Las Farc les habían dicho que el ataque era inminente. Tenían que irse porque las bombas de la guerrilla caerían alrededor de las casas vecinas a la estación de policía. Jenny Hurtado tenía miedo por su bebé de nueve meses. Le decía a su esposo, Roland Barreto, que se fueran de allí. No lo podían hacer, el niño tenía gripa y no se podía serenar.
En el amanecer del 27 de abril del 2012 la despertó el cimbronazo de un cilindro bomba lanzado desde el otro lado del río Guayas. Quiso pararse de la cama, agarrar al bebé en sus brazos y salir de allí. Era tarde, la explosión de uno de los diez cilindros con los que la guerrilla atacó la estación de policía de Rionegro, corregimiento de Puerto Rico Caquetá, acabo con sus vidas.
Su sacrificio no fue en vano. Cada abril los Barreto Hurtado renacen en el Festival Rio Paz. Todo empezó en una marcha que convocó a más de 500 personas, la mitad del pueblo, conmemorando el primer año del ataque. La movilización exigía el respeto a la vida y la necesidad de que las heridas, abiertas por la guerra, se cerraran para siempre.
A partir de esa marcha nace el festival Río Paz. El primero, en el 2014, se consolida gracias a ASOJORIO (Asociación de jóvenes por Rionegro) quienes toman las riendas de la organización. El río Guayas, que tantos muertos arrastró en su corriente, se limpia cuando cientos de balsas de palma navegan en él con una vela encendida encima. La noche se encandila con el recuerdo de los que cayeron en la guerra. La catarsis funciona: las lágrimas inundan los rostros de los que sobrevivieron.
El domingo 24 de abril se realizó la tercera versión del festival. Gente de Paloquemao, Puerto nuevo Zabaleta, Hacienda El puerto, El Doncello, Unión Peneya, comunidades indígenas y afros y de muchas veredas cercanas se encontraron, como cada año, para demostrar que “La capacidad está en nosotros” cómo rezaba el eslogan de la versión del 2016.
Ni las balas, ni las bombas, ni la muerte pudieron borrar a los Barreto Hurtado. Desde que sean recordados cada año en el Festival Rio Paz, ellos regresarán convertidos en las velas que iluminan el río Guayas en una noche de abril.
