Escojo este “centro de salud”, como podría haber escogido cualquier otro, de cualquier lugar del país. Sirve de ejemplo. Le he hecho seguimiento desde hace algún tiempo. Todo lo que describo corresponde a la realidad.
En primer lugar, si usted desea que le entreguen una “ficha”, tiene que empezar a hacer cola desde las cuatro de la mañana, así su estado de salud, sus dolores, su inminente riesgo de infarto le avisen que su cuerpo no está en condiciones óptimas de meterse semejante madrugón, en ayunas, lloviendo, y que lo más probable sea que cuando llegue a la ventanilla esté muerto. Si es afortunado le entregan una de las cien o doscientas disponibles.
Pedir una cita por teléfono es imposible. Jamás contestan, y si lo hacen es para decirle que no hay cupo, que vuelva a llamar después. Cuando consigue llegar, le toca esperar a que al médico de turno —los cambian cada dos o tres meses— le dé la gana de recibirlo, si es que va, porque sus ausencias son tan inexplicables como frecuentes. Pero si usted llega medio minuto tarde, así tenga plena justificación, pierde el turno.
Las encargadas (os) de atenderlo en la ventanilla siempre lo hacen con cajas destempladas, tratando mal a los pacientes, muchas veces a los gritos.
Si necesita un especialista, la cosa se pone color de hormiga,
porque en el sitio en cuestión no tienen especialistas de nada,
entonces lo remiten a otra EPS
La atención médica, cuando logra ingresar, es máximo de cinco minutos, y como generalmente el médico es uno nuevo, le toca repetir toda su historia, sin que sea humanamente posible hacer un seguimiento. La entrega de medicamentos es irregular, e independientemente de que esté sufriendo de un cólico renal, un infarto, una isquemia, le recetan acetaminofén. Si necesita un especialista, la cosa se pone color de hormiga, porque en el sitio en cuestión no tienen especialistas de nada, entonces lo remiten a otra EPS, que generalmente queda en el otro extremo de la ciudad y el calvario es el siguiente:
Primera semana: “Vuelva la próxima”. Segunda semana: “En estos momentos no hay especialistas disponibles”. Tercera semana: “Si su médico de turno no la remitió, es imposible acceder a un médico de medicina interna”. Cuando logra llegar a medicina interna, le mandan a hacer una serie de exámenes y después de algunas semanas deciden si le ordenan un electro o la remiten a un cardiólogo.
El laboratorio sí está especializado en coprología —porque lo tratan como a una mierda—. No le dirigen la palabra y solo le entregan papelitos con resultados que muchas veces no son los suyos. Si pregunta algo, le responden a los gritos y con malas maneras.
Conclusión. La atención a los pacientes pobres es nula. Que se mueran. Mientras sacan la ficha, logran llegar al médico, coronar en un especialista, realizarse la radiografía... etc... Mientras tanto las entidades se forran con el dinero de los contribuyentes. Las radiografías las autorizan para quince o veinte días más tarde. Es más fácil pagar el entierro del ser querido, que lograr que le salven la vida o le diagnostiquen su dolencia
Mientras los ministros y responsables diagnostican, prometen y mienten, los pobres se mueren ante la indiferencia de todos. Porque la vida de los pobres vale menos que la vida de los que tienen palancas y chequeras. Monstruosa y triste realidad.
@josiasfiesco