Por estos días los titulares de los medios hablan de lo mismo: la Secretaría de Gobierno responsabilizando a Rosa Elvira Cely por la masacre que su victimario, Javier Velasco, cometió sin pudor y a sangre fría. Hoy no solo siento repudio con el gobierno, como lo he sentido desde que tengo uso de razón. Hoy más que nunca siento repudio contra el sistema, con el día a día, la ignorancia y burla de muchos ante este país machista.
Hace no más de 72 horas salió a la luz pública un pensamiento egoísta como veredicto a una pregunta de unos familiares luchadores, que exigen respuestas de una muerta que hoy no acaba su sufrimiento al ser sentenciada como culpable de su propio infierno.
Más allá de la verborrea de Carrasco y la acusación que se le hace a una muerta, una muerta asesinada a sangre fría solo por el hecho de ser mujer, es que otra mujer se atreva a decir que ha sido culpa de la víctima, por lo mismo, por ser mujer, por no irse a casa, por haber tomado un par de copas, por ser pobre, vulnerable, madre soltera, cabeza de familia.
Hoy, lo único que sé es que el problema va más allá de una sentencia que acusa a una muerta que jamás volverá a estar entre nosotros de haber sido la culpable de estar muerta. ¡Hoy confirmo nuevamente que la ley, el gobierno y los entes encargados de hacerle frente a la violencia contra la mujer no son más que unos dummies mediáticos, una farsa que figura en los paraderos y en comerciales de televisión de dos pesos, donde “invitan” a las mujeres víctimas de violencia a que denuncien, cuando lo que realmente se les ha olvidado es EDUCAR!
Estamos perdiendo la batalla no solo como mujeres, sino como sociedad, como ciudad, como país. No basta con sacar su indignación de la cabeza al computador si está siendo cómplice por omisión de situaciones de cualquier tipo de violencia contra la mujer. Es necesario ir más allá, no podemos ignorar mi mucho menos olvidar que más cerca de lo que creemos están los peores y más frecuentes casos de violencia, los que más se conocen, pero de la misma forma se callan y jamás se denuncian.
Mujeres que siguen viendo a las mujeres como responsables de que les peguen, las violen, las maltraten, las asesinen, las acusen, sean madres solteras, y demás, son un claro ejemplo de la pobreza mental y la mala vida que por el hecho de ser mujeres han tenido que llevar. No puedo dejar de pensar en las cientos de “Rosa Elvira” que siguen padeciendo infiernos de violencia, que creen que por ser mujeres deben aguantar y tienen miedo de denunciar. Porque estoy segura que de haber sido educadas, enseñadas a valorar su fuerza no solo física sino mental, y a no doblegarse ante una sociedad donde la máxima realización que se le otorga a una mujer es la de ser madre, la historia hoy, sería otra.
¡A Rosa Elvira, fuerza eterna!