El 9 de enero de 1999, cerca de un centenar de paramilitares del Bloque Norte de las AUC, irrumpieron en el corregimiento de Playón de Orozco del municipio de El Piñón, Magdalena, mientras se celebraba un bautizo colectivo. En tan solo una macabra hora, a plena luz del día, asesinaron, con alevosía, a 27 personas, frente a la iglesia y no contentos con esto, saquearon y quemaron 22 viviendas. Fue la crónica de una masacre anunciada, sin reacción del Estado en su momento, más allá del fugaz perdón público 16 años después y de la fría confesión de su verdugo, para recibir los beneficios de justicia y Paz, luego del éxodo de sus habitantes, su retorno a cuenta gotas y las voces de su dolor.
¿Y los muertos que mataron quién los vive? se preguntaba el señor Carlos Calvo, una de las víctimas, casi dos décadas después de la matanza. Esta cuestión, retumbó el pasado martes 10 de mayo en el lanzamiento del documental Y… No supimos ¿por qué? Playón de Orozco: memorias de una masacre del Grupo de investigación Oraloteca, de la querida Universidad del Magdalena.
Salí de allí con un agujero en el alma, no solo por el arraigo con estas tierras, en las que crecieron mis ancestros y están enterrados muchos de mis muertos, sino por ver los matices, las miradas tristes de la gente que retornó a sus lares, como decían los romanos, y la fertilidad de la resiliencia, del verde esperanza, del trasegar de los animales y del correr de las aguas, que fluían entre el recuerdo de la tragedia y de sus actuales carencias; en el paisaje y los rostros de quienes, de la nada, han vuelto a poner las piezas del rompecabezas de la vida, con la fuerza de la gente, como dijo el profesor Fabio Silva Vallejo que para el director de esta investigación, era el hilo que unía como mensaje este importante documento para la memoria histórica de la desgracia que atravesó como una espada a la región caribe, en la época en que, como dice Garay, se dio la reconfiguración cooptada del territorio por parte de unas élites excluyentes, con poder económico y político, que se aliaron con organizaciones armadas al margen de la ley, para, a sangre y fuego, y sin ningún escrúpulo, someter a la población a sus perversos intereses y arrasar a todo lo que, para sus mentes rastreras, oliera a diferencia.
Éstas, como la masacre del Playón de Orozco, son las oscuras páginas de la degradación del conflicto armado que habrá que cruzar con verdad, justicia, reparación integral y garantía de no repetición para poder avanzar hacia la construcción colectiva de la Paz completa, estable, y duradera, que le dará alas a la reconciliación nacional. Son lugares emblemáticos en los que la gente sufrió daños que no tenían como seres humanos que soportar. La vida, la dignidad, la propiedad, la libertad, la igualdad, y los derechos, nada ni nadie nos los puede arrebatar ni tampoco, con violencia, se pueden entregar, o renunciar a ellos, en un país democrático.