Los ánimos se caldean y se caldean, como una olla a vapor que si no tiene escape puede explotar. Así de fuerte está el ambiente político en el país, como pudo verse en el debate del Congreso para aprobar la estabilidad jurídica de los acuerdos de paz. Es saludable que en esos espacios se digan todo lo que se tienen que decir, se hablen duro, se recriminen. Esa es una válvula de escape que permite que las democracias no exploten. Pero eso sí, que participen, que debatan con ideas, que ofrezcan alternativas a los proyectos, que hagan propuestas realistas, no simple oposición por el odio a un gobierno.
En ese debate tan importante, un sector se escondió y los otros se dedicaron a tirarse dardos que no aportaron nada nuevo. Los conservadores, descoloridos como andan, desaparecieron en actitud reprochable porque si el proyecto no les gustaba han debido controvertirlo, y si les gustaba pues quédense para apoyarlo. Pero no, se ausentaron para no enfrentar al gobierno y no perder poder en ese revoltijo que es la Unidad Nacional, pero tampoco tuvieron el coraje de apoyar al Centro Democrático. Simplemente sabotearon. Triste espectáculo el de este partido que quiere pan y pedazo, sin decidirse a ser gobierno o ser oposición.
En cambio la bancada uribista sí dio el debate pero no presentó alternativas, simplemente sacaron a relucir los mismos manidos argumentos que hemos venido escuchando desde hace dos años. Nada de aportes, ninguna propuesta.
Volví a escuchar del líder de la oposición:
que va a haber impunidad, que las Farc son el mayor cartel de la droga,
que se les va a dar estatus político a los delincuentes, etc. etc.
Un sartal de obviedades
Al día siguiente volví a escuchar en boca del líder de la oposición, el expresidente Álvaro Uribe, los mismos lugares comunes. Que va a haber impunidad, que las Farc son el mayor cartel de la droga, que se les va a dar estatus político a los delincuentes, etc. etc. Un sartal de obviedades repetido hasta el cansancio, sin enfrentar el tema de la paz de una manera responsable con el país.
Y cuando los periodistas le preguntaron una vez más, sobre sus negociaciones políticas con los grupos armados a lo largo de ocho años de presidencia y en toda su larga vida política, volvió Uribe a recitarnos que los del Eme y los del EPL si fueron serios, que esos sí merecían que se los indultara, que les dejaran hacer política. Mejor dicho, que hubo un momento en que los acuerdos de paz sin pagar cárcel y sin un tris de verdad, justicia o reparación sí eran viables, pero ahora ya no.
Y no explica en medio de tanto odio, por una paz que él considera santista, cuál es la alternativa que propone. Porque si es verdad lo que dice, que él también quiere la paz, debería plantear soluciones, no trabas. ¿Es acaso solución salir a recoger firmas contra Santos? ¿Es solución tumbar al presidente y de paso acabar con los acuerdos?
Supongamos que eso se lograra, que en un arrebato de locura se diera un referéndum revocatorio y se cayera el presidente y se fueran al traste los acuerdos de La Habana. Cuál sería la alternativa que estos profetas del desastre le plantean al país; ¿volver a la guerra?, ¿enfrentar a la subversión con una institucionalidad dividida, a las puertas de una guerra civil?, ¿decirle a la comunidad internacional que mandamos todo para el carajo?, ¿acaso eso sería mejor que lo que ahora tenemos?
Se nos está olvidando que la tregua unilateral le ha dado a Colombia los meses más tranquilos de las últimas décadas. Que se ha reducido el secuestro, que han bajado casi a cero los enfrentamientos y la toma de poblaciones, que se está trabajando en el desminado, que se avanza aunque sea muy lento en la desincorporación de menores de las filas guerrilleras. Logros por supuesto que pueden parecerles tibios o lentos, pero sin duda logros que llevan hacia la paz.
Frente a esto, el Centro Democrático no tiene propuesta distinta a que todo se acabe, que se desmoronen los sueños de paz, que volvamos a la guerra inacabable y sin límites, donde todo vale con tal de mostrar muertes de lado y lado. Esas no son alternativas viables por mucho que el senador Uribe las pregone incansablemente y sus seguidores las repitan como una letanía. Eso no son soluciones para el país, son problemas y de problemas estamos hasta la coronilla.
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