Me lo contaron otra vez. Es que a kilómetros de distancia padezco a mi pueblo, Tumaco, a través de las palabras de mi madre, de sus miedos, sus angustias, su negativa a la resignación. Me lo contaron y otra vez apareció el nudo en la garganta y el ardor en los ojos, las lágrimas presurosas a salir.
Pero esta vez no fue la guerrilla ni los paramilitares. No, esta vez fueron las fuerzas antimotines que se han empeñado en ver a los protestantes como sus enemigos. Y el enemigo en esta ocasión fue un niño, pónganle ustedes 11 o 12 años, pónganle Camilo, Andrés o José y dele un rostro moreno. Un niño que acompañaba a sus padres en una marcha contra el Gobierno, contra las políticas agrícolas de este país. Una marcha contra el abandono por parte del Estado, una marcha contra el olvido. “No sentimos vulnerados frente al Estado”, dicen ellos. Y yo les creo.
Y como ha sucedido en el Cauca, parte del Valle del Cauca, Boyacá, Santander, entre otros, a la Policía y al Esmad solo se le ha ocurrido utilizar sus granadas de gas y las lanzan sin misericordia, espantando a unos, mutilando a otros, arrebatándoles la vida a otra tanda.
¿Qué culpa tenía el chamaquito? ¿Por qué tenía que morir él y resultar otro menor herido? Seguramente ni era consciente de lo que estaba sucediendo en su pueblo, Tumaco. ¿Qué estaba haciendo el niño en medio de esa trifulca, bloqueando la carretera que comunica a Tumaco con Pasto?, se preguntarán la mayoría, incluso me lo pregunto yo también. ¿Pero qué hace el Gobierno matando a su gente? ¿Por qué le adjudica a las Farc un crédito que no es de ellas? El pueblo no se alza gracias a los subversivos, el pueblo se alza porque está mamado, porque ya no tiene plata para invertir en producción y que a la hora de vender sus productos no le paguen como se debe. La gente se está cansando de la falta de consideración del Estado, de su falta de respeto. De lo jodidos que nos dejó Samper, Gaviria, Pastrana, Uribe y todos los anteriores. Del engendro de país que está pariendo Santos. Y se nota que el parto no le duele, porque le importa un pito lo que sucede con sus campesinos, esos que dejan el sudor en la tierra sembrando lo que más tarde se sirve en la mesa en la que come él, con su esposa y sus hijos.
La misma crítica va para la gente del Congreso, que al parecer están más preocupados porque les quieren obligar a seguir un periodo más con las mismas camionetas que les adjudicaron hace un par de meses. País alcahueta este que se ha aguantado tanta cosa absurda. Pero, y por fortuna, los campesinos, esos que solemos mirar por encima del hombro porque no tienen un diploma universitario ni conocen Roma o París, esos sí que decidieron salir a las calles, bloquear las vías principales del país y decir rotundamente “ya no más”.
Foto: @jonhtaborda