Cuando el billonario Donald Trump se aburre de estar en su casa, un rascacielos de 68 pisos, con puertas doradas en la Quinta Avenida de Nueva York, aborda su Boeing 757, avaluado $ 100 millones de dólares, equipado con sillas que tienen cinturones de seguridad bañados en oro, y viaja a descansar a su mansión de 58 habitaciones, 33 baños y 12 chimeneas, donde en el pasado Hugh Heffner hizo las fiestas con sus conejitas de Playboy y Ophra Whitney celebró cumpleaños pero donde hospedó a su rival de hoy Hillary Clinton. El campo de golf fue diseñado por Jack Nicklaus, el mítico jugador.
De ser elegido Presidente Trump haría de esta mansión una pequeña Casa Blanca para escapar al invierno de Washington.
Hubo una época en la que Donald Trump no salía de esa mansión, construida en 1924 por la heredera de los cereales Marjorie Merriwather Post, alentado por las amplias autopistas de la Florida en donde ponía a prueba los motores de sus Roll-Royce, su Lamborghini Diablo eléctrico azul y su Mercedes Mclaren que tenía la potencia, con sus 300 kilómetros por hora, de un Fórmula Uno. En la florida se mueve en dos finos Bentleys, uno negro y otro blanco
En 1995, con ganas de cumplir su afán de conquistar el refinado Nueva York, mandó a construir las Trump Towers en el corazón de Manhattan y su casa de descanso, rodeada de bosques, en Bredford en el Estado de Nueva York, que bautizó Seven Springs. En la mansión de 11. 880 metros cuadrados y por la que pagó 12 millones de dólares, viven actualmente su esposa Melania y su hijo Barron. En un principio Trump quería convertir el lugar en un inmenso campo de golf. Los vecinos se opusieron por las consecuencias ecológicas que podría traer el proyecto. A regañadientes, aceptó la decisión y con el tiempo llegó a sentirse tan cómodo en la inmensa casona que la ha convertido en su segundo hogar. Recorre los bosques que lo rodean usando una moto de oro de 24 quilates que le mandó a construir, especialmente para él al equipo de Orange County Choppers.
Uno de sus últimos caprichos fue potenciar su helicóptero Sikorsky S-76 gastando 750 mil dólares enchapando la aeronave con su material preferido: oro de 25 quilates. En él viaja a la propiedad que le compró en el 2011 a la socialité Patricia Klugue en Charlottesville por la que pagó 6. 5 millones de dólares, una verdadera ganga para un hombre que se precia de tener una fortuna de 9 mil millones de dólares. La mansión, de 7000 metros cuadrados, está rodeada por un viñedo y una bodega que Trump compraría un año después por 6.2 millones de dólares.
La ostentación de la que hace gala el magnate le ha hecho ganar cientos de miles de probables votantes en un pais donde se valora el éxito económico como un logro de vida y donde no hay ningún poder a la hora de desplegar la riqueza. En el fondo todo norteamericano añora ser un exitoso Donald Trump quien además encarna el ”sueño americano” como nieto e hijo de inmigrantes consolidó una gran fortuna en tierra americana, de allí que su slogan “Make America great again” haya calado tanto.