Empezaré por escribir, que no por definir, que un Youtuber, con mayúscula, viene a ser, en mi acepción particular, algo así como la versión adolescente y juvenil de la Cibernética en su estadio superior: el mercado global.
La literatura, frívola y ligera, la Emma Bovary, de la era de la tecnología en su incontenible avance; en versión de precoces y audaces creadores de lo leve consumible, hasta el paroxismo del consumismo mediático, por legiones de lectores de las nuevas realidades que factura e impone el innovador mercado de los mass media.
Cuya efectiva y categórica cobertura, es ahora cuando viene a configurarse como real y dominante fenómeno de control en todas las esferas de la actividad humana.
De manera muy significativa, en el presente estadio del desarrollo tecnológico sobre el cual se soportan sus contenidos, filosofía y fines.
Igual que la suya presente, la de la literatura de la era de la tecnología, la historia de las literaturas locales, regionales y universales, ha estado signada por periodos de esplendor y decadencia conforme haya sido el desarrollo de las fuerzas productivas, las dinámicas económicas, políticas, sociales, científicas y humanas, que en sus correspondientes estadios hayan tenido ocurrencia e interactuado.
A la tecnología le tocó asumir el papel de vanguardia
que hoy su desarrollo le facilita, y dar en la “creación”
de una nueva literatura, la cuestionada de los Youtubers
En esa perspectiva, es de pensar que frente a la decadencia de las literaturas locales y, consecuentemente de una gran literatura en crisis de severa creatividad, de innovación en sus formas, lenguajes y semánticas narrativas, haya correspondido a la tecnología asumir el papel de vanguardia que hoy su desarrollo le facilita y promueve, y dar en la “creación” de una nueva literatura, la cuestionada de los Youtubers.
Más de tal por razones de mercado que por las estéticas, de creatividad o de incentivo a la lectura que, de manera poco creíble, invocan los afectados con esta nueva modalidad de negocio surgida de las dinámicas de la tecnología aplicadas a ese rico filón que es la cultura en general.
Y su particular expresión, la literatura, y sus tradicionales y cada vez más caudalosos afluentes desembocando incontenibles en la mar sin lindes de la tecnología.
Del escritor que crea contenidos, no ya para narrar en el sentido canónico y clásico impuesto por los copistas de la antigüedad, alterado a su vez por otra revolución tecnológica, el libro, sino por creadores de contenidos visuales animados para ver y oír, a través de las redes sociales.
Bien podría decir, que esta nueva forma de “narrar” es el signo de los tiempos. De una modernidad en constante desarrollo dialectico, capaz de crear su historia particular y definitoria en un estadio de la humanidad que se asume, produce y reproduce, en las tecnologías como divisa imbatible de su avance hacia formas nuevas de sociedad, conocimiento y relaciones.
Que la banalidad, lo leve e intrascendente, conjuga el arte de los nuevos literatos de la cibernética, es apenas dable esperar que así peroren los clásicos y canónicos que, en una feria, en las redes sociales o en las góndolas de las grandes superficies, se ven desplazados por los Youtubers.
No es para menos. Y menos para aquellos que, aupados por sus partners editoriales y la fraternidad mediática, creen ser los herederos supérstites de García Márquez, German Espinosa, Balzac.
O, de los insuperables maestros de la siempre contemporánea novela rusa, a los cuales probablemente no se han asomado para no comprobar, con pena ajena, que estos los copiaron hace cien y más años atrás.
Oh tiempos. Oh pendejos. Oh escritores. Oh mercado. Oh Youtubers. Oh….Oh.
Poeta
@CristoGarciaTap
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