Pudo ser a finales de 1977 cuando en una de mis incursiones buscando libros y música en el viejo centro de Barranquilla me detuve, como solía hacer, en el viejo almacén de Discos Daro que atendía tan diligentemente el maestro Rafael Oñoro Urueta, un sitio de grata recordación para los barranquilleros amantes de la música, y en donde compré los primeros discos de vinilo de mi colección de jazz. Allí, mirando en el mesón de los saldos, hallé un disco de jazz del sello Pablo a nombre de Jon Faddis, titulado Youngblood, Sangre nueva, que aún conservo, en el que descubrí por primera vez que alguien era capaz de lograr, con todo el ímpetu de la juventud, los pormenores trompetísticos de un estilo paradigmático en el jazz moderno: el efectismo de los sobreagudos y la digitación vertiginosa y epiléptica con la que John Dizzy Gillespie había escrito las primeras páginas históricas del bebop al lado de Charlie Parker.
Antes de Faddis no se recuerda a nadie que haya llegado a tales niveles de acercamiento e imitación a ese estilo que había recibido por igual en su momento grandes descargas de admiración y detracción. Un poco después de él el caso de Arturo Sandoval llamó también la atención en tal sentido. Pero apadrinados ambos por el propio Gillespie, fue precisamente Faddis el que arrancó alguna vez de su maestro la expresión aquella de “es el mejor de todos, incluyéndome a mí”.
Sumadas a ellos las legendarias figuras del ellingtoniano Cat Anderson y del canadiense Maynard Fergusson conformaban entonces el gran Olimpo competitivo de las trompetas de mayor altura en su registro: Anderson, Gillespie, Fergusson, Faddis y Sandoval. La diferencia fue siempre que Jon Faddis no tuvo nunca la proclividad circense que han tenido siempre las otras tres figuras. En eso él es un poco más Anderson. Sea que aparezca en escena en la barra de trompetas de una big band, dirigiendo una banda o un pequeño grupo, Jon Faddis ejerce siempre su trabajo con especial recogimiento, concentración y estilo, sin caer jamás en las tentaciones histriónicas que suele plantear casi siempre una audiencia que delira, reclama y aplaude a rabiar luego de uno de esos solos suyos en los que puede llegar a ser al mismo tiempo efectista, espectacular, intimista, contenido, explosivo, irónico y poético, cualidades que pueden servir para redondear una definición de eso que él mismo ha llamado en su música la Faddisphere; es decir, una atmósfera jazzística especial en la que se hace particularmente respirable una forma de ser y hacer la música. La de Jon Faddis.
Atmósfera en la que a pesar de los aires gillespeanos soplados a toda conciencia se reconoce la especificidad de un lenguaje claramente propio y personal. Una prueba de ello puede ser el memorable y temprano solo de Faddis en el sexteto de Gillespie interpretando el estándar Here is that rainy day en el festival de Jazz de Montreux en 1977. Un momento histórico para quien a los 24 años era ya una figura visible en el panorama de la trompeta contemporánea.
En realidad Faddis había recibido muy temprano la influencia de su maestro Gillespie cuando era apenas un adolescente luego de aprender con Bill Catalano, un trompetista de la Orquesta de Stan Kenton. Pero su primer deslumbramiento con la música y la trompeta fue con Louis Armstrong a través del programa de televisión de Ed Sullivan. Aquella audición lo marcaría de por vida, al punto de que hoy por hoy cuando invierte largos períodos de su vida profesional dedicados a la enseñanza en orquestas, colegios y universidades, no tiene duda en afirmar que no importa qué instrumento esté estudiando alguien, es absolutamente necesario que estudie a Armstrong porque es importante entender la fuente original, como lo dijo en una entrevista para Jazz Review hace algunos años.
A finales de los años 80 participó en el famoso concierto homenaje a Gillespie en sus 70 años conformando una impresionante big band con beboppers legendarios y compartió más tarde la experiencia de dirigir la gran idea-proyecto de su maestro, la United Nation Orchestra, para una gira internacional. A comienzos de los 90 sería designado director de la Carnegie Hall Jazz Band con la que trabajó buena parte de esa década para después concentrarse algunos años en la experiencia de un connotado sexteto codirigido en compañía del saxofonista Jimmy Heath y del trombonista Slide Hampton. Luego pasaría a jugar un importante papel en el desarrollo del proyecto del Trumpet Summit Band, una especie de quién es quién en la trompeta del jazz por el que han pasado figuras como Clark Terry y Benny Bailey, Roy Hargrove, Terell Stafford y Nicholas Payton, entre otros.
Ahora que reviso mis notas de jazz me encuentro con el registro de impresiones que nos dejó hace algunos años en Barranquijazz, cuando en un 11 de septiembre, con un cuarteto conformado por la pianista Renee Rosnes, el contrabajista japonés Kiyoshi Obata y el baterista de Islas Vírgenes Dion G. Parson, nos hizo entrar en la Faddisfera.