Hace unas semanas tuve la oportunidad de preguntarle a 3 de los 11 reconocidos periodistas colombianos, que fueron invitados pocos días antes a una apretada agenda en Israel, si ese tipo de atenciones por parte de un Gobierno pudiera afectar la imparcialidad frente a sus actividades periodistas en el país, especialmente en el momento en que se tramita en el Congreso de la Republica el TLC con Israel. Uno de esos periodistas era Gustavo Gómez. Mientras sus compañeros me compartieron y sustentaron su punto de vista, Gómez guardó silencio. Silencio que rompió su columna denominada “Odio” en el diario El País de Cali.
Solo 1 día después de terminada en Colombia la reunión internacional más grande de organizaciones de la sociedad civil, con presencia de más de 800 de estas, provenientes de todo el mundo, sorprende encontrar muy poco seguimiento a sus voces, reivindicaciones, propuestas o actividades y paradójicamente si una columna de opinión de este periodista satanizando la actividad de un movimiento de la sociedad civil global, al referirse al BDS (Boicot Desinvestment Sanctions), como “una forma sutil de antisemitismo. La redición de aquellos odios que aún hoy nos avergüenza a todos, un escudo para su fanatismo, que no soportan la existencia de la democracia en medio del fundamentalismo”.
Mi asombro tiene múltiples fuentes. En primer lugar por el desconocimiento abrumador del periodista de la trascendencia de los movimientos pacifistas de sociedad civil globales y sus resultados a través de la historia para acabar de forma PACIFICA con flagelos como la esclavitud, la desigualdad y el apartheid. El boicot permitió entre otros los cambios agrarios impulsados por la Irish Land League a finales del siglo 19; sustentó las acciones de Gandhi para recuperar la independencia pacifica de India, determinó el éxito de la acción de Martín Luther King contra la segregación racial, y precipitó la abolición del apartheid en Sudáfrica.
Obviamente, en todos los casos sus impulsores han sido objeto de distintos señalamientos, persecuciones y procesamientos judiciales, que en el caso de Israel y nuestro columnista se quiere ocultar bajo el velo del antisemitismo, el fanatismo y el fundamentalismo.
Así, el tan temido boicot contra Israel no es más que el empoderamiento de la sociedad civil en su dimensión económica, a través de incentivar el consumo éticamente responsable contra la comercialización de productos fruto de la ocupación ilegal de Israel, reconocida y sancionada por la comunidad internacional y objeto de múltiples resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la Asamblea General, el Comité de Derechos Humanos y una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia.
Para solo mencionar las más recientes, hace 3 años con el voto de 170 naciones, la Asamblea General exigió a Israel el cese de la explotación ilegal de los recursos naturales en Palestina y recalcó el principio de la Soberanía permanente de los pueblos bajo ocupación extranjera sobre sus recursos, llamando a respetar su integridad en todo el territorio palestino ocupado incluido Jerusalén Oriental. Determinaciones estas reforzadas el pasado 22 de diciembre de 2015 con una nueva resolución que presenta en términos literales la preocupación de la comunidad internacional por la destrucción a gran escala por parte de Israel de tierras agrícolas, huertas, estructura vial, suministro de agua, alcantarillado y redes de suministro de electricidad al igual que efectos negativos al medio ambiente. Hasta Colombia suscribió ambas resoluciones, cuyo efecto práctico para el cese de la ocupación ha sido casi nulo, y ha requerido de una sociedad global más activa pacíficamente.
El desconocimiento del periodista se mezcla con la ingenuidad cuando afirma que ese tipo de movimientos desestimula la inversión y ataca las finanzas de Israel. Absolutamente! es la finalidad que persigue. En lo que si se equivoca Gómez es cuando afirma que el Boicot busca la destrucción y desaparición de Israel. El Boicot tampoco va dirigido a la comunidad judía sino al régimen sionista en el poder de Israel, que practica el racismo como sus propios ciudadanos no judíos y ocupa ilegalmente territorio palestino. El boicot busca generar presión contra el sector productivo para la generación de cambios políticos y sociales frente a lo que el periodista minimiza como simples “errores cometidos por las fuerzas políticas de Israel en su paso por el poder”.
Grandioso que Israel tenga el número más alto de Ingenieros, y que el 50 % de su población tenga título universitario, pero ¿cuál es su relación con lo que persigue el Boicot? La Alemania Nazi de seguro tenía un gran potencial económico, al igual que la ocupación inglesa en la India, y nadie discute el empuje la Sudáfrica del Apartheid. Pero ¿Debe fundamentar el silencio contra la ocupación o la explotación reconocida y probada de recursos en territorios ocupados? ¿La violación permanente de los derechos humanos? La indeterminación de fronteras y el despojo masivo de tierras?
De una manera análoga llamaríamos antisemitas los movimientos que desincentivan el consumo de atún a costa de la extinción de los delfines o el consumo de textiles producto de la explotación laboral en Bangladesh. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea ya han tomado acciones contra Israel por denominar como productos Israelíes aquellos fruto de la ocupación. Ninguna de estas acciones es contra la población civil de un país, ni puede dársele tintes fundamentalistas, o en este caso la búsqueda de la desaparición de Israel.
Lo que sí es clara es la intención de la representación diplomática israelí en Colombia al desplegar esta costosa campaña mediática de la que hacen parte los viajeros periodistas, en el momento en que se tramita en el Congreso de la Republica el TLC entre Colombia e Israel y cuyo contenido pone a Colombia en una situación de incumplimiento de sus obligaciones internacionales. Primero porque en el texto no se definen las fronteras de Israel, extendiéndolas a todo espacio donde tenga control aduanero, lo que implica que incluya como israelíes productos propios de la ocupación. Una clara violación del derecho internacional imperativo, de las obligaciones adquiridas mediante múltiples tratados y contraria a la posición de imparcialidad y reconocimiento que ha mantenido por décadas Colombia frente al conflicto árabe israelí. Igualmente señala a Jerusalén como capital de Israel, lo que puede ser considerado como reconocimiento a una ocupación ilegal, reproche unánime a nivel internacional.
Ali Zeddini, vicepresidente de la Liga Tunecina de Derechos del Hombre, parte del cuarteto premiado el año pasado con el Nobel de Paz, en su paso por Colombia esta semana afirmó sin mayor ecó: “ El problema de la paz a nivel mundial no podrá resolverse sin pasar por el conflicto palestino israelí. Esta paz debe ser justa pero desafortunadamente después del apartheid no existe una vergüenza mayor para la humanidad, que la injusticia contra el pueblo palestino. Es una vergüenza para el gobierno israelí que todos los días combate y asesina niños y civiles y los compara con terroristas.”
Por mi parte, como colombiana de ascendencia palestina en tercera generación, desde la academia y el ejercicio de mi profesión, he luchado en defensa de la institucionalidad, del Estado Social de Derecho, la igualdad y los Derechos Humanos. No soy fundamentalista, fanática, islamista, ni antisemita. Tengo muchos amigos judíos y como muchos de ellos apoyo el boicot contra Israel.