes recomendados por estos sacados con barita mágica del sombrero de copas de los gremios.
De verdad vivimos como en el centro de la tierra: Patas Pa´riba.