Apenas se ingresa al poblado costero de Pedernales, a cinco horas de Quito, la capital de Ecuador, se observa un ambiente desolador.
En cada cuadra se encuentran casas y edificios derrumbados. Hoteles, escuelas y viviendas se vinieron abajo la noche del sábado 16 de abril, cuando un terremoto de 7,8 grados sacudió el país. Es probablemente el sitio más afectado por el fuerte sismo.
La devastación en este pueblo de alrededor de 50.000 habitantes se ve en todos lados. Conversar con sus moradores es saber de su dolor, sus múltiples necesidades y la incertidumbre por lo que vendrá.
Las historias de cómo cada familia afrontó aquel sábado el mayor sismo que ha sacudido a Ecuador desde 1979 se repiten en medio del sufrimiento y la necesidad.
Ahí está, por ejemplo, Flor María Quijigana, de 43 años, quien le comenta a BBC Mundo que en el momento del gran sismo estaba en su casa compartiendo la cena junto con su esposo, hijos y otros familiares.
La tierra tembló fuerte y de manera prolongada, dice Todos en casa de Flor María se escondieron debajo de una mesa. Y la vivienda de dos pisos se vino abajo. En medio de los escombros, vecinos ayudaron a que la familia saliera ilesa."No sé qué hacer. Me he quedado sin nada, y tengo hijos pequeños. Necesito ayuda", implora.
A unas cuadras de distancia, otra mujer llora junto con sus familiares al ver en ruinas el edificio donde su familia tenía su departamento.
En la misma edificación funcionaba un negocio de papelería de la mujer. Y en la parte de atrás de la construcción operaba la escuela de Pedernales, donde estudiaban sus hijos.
De un momento a otro, muchos se quedaron sin vivienda ni medios de subsistencia. De un momento a otro, la mujer y su familia se quedaron sin vivienda, sin fuente de subsistencia y sin escuela para sus pequeños.
"Estamos vivos”, dice la mujer, quien prefiere no dar su nombre, aunque sí comentar su situación. Su rostro no refleja alivio, sino preocupación por no saber cómo se sustentará su familia. Y también por la tristeza de la muerte de varios de sus vecinos.
A una cuadra del lugar, un edificio se cayó y con ello solo uno de los miembros de la familia vecina logró sobrevivir.
En cuanto a la escuela, un profesor murió durante el terremoto. "Y la señora que siempre nos ayudaba con el corte de cabello también desapareció”.
"Ha sido horrible. Sólo puedo decir que estamos vivos (…) Tal vez venga la ayuda, pero luego ¿qué vamos a hacer? Lo perdimos todo. ¿Qué van a comer nuestros hijos más adelante? ¿Dónde van a estudiar?", se lamenta la mujer.
El sonido de las maquinarias levantando escombros es constante en Pedernales, al igual que la sirena de las ambulancias que una tras otra salen del pueblo llevando heridos.
En lo que fue uno de los principales hoteles, un grupo de cubanos esperaba este domingo hasta el anochecer que se encontrara con vida a tres de sus compatriotas que, según ellos aseguran, están bajo las toneladas de bloques caídos.
Florencio Delgado, profesor de Arqueología de la Universidad San Francisco de Quito, le cuenta a BBC Mundo lo que vio al pasar por Pedernales: "Es desolador, la mayoría de las casas están caídas, entre un 70% y un 80%, y las que no están caídas si hay réplicas fuerte se derrumbarán".
"No hay agua, no tienen que comer, la gente está desesperada", añade.
En el parque central de Pedernales es larga la fila formada por personas que buscan víveres y papel higiénico, producto de la ayuda humanitaria que va llegando a la zona.
Una ayuda que por el momento parece insuficiente frente a la gran necesidad en Pedernales y en otros poblados de la costa ecuatoriana.
Tomado de BBC - Paula Mena Erazo.