La palabra gay originalmente significa “alegre” en el idioma inglés. Sin embargo, a finales del siglo XX ese término dejaría de ser sinónimo de felicidad para convertirse en un adjetivo que hoy en día es usado para referirse al hombre homosexual específicamente (La palabra homosexual tenia connotaciones negativas durante esa época). Personalmente no puedo conectar todavía una cosa con otra. Nunca entendí el vínculo entre ambos significados. La relación entre ese neologismo extranjero con la vida real de una persona homosexual siempre fue confusa y cuestionable. Lo que sí tengo claro es que esa definición está lejos de la vida real de aquellos hombres que tienen relaciones sexuales y afectivas con otros hombres.
Colombia guarda en su historial de la vergüenza muchos años de discriminación y persecución hacia las personas sexualmente diversas. Una cantidad interminable de abusos provocados por la homofobia institucionalizada y alcahueteados por la iglesia. La segregación y el rechazo hacia estas personas eran comunes y abiertamente aceptadas. Muchos ciudadanos fueron castigados socialmente por no cumplir con aquellos cánones “naturales” propuestos por un libro “divino” que contiene una serpiente parlante entre otros personajes fantásticos. Eso no tiene nada de “gay” ¿o sí?
¿Sabía usted que debido a esa relación del término “gay” con la homosexualidad, hoy en día la cultura anglosajona lo utiliza también como un insulto? Así es, otra vez la palabra adquiere un nuevo significado, pero esta vez de connotaciones negativas y peyorativas que usualmente son relacionadas con la debilidad o la “falta de hombría” del sujeto masculino. Características que ya se asociaban por defecto al término homosexual.
Fue el mes pasado cuando apenas la corte dio el aval definitivo al matrimonio entre personas del mismo sexo, otra muestra de atraso legislativo por parte de esa institución que como siempre llega tarde a la realidad social colombiana. Sin embargo, no deja de ser un hito histórico que sacude al país. Otra vez explota la controversia sobre un tema que nunca pierde el mediatismo: La sexualidad. Un asunto que siempre despierta el morbo masivo y divide la opinión de la gente en muchísimas fracciones.
Este fallo es una realidad que jamás hubiese sido concebida en épocas anteriores, precisamente porque la cultura colombiana nunca reconoció a las personas sexualmente diversas como sujetos de derechos. La diversidad sexual era un tema que no se trataba desde la ciencia sino desde la óptica negacionista religiosa, por lo tanto se convirtió en un delicado tabú.
En consecuencia de esto, los hombres homosexuales de todos los estratos sociales del país sufrieron en carne propia la discriminación y el abuso perpetuado por una sociedad excluyente que los llenaba de motivos para a odiarse a sí mismos, a vivir vidas dobles y en el peor de los casos a la autoflagelación y muerte propia. Este sistema de valores ha perdido fuerza a través del tiempo, pero por desgracia aún sigue vigente (caso Sergio Urrego, entro muchos otros).
Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, pregunto yo: ¿será que algún homosexual que conozca de primera mano el tratamiento de la sociedad colombiana se puede declarar como un “gay”? Ya sabemos que ser gay originalmente equivale a ser feliz, ¿será que entonces el homosexual en Colombia es feliz por defecto?, o será que el termino gay solo procede en ciertas circunstancias?.
Sería interesante escuchar las respuestas de todos aquellos ciudadanos que fueron segregados en virtud de su condición sexual o inconformidad de género (cuestión que es comúnmente asociada al termino gay de manera errónea). Aparentemente las personas homosexuales y transexuales son “arrebatadamente felices” por naturaleza y “buscan derechos adicionales” según el imaginario social actual de este país.
Sin embargo la realidad es brutalmente diferente y algo desalentadora, sobre todo para el homosexual varón quien es el que ha tenido que cargar con el estigma de “macho omega” por no llenar ese arquetipo que la sociedad fabricó para él. Entonces pregunto yo a los encargados de publicar titulares en los periódicos: ¿qué es el matrimonio gay?
La Corte Suprema avala el matrimonio igualitario, mas no el “matrimonio feliz”. Este último no existe. De ahora en adelante lo único que existirá es un contrato con clausulas que originalmente fue diseñado para formalizar la unión entre hombre - mujer, y que ahora se extiende hacia las parejas del mismo sexo. Hecho que para mí equivale a una formalidad innecesaria, ya que no considero al matrimonio como una filosofía de vida valida. En mi opinión, el matrimonio es un mecanismo social que ha perdido su estatus y se convirtió en un sistema de conveniencias. Hoy en día la gente se casa únicamente por adquirir beneficios legales.
Yo por mi parte no estoy casado, pero conozco de primera mano los matrimonios de mi familia, y créame: no hay nada de “gay” en ellos. En realidad todos han sido desastrosos, prueba contundente de que el estado civil del matrimonio solo es un artificie social que sucumbe en algún momento de la vida. Obviamente esas experiencias han influenciado mi vida de manera significante: ya sé que no es necesario casarse para convivir con alguien, también sé que no es necesario convivir con alguien en lo absoluto.
Por ahora no pienso en casarme, como dije anteriormente la formalidad de ese vínculo no me interesa, pero esto no me convierte en un opositor. No, de hecho considero que todos aquellos que deseen ejercer esta unión contractual (sean homosexuales o no), deberían estar en la plena libertad y en el goce total de sus derechos para hacerlo, ya que vivimos es un estado social que debe establecer los parámetros entre las libertades individuales y garantizar el cumplimiento de las mismas. El reconocimiento legal de los derechos individuales es muestra de un estado funcional y competente.
Este cambio positivo en la ley se suma a una pequeña pero sustanciosa lista de victorias logradas a nivel político por parte de los activistas que trabajan por los derechos de los homosexuales, sin embargo a nivel social la cosa puede que tome más tiempo y trabajo. Es cierto que las cosas han cambiado y la cultura está cediendo poco a poco, pero todavía existe el ciudadano colombiano que está rezagado a vivir bajo aquella filosofía que le fue impartida a sus antepasados a punta de sangre por invasores que vinieron hace rato y exterminaron a miles de hombres, mujeres y niños (esos mismos niños que ellos reclaman en los debates de la adopción homosexual y que han sido abusados por líderes religiosos a lo largo del tiempo).
Parece que todavía vivimos con gente se quedó en la época de las camándulas y los herejes perseguidos. El reciente escándalo provocado por un profesor de filosofía en un municipio del Huila es un botón a la muestra. Además hay que tener en cuenta que este sistema social de valores que esta incrustado en la moral colombiana, desvirtúa totalmente a la pareja homosexual como un modelo de familia y somete este tipo de relaciones a un escrutinio moral, incluso dibuja la diversidad sexual como un antivalor, o a veces ni la reconoce.
Todo el odio y la sed de purificación social que se evidencia en la reacción de muchos ciudadanos frente a este tema que en realidad no les compete ni les afecta, es muestra de que hace falta más trabajo a nivel social. Cabe recordar que todavía tenemos legisladores que se adhieren a las políticas divinas y leyes emanadas del cielo (que ellos no cumplen pero si esperan que los demás cumplan).
Por supuesto la iglesia se opone a este acto legislativo argumentando que el único matrimonio legítimo es el que se hace por medio de la religión. Irónicamente los matrimonios religiosos en Colombia son oficializados y guiados por sacerdotes que no se casan ni se reproducen por que hacen votos de castidad. Todo un paralelo absurdo que tampoco he logrado entender, pero es igual de contradictorio que la relación entre lo “gay” y lo alegre con la realidad homosexual colombiana.
Las relaciones afectivas entre hombres (y entre mujeres) siempre han existido y siempre existirán, sin embargo casi nunca fueron reflejadas en la cultura popular del país (televisión, novelas, música, etc.), exceptuando unas cuantas veces en las que esa representación venia acompañada de estereotipos negativos convenientes que llaman al irrespeto, lastima y violencia. Todo gracias a la censura hipócrita de los medios de comunicación privados que trabajan para sí mismos, evadiendo la responsabilidad social que tienen como medios objetivos de información.
Por estos motivos nunca se concibió la relación homosexual como una realidad tangible y mucho menos la consolidación formal de uniones homosexuales, o la adopción de niños por parte de las mismas. Sin embargo todo cambia paulatinamente. El paradigma se está disolviendo y La vida homosexual mejora aunque de manera lenta y regular. La diversidad sexual se ve reflejada poco a poco, e incluida en la ficción y en la cultura popular de manera positiva. Por otro la revolución tecnológica y el auge de las redes sociales transformaron por completo nuestro estilo de vida, permitiendo la difusión de la información.
Grandes avances se han logrado en este campo, pero todavía hay mucho camino por recorrer. Por otro lado mal llamada “comunidad gay” o la comunidad del alfabeto (lgbtqprstxy…) debería replantear esa filosofía de pronombres y adjetivos sexuales, ya que es contraproducente y desacertada en realidad. Cada letra nueva que añaden a su nomenclatura, y cada color nuevo que añaden a su bandera multipropósito provocan nuevas divisiones y categorías. No es que desvirtúe el trabajo que han hecho para conseguir sus derechos por medio de esa figura, lo que pasa es que la sexualidad es un proceso aleatorio y complejo que no se puede etiquetar con palabras. Además cada quien tiene necesidades distintas y particulares y no todas las personas sexualmente diversas están dispuestas a unirse a esta causa.
No somos yogures de supermercado para llevar etiquetas (gay, hetero, homosexual, LGBTI, queer,etc.), somos seres humanos y pertenecemos a una sola comunidad. Todas esas categorías y modismos extranjeros que usamos para definir la sexualidad en realidad nos dividen y nos enfrentan. Incluso generan una discriminación interna entre las mismas personas sexualmente diversas que buscan el reconocimiento de sus derechos. Somos seres sexuales y diversos, dejémoslo hasta allí.
Llegará el día en que dejemos de pensar como una sociedad fraccionada y reconozcamos el valor de una persona por su aporte a la sociedad y no por su sexualidad o color de pelo. Cuando ese mismo día llegue, entonces saltaremos un peldaño arriba en la evolución sin darnos cuenta. Por ahora debemos ir destruyendo las etiquetas innecesarias. El famoso término “gay” es un sofisma que no sirve para definir al matrimonio ni mucho menos a la identidad sexual del hombre.