Aunque es imposible ocultar los escándalos que actualmente salpican a la fuerza pública de nuestro país y la existencia de “manzanas podridas” que diariamente deshonran instituciones --no solo en la Policía, sino también en el Congreso, en el Magisterio y hasta en la iglesia-- vale la pena destacar a algunas de esas personas que han tenido que sufrir en carne propia un estigma que no les pertenece.
A pesar de tener una familia, la cual incluye directamente a su esposa y una pequeña hija, mi hermano debe soportar extensas jornadas de trabajo que no le permiten llevar una vida normal. Verlo con el uniforme puesto en su casa, es signo de disposición e intranquilidad por esperar una llamada que interrumpa su mal llamado descanso y lo obligue a salir de su casa con el fin de tratar de solucionar algún problema surgido de nuestra descompuesta sociedad.
Ser policía es un orgullo que solo gente humilde como él, que ha tenido que pagar un préstamo con años de trabajo, se atreve a experimentar. Su primer lustro de salario por labor en la institución tuvieron considerables descuentos, ya que la estadía en la escuela de policía es costosa y que, además del pago del semestre y su sostenimiento, debieron cumplir con dádivas para consentir los caprichos de sus superiores. Sí, aquellos que ostentan todos los beneficios laborales de la institución y son los principales protagonistas de la degradante comunidad del anillo.
A pesar de pasar noches en vela, debe recibir insultos de personajes que en su casa nunca obedecieron a sus padres, en su colegio no respetaron a sus profesores y ven en ellos un obstáculo para ejercer sus actos delictivos, pero requieren para su defensa cuando inesperadamente sus potenciales víctimas quieren hacer justicia por mano propia.
Antes de informar de un retén de la policía o grabar con su teléfono celular un supuesto abuso de autoridad, deberíamos informar las zonas inseguras de nuestro municipio y filmar el rostro de los delincuentes que actualmente tienen a Colombia como el país más violento del continente según el IGP, donde los ladrones ya no caben las cárceles y policías honestos como él, arriesgan su vida por llevar antisociales a los juzgados de los que saldrán muy pronto, posiblemente a delinquir nuevamente o en el peor de los casos a tomar represalias contra sus sufridos captores.
Cada día sale de su casa armado de paciencia, ya que al con sólo usar su macana para defenderse, puede desencadenar en un agotador proceso judicial en su contra que aparte de desmotivación y tristeza, ocasiona un enorme gasto económico que debería ser utilizado para su subsistencia y la de su familia.
@miltonatehov