Ha surgido gran conmoción por la aprobación del matrimonio igualitario en Colombia. Tomándolo por el lado humano, considero que es un positivo y brutal cambio para un país que aún no ha podido entender es un Estado laico, y, por ende, no debe permitirse, de ninguna manera, que se tomen decisiones basadas en un credo religioso que no representa un consenso absoluto, partiendo de quienes observamos la sociedad en su absoluta realidad.
Palabras más, palabras menos, ninguna religión tiene por qué involucrarse en decisiones de Estado (así el engañado “pueblo” reviente de ira, por obras de un populismo barato motivado por los godos).
No obstante, no todo puede ser belleza y felicidad absoluta. Debemos afrontar una realidad ineludible: la comunidad homosexual colombiana no está verdaderamente preparada para convivir en matrimonio, al no representar significado alguno para muchos, la palabra fidelidad. Las personas que me conocen de mucho tiempo atrás han visto cómo he procurado inculcar y mantener esa idea del respeto a la pareja, la fidelidad y el amor.
Pero seamos sinceros. Me atrevo a decir que la décima parte de los homosexuales (indistinto del género) le es fiel a su pareja, y el resto son la contraparte de esos “inocentes” fieles. Sumado a ello el que la mayoría de personas dentro de la comunidad homosexual (de la que orgulloso hago parte, aunque yo sea un bicho raro que tiene sentimientos y predilecciones "a la antigua usanza") no existe respeto entre sus congéneres: prácticamente decir "pasiva" es casi el equivalente a decirle a una persona común y corriente el peor de los insultos.
La escasa fidelidad se manifiesta en el discurso; en aquellos lemas de los que muchos se apropiaron y convirtieron en sus máximas, como por ejemplo "El amor es una M y te hace sentir una M", "¿Para qué serle fiel a una persona que en cualquier momento te va a dejar?", "Vive tu vida al máximo y sin apegos", "¿Para qué quedarte con uno si hay tantos y hasta mejores?", y frases similares, son causantes de la tan notoria inestabilidad emocional de estas fugaces parejas.
Podría dedicar muchas más líneas explicando la problemática que puede existir frente a la idea del matrimonio entre homosexuales, pero ya sería exceder lo usual y simplemente ganarse una blanqueada de ojos. Pero la verdad es que la comunidad homosexual de este país, no está preparada para una vida en matrimonio, pues muchos sienten que la ida de aferrarse a alguien de por vida es sinónimo de suicidio. Celebro que los derechos se concedan a quienes verdaderamente lo merecen, pero pienso con tristeza lo que se avecina.