La cumbre antidrogas de la ONU y los retos del posconflicto

La cumbre antidrogas de la ONU y los retos del posconflicto

Las decisiones sobre la política mundial de control de drogas tendrán un efecto directo en Colombia

Por: Fernando Quintero
abril 23, 2016
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La cumbre antidrogas de la ONU y los retos del posconflicto
Foto: es.presidencia.gov.co

 Esta semana que pasó, el mundo tuvo los ojos puestos en los resultados que arrojaría la UNGASS 2016, porque mal que bien, las decisiones allí tomadas tendrán efecto en el mundo entero y especialmente en Colombia. En el marco de esta cumbre, se discutieron los temas concernientes a la política que asumirán los países miembros de las Naciones Unidas frente al fenómeno de las drogas. Esta cumbre en particular, incluso llevada a cabo de manera extraordinaria gracias al liderazgo de Colombia, en asocio con Guatemala y México, tiene un especial interés porque se suponía que por primera vez se abriría la posibilidad de darle un viraje profundo a la política mundial de drogas que, como lo sabemos en carne propia, tiene el acento puesto en la guerra contra éstas bajo el lema de un mundo sin drogas.

En su alocución, el Presidente Juan Manuel Santos, junto con otros homólogos como Evo Morales, reconoció que la guerra contra las drogas ha sido un fracaso. Muchos recursos económicos, humanos y técnicos se han invertido para enfrentar este fenómeno, pero a pesar de ello, el narcotráfico aumenta y con él la emergencia de bandas y mafias criminales; la corrupción de los sistemas burocráticos y, sin duda alguna, la muerte y el horror propias de las guerras, que para nosotros tienen un especial impacto. Uno de los pocos acuerdos existentes en la sociedad colombiana es que el narcotráfico es uno de los combustibles de nuestra detestable guerra.

Seguí de cerca el desarrollo de esta cumbre gracias a la información que me hicieron llegar mis amigos de ATS en cabeza de Julián Quintero. Entiendo, como me lo hicieron saber, que las discusiones fueron álgidas y las posturas disímiles. Éstas transitaron entre las posturas policivas y criminalizantes como fue el caso de China y gran parte de los países asiáticos -que no ceden en su decisión de aplicar penas hasta de muerte por narcotráfico-, hasta las más vanguardistas que hicieron énfasis en la reducción de daños, regulación de las drogas y capacidad de respuesta al usuario como fue el caso de Colombia, Uruguay y otros países especialmente europeos, pasando por las posturas retardatarias y cargadas de pánico moral como fue el caso de la tierra del Libertador. Pero más allá de una simple curiosidad, el interés que me llevó a estar atento de esta crucial reunión fue motivado por una serie de inquietudes que tenemos los colombianos frente al proceso de paz y la construcción del postconflicto.

En esta reunión no nos jugábamos poca cosa y eso lo explica precisamente el liderazgo que ha tenido Colombia. Muchos colegas y expertos en el tema critican la postura esquizofrénica del Gobierno Colombiano frente a la drogas, pues en el plano internacional se la juega en torno al cambio de la política de drogas y se presenta decididamente liberal y vanguardista pero en el plano interno está todo por hacer y lo poco que se ha hecho podría considerarse paños de agua tibia para un tema tan trascendental para la política, la economía y la paz colombianas.

Sin embargo, y a pesar de esta situación, considero que la jugada del presidente Santos en el tema es una muy buena jugada. Uno porque representa la emancipación de Colombia frente a la hegemonía norteamericana frente al tema. Dos porque el liderazgo de Colombia en el asunto se debe a la necesidad de llevar a cabo acciones alternativas y sumamente creativas y audaces en el marco del postconflicto, lo cual requiere desmarcarse de una política rígida que deja poco margen de acción y ésta centrada en el componente militar. Y tres, porque es imprescindible dar una respuesta rápida y efectiva de desarrollo social y económico a las gentes que viven en medio de las economías resultantes de la producción y tráfico de drogas. Este último punto fue, incluso, objeto de negociación en los diálogos de la Habana.

Colombia debe ahora jugársela del todo en el plano nacional. Si bien los resultados de la cumbre pueden parecer blandos aún, para el país los resultados son importantes. El hecho de que como resultado de la misma cumbre haya quedado  en el ambiente cierto espíritu de libertad frente a los modelos que cada país pueda adoptar para enfrentar el fenómeno sin que la política de guerra contra las drogas sea ya un imperativo y una camisa de fuerza, es ya un buen resultado. Y en esto Colombia tiene una oportunidad de oro para continuar con su liderazgo en el plano internacional pero en este caso aportando estrategias alternativas y novedosas a partir de su implementación en el marco del postconflicto.

Ayer viernes se lanzó, en el marco de la feria internacional del libro de Bogotá, el libro Los retos del postconflicto. Se reitera en él la importancia de concretar victorias tempranas de paz que no quieren decir otra cosa que acciones de respuestas rápidas y transitorias en los territorios más prioritarios para hacer cumplir los acuerdos y garantizar su sostenibilidad.  No es un secreto que muchos de esos municipios se encuentran inmersos en dinámicas de economías ilegales y que el cultivo y producción de coca son para muchos, una fuente importante de su economía. La necesidad de desarrollar programas y modelos de trabajo concertados y no invasivos con las comunidades va a requerir de mucha creatividad, arrojo y concertación. Para ello, el hecho de que Colombia se haya podido desmarcar del modelo clásico de la guerra contra las drogas le va a permitir crear y poner en marcha estrategias novedosas y efectivas en las que incluso se pueda contemplar la posibilidad de regular la producción, la distribución y el consumo y hacer de la producción de coca, de marihuana, entre otras una posible fuente de desarrollo rural y territorial.

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