Tenía entendido que Donamaris era un hombre de medios, al menos eso era lo que él decía. A principios de la década pasada estuvo al frente de un canal local donde su rostro era prácticamente lo único que aparecía en esa pobrísima programación. Nadie como él para saber la importancia que tiene en una ciudad la realización de una película. En Bogotá la productora Ocho y medios respiraba tranquila, en Cúcuta mandaba un periodista y al menos sería posible hablar con él, explicarle bien cuál era el alcance publicitario que podía tener un largometraje local, no solamente estaba el hecho de que se estrenara en las salas más importantes del país y de Latinoamérica y Nueva York de que después se editara en DVD para por último empezar su periplo en los canales de televisión. Una publicidad sana que duraría tres años y donde él, tan sediento siempre de las luces de las cámaras, aparecería en el primer crédito, en una leyenda que dijera “Este filme se hizo gracias al apoyo de la alcaldía de Cúcuta”.
El hecho que los gobiernos municipales y departamentales ayuden a financiar una película es algo habitual en España, Chile o Argentina. La gobernación de Antioquia dio 600 millones de pesos para realizar Lo azul del cielo y Santander acaba de darle al reconocido actor de televisión Toto Vega 400 millones para un proyecto cinematográfico.
Donamaris estuvo lejos de ayudar con el rodaje de El último aliento, al contrario desde que en septiembre del 2012 se anunció el proyecto, le dio la espalda. A pesar de la cercanía que tenía con uno de nuestros productores de campo, de que en reiteradas ocasiones se le solicitó al menos una reunión para explicarle bien que alcance tiene una película, como se ve una ciudad a través del ojo de una cámara de cine, de la importancia de limpiar la imagen que se tiene en el interior de Cúcuta donde, hay que afrontarlo, siguen creyendo que esto es un tierrero dominado por los corruptos (Aspecto que en parte lleva algo de verdad), Donamaris simple y llanamente nos cerró las puertas.
Mandó a la secretaria de cultura y al secretario de hacienda a diferentes almuerzos que se realizaron para atraer inversionistas, vinieron a las reuniones innumerables especímenes de su selva clientelista, incluso por su cuenta de twitter el alcalde anunció en repetidas ocasiones el compromiso que tenía su gobierno con la película y hasta se alcanzó a sacar una partida presupuestal.. A las pocas semanas de haberse ido la producción de Cúcuta las promesas se evaporaron. Lo que han venido haciendo es dilatar y dilatar hasta que se cumpla el plazo que dio la ley de garantías y esa sea la excusa perfecta para decir porque la alcaldía no puso un sólo peso en esta producción.
50 millones en un proyecto de 1.300 millones es poca cosa. La película se rodó y en pocos meses se estrenará en la cartelera nacional. Lo terrible es que Donamaris pasará a la historia por no haber apoyado el primer largometraje en cine filmado enteramente en Cúcuta. Cuando se estrene oficialmente y si todavía es alcalde le sonreirá de nuevo a una cámara y dirá que este logro se efectuó justo en su mandato, porque él es un hombre de medios que ha apoyado siempre a la cultura.
Esperemos que la gobernación quien también prometió unos recursos cumpla con su palabra, sobre todo porque ellos han declarado en diferentes medios que ellos ya han apoyado económicamente la película.
Se espera para finales de este mes una rueda de prensa con el director y los productores de la película donde se hablará extensamente sobre las promesas que el alcalde hizo y nunca quiso cumplir.
