La verdad es que es inocua la discusión sobre si renació o no el paramilitarismo en Colombia. Las Farc dicen que sí y el tema de su seguridad personal se ha vuelto un punto crucial en las conversaciones de La Habana, dicen los que saben. Por fin, ellos están sintiendo en su propio pellejo lo que millones de colombianos han vivido durante toda su vida. Lo malo es que este sea un nuevo escollo en las negociaciones para llegar a un acuerdo de paz entre este grupo guerrillero y el Gobierno. A su vez, el ministro de Defensa sale y niega con mucha convicción la resurrección de estos grupos de autodefensa, y los millones de colombianos quedan en la inopia.
Por ello resulta importante mirar los hechos. Según recogen los medios, están matando a líderes sociales que defienden el proceso de paz y la devolución de la tierra a quienes la perdieron en el conflicto. Esto es una realidad. También se reconocen que estos grupos llámense como se llamen, tienen alianzas con algunos sectores regionales poderosos. Es decir, seguimos en una guerra donde la sangre se mezcla con el narcotráfico, la minería ilegal y la obsesión de los terratenientes de siempre. Los actores son los mismos: unos líderes, muchos campesinos que se vienen haciendo matar por recuperar sus derechos, y unas fuerzas oscuras que no ceden nada y además asesinan cada vez que consideran que así se hace en Colombia.
¿Que son criminales, bandidos? ¿Y además ricos y apoyan a ese sector de la sociedad colombiana que sigue empeñado en vivir en una sociedad feudal, donde ellos son los señores? ¿Cuál es entonces la diferencia con los paramilitares que más que el poder nacional lo que querían era el poder local? ¿No es más o menos lo mismo? De pronto por la procedencia de esas mismas bandas que vienen muchas de las autodefensas, estamos en este país enfrentados a una mutación de las mismas con más experiencia, más ambición, mejores contactos, y por consiguiente, más peligrosas si eso cabe.
Lo importante no es el nombre que se le quiera dar.
Lo fundamental es que quienes los apoyan soterradamente
entiendan que están llevando al país a otra guerra
Lo importante no es el nombre que se le quiera dar. Eso es lo de menos. Lo fundamental es que aquellos que los apoyan soterradamente entiendan que están llevando al país a otra guerra y que el Gobierno, y a su vez el Estado en general, las confronten exitosamente. Resulta para muchos inconcebible, pero desafortunadamente, es posible, que todavía estos sectores encuentren apoyo en el país. La sociedad colombiana tiene que reaccionar y entender el momento histórico que vivimos y que Colombia no ha conocido la paz en mucho tiempo.
El Gobierno lo ha dicho en todos los tonos: se respetarán los derechos de los individuos. Lo que tiene que hacer la ciudadanía es velar porque esto se cumpla pero que no se interprete esta decisión como el derecho de los que expulsaron a los campesinos de sus tierras en forma ilegal, a volver a esas tierras, llevándose por el camino a la justicia y a quienes se interpongan a sus deseos.
Paramilitares o no, bacrim, y otros, se están convirtiendo en el nuevo episodio sangriento en esta sociedad. A lo que está ayudando con sus actos el ELN, que no ha logrado interpretar correctamente el momento que vive el país y ellos como grupo insurgente. ¿Será que nuevamente por el egoísmo y la avaricia de sectores poderosos, que se apoyan en criminales, perderemos otra vez la posibilidad de ser una sociedad civilizada que resuelve democráticamente sus diferencias? Porque si camina como pato y hace cuac… es pato.
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