Afortunadamente, posteriormente a la explotación cauchera, se inició un proceso de reestructuración y reorganización socio cultural. Un proceso que incluyó también el reconocimiento y reafirmación de sus territorios tradicionales anteriormente invadidos por los caucheros y después por los narcotraficantes. Por eso hay que reconocer que este resguardo del Predio Putumayo es un logro cultural, no solo de los Okaina, sino de todos los pueblos indígenas que habitan esta zona.
Llaman a su Dios creador “Fañañima”. Fue él quien solucionó los problemas del caos y organizó el cosmos con la creación del ojo, de la pupila, la palabra y el pensamiento.
Al desaparecer les dejó el símbolo del creador que reúne la solución a los problemas. A través de los ritos surgen las palabras sagradas. Los símbolos se cargan de contenido. Las figuras tienen una coherencia ritual. Toda la creatividad Okaina está guiada por este precepto y hay un conocimiento ancestral en todo lo que se hace.
Como en la mayoría de las etnias amazónicas hay una división sexual del trabajo por tradición. Los hombres se encargan de proporcionar a las mujeres los utensilios indispensables para la producción de alimentos y el mantenimiento de la casa con los materiales del bosque. También se consagran a la cestería, mientras que las mujeres se dedican a la tejeduría de chinchorros, bolsos y cestos. Los tejidos son compactos y resistentes.
Para los Okaina la experiencia es la materia prima para el desarrollo de su lenguaje creativo. Este no describe una realidad, sino que la crea y la recrea. De ahí que la elaboración de diseños se establece con bosquejos o figuras complejas que ellos perciben en su entorno natural. Hacen una interpretación particular de lo observado y esto se replica generación tras generación.
Además de las piezas artesanales, se acercan a su origen mítico por medio de sus bailes, canciones y objetos ceremoniales. La danza es por ejemplo, una alegoría al pájaro carpintero que originó el sonido del manguaré, un instrumento de percusión utilizado por muchas etnias indígenas del amazonas para convocar a las reuniones o llegar a conversar.
Acercarse al origen mítico es importante porque “el origen es el orden del cosmos, el principio de la vida, la creación del pensamiento y la palabra, pero ante todo, el origen de la visión, pues a través de la vista se ve lo que se produce y posteriormente se representa”.
Utilizan las especies vegetales presentes en su hábitat, bien sea para el desarrollo de rituales o la elaboración de artesanías.
Los colores empleados en sus pinturas son amarillo y rojo, teniendo como base el negro. Las tonalidades son extraídas del azafrán y el achiote. La pintura negra la obtienen de una resina vegetal. El entorno de la flora y la fauna le da sentido a cada uno de sus colores.
Cada dibujo, cada imagen hecha por los Okaina, tiene un significado ritual y mítico, pues son los símbolos que les dejó Fañañima es común ver que se repitan, sin embargo, el significado puede variar teniendo en cuenta el contexto en que se enmarque.
Sus objetos son también el reflejo de su interpretación del mundo y de su intento por transformar la realidad. Imprimen la creatividad en todos los órdenes de su vida cotidiana y religiosa. Por medio de ello entrelazan lo visual con el pensamiento, la sabiduría y los colores.
En resumen para los Okaina, la elaboración de cada objeto, bien sea una cesta, un chinchorro, sombrero o canasto es un intento por prolongar tanto su pensamiento como su sabiduría en las imágenes de su concepción cosmogónica.