En verdad, me embarga un gran dolor. Muy grande. Pero también una inmensa alegría por haber tenido el honor y el gustazo de conocer a Jorge Consuegra, el profesor de periodismo, el periodista cultural, el organizador de concursos de cuento, el que sacó adelante el Premio Nacional de Literatura, el crítico mordaz, el comprometido políticamente, el amante de la música, el fundador de Libros & Letras. El amigo.
Ayer fue la despedida a Jorge Consuegra. Convocó a periodistas, poetas, novelistas, cuentistas, músicos, estudiantes, amigos. Como tenía que ser. Algunos fueron a la funeraria, otros al culto religioso, otros al cementerio, en pleno Chapinero, donde será la cremación. En dos o tres días entregarán sus cenizas.
En la funeraria, y sobre el catafalco, en una escena que no sé si calificar de literaria o cinematográfica, un álbum digital mostraba fotos de Jorge desde cuando era un muchachito, siempre impecablemente vestido; otras, con pinta de izquierdista setentero, con tupida barba negra; unas más, ya adulto, con su barba blanca cortada casi a ras. También algunas caricaturas, en las que se recogía su indumentaria de saco o chaleco rojo.
Al lado del álbum digital, una foto del Che Guevara, el mítico guerrillero latinoamericano. Y junto a esta, una bandera de Cuba. Jorge era un revolucionario. No sé –ni me interesa– si perteneció a algún partido, pero sí aprovechaba cada oportunidad para irse lanza en ristre, como cualquier Quijote, contra todo lo que consideraba injusto. Lo hacía con berraquera, con irreverencia, sin pelos en la lengua, con sarcasmo. Algo pretensioso, pero con argumentos.
Le fascinaba a Jorge confrontar a la gente. A boca de jarro hacía preguntas sobre uno u otro autor, sobre determinado libro, sobre personajes de esos libros. No le interesaba dejar de ser todo un profesor, de los que vive practicando exámenes para saber qué tanto saben sus estudiantes. El problema es que los estudiantes éramos sus amigos.
Conocí a Jorge hace veinticinco años, cuando por intermediación de una hermana mía presentó mi hoja de vida en Inpahu. Yo ya llevaba seis meses en otra universidad, de la que me había graduado. Empezaba así mi vida como profesor, empezaba mi relación de colega con Jorge. En repetidas ocasiones nos encontramos, en la Externado, en la Central…
Me invitó varias veces a su programa de televisión, para hablar de letras.
Supe luego que había entrado a Plaza & Janés y luego a la Orquesta Filarmónica de Bogotá, en calidad de jefe de prensa. Volví a encontrarlo en un concierto y lo vi en televisión, entrevistando a directores e intérpretes.
En realidad, era incansable Jorge Consuegra.
Como incansables seremos de ahora en adelante sus amigos y colegas, para recoger eso que llaman legado. Por ahora, la misión la tiene en sus manos Ileana Bolívar, esa jovencita que conocí en una Feria del Libro, en uno de los concursos de literatura organizados por la revista impresa, que después se volvió diario digital. De hecho, Ileana ya asumió las riendas de Libros & Letras, a raíz de la enfermedad que asaltó a Jorge y nos asustó a todos. A ese tipo no le podía pasar nada. E incluso enfermo, siguió apoyando a la pupila, que con la misma berraquera ha seguido adelante con el proyecto.
No es fortuito, entonces, que al día siguiente de la muerte de Jorge, quien finalmente fue vencido por una leucemia, fuera publicado Libros & Letras.
Dicen, quienes saben de estas vainas, que no hay muerto malo. Pues le tocó el turno a Jorge Consuegra. Supongo que tuvo detractores en su vida, claro, pero en “Libros & Letras” leí los muchos mensajes de agradecimiento y de reconocimiento por su labor como periodista cultural y como ser humano íntegro. Allá él si acepta los múltiples halagos y distinciones que merece. Un homenaje fue ya propuesto por Dixon Acosta Medellín, quien sugirió “que el Premio Nacional de Literatura que promueve la revista, desde ahora lleve el nombre de Jorge Consuegra”. Me parece apenas justo. Y por eso lo apoyo. Un premio exento de truculencias y de ataduras comerciales, como muchos otros no lo están. Quien lo haya obtenido hasta hoy ha de sentirse honrado, y quien sea premiado en el futuro deberá asumirlo con orgullo.
Lamento la muerte de Jorge Consuegra. Pero seguro ya debe estar descrestando en el cielo a los que hayan salido a recibirlo. Los ha de estar sometiendo a pruebas de conocimiento literario, pues no todos habrán tenido la posibilidad de leer a los otros. Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare, por ejemplo, se darán por vencidos ante los cuestionarios del recién llegado. Otros le dirán que no joda, como un tal Gabriel, el hijo del telegrafista de Aracataca.
Hasta es capaz de montar un programa de radio, de televisión o una revista digital. Allá él. Allá.
Un abrazo general a todos los que tuvieron la oportunidad de caminar por la misma senda de Jorge Consuegra. Yo agradezco haberlo hecho. Por eso, estas sencillas líneas. Para despedirlo “con amor y alegría”, como tituló Libros & Letras. Como él se lo merece.
@JavierCorreaCor