Ya circula entre los bogotanos el anteproyecto del Plan de Desarrollo Distrital, PDD 2016-2019. Este documento, de ser aprobado por el Concejo de Bogotá, será la hoja de ruta de la administración de Enrique Peñalosa. Uno de los elementos más importantes en el análisis del PDD es la política ambiental, ya que su desatención en el país ha influido en la crisis energética, los déficits en agua potable, la mala calidad del aire, las inundaciones y las sequias recurrentes.
Es de preocupación ambiental tanto lo que plantea como lo que omite el PDD, particularmente condensado en el eje trasversal de Sostenibilidad ambiental basada en la eficiencia energética y el crecimiento compacto de la ciudad y los seis (6) objetivos planteados.
Lo que dice:
- Únicamente se destina el 0,6% del presupuesto al eje de sostenibilidad ambiental. (p.372) Si tomamos todos los elementos ligados con el medio ambiente del PDD (Recuperación y manejo de la Estructura Ecológica Principal, ambiente sano, adaptación al cambio climático, sostenibilidad del territorio, gestión de la Huella Ambiental Urbana, entre otros) la asignación presupuestal no supera el 1%.
- Se plantea una revisión y nueva delimitación de la Estructura Ecológica Principal, EEP. El tema preocupa ya que es posición reiterada de la administración no reconocer los estudios científicos que sobre la materia existen, como ha sucedido con uno de sus componentes más importantes, la Reserva Thomas van der Hammen. Por tanto, es totalmente justificado asumir que cualquier iniciativa de esta administración sobre la EEP irá en contravía de los intereses de la ciudad. Además, el indicador propuesto para medir la política de conservación y protección de la EEP es exclusivamente el “número de actos administrativos generados” (p.287) sin plantear medir las intervenciones cuantificables en el territorio.
- Se presenta como objetivo la sostenibilidad del territorio y la adaptación al cambio climático, pero este se reduce a la generación de corredores turísticos y obras civiles de intervención con fines recreativos. La administración confunde de manera intencionada la preservación de la fauna y flora en Zonas de Conservación, con parques y alamedas. Su propuesta de estructurar Parques Ecológicos Distritales en los que hoy son los Humedales de Juan Amarillo, Jaboque, Córdoba, Vaca y Burro (p. 302) es muestra clara de esta peligrosa posición, que obedece a la idea de la administración de convertir todo en un negocio privado. Las Zonas de Conservación se convertirán en parques o alamedas que implican obras civiles y seguramente cobros directos o indirectos a sus visitantes, yendo en contra de toda lógica de conservación existente.
- La descontaminación y recuperación del río Bogotá así como la protección de los Cerros Orientales carecen de un enfoque que reconozca su valor ecosistémico, centrándose nuevamente en la construcción de parques lineales y corredores verdes (p.217). Se trata del desarrollo de obras que le agreguen valor a los proyectos urbanísticos que se buscan adelantar (Ciudad Río, Ciudad Bosa y Ciudad Norte) y de la búsqueda de ingresos económicos con la explotación de las zonas que deberían ser concebidas como de conservación.
Lo que omite:
- La omisión más significativa en materia ambiental versa sobre la Reserva Forestal Thomas van der Hammen. El PDD, en ninguna de sus 374 páginas define políticas ambientales para esta área estratégica y asume a lo largo del documento, al mejor estilo del Presidente Santos, que “la tal reserva no existe”. La Reserva es sustituida por Ciudad Norte, un proyecto urbanístico que busca albergar 1,8 millones de personas (p.216). El cemento reemplazará un área protegida fundamental para mantener un ecosistema sano en la ciudad de Bogotá.
- Aunque hay un objetivo denominado Gestión de la Huella ambiental urbana este se reduce a la disminución de las emisiones de CO2eq, sin referirse a mecanismos puntuales de reducción en la generación de residuos sólidos ordinarios, recolección de basuras y material reciclable. Además, se omite la problemática asociada con el agotamiento del área disponible para la disposición final de los residuos en el Relleno Sanitario de Doña Juana.
- Al referirse al papel que juega el transporte limpio en el tema ambiental, el PDD avergüenza por sus omisiones. Al buscar justificar la ampliación de Transmilenio, se desconoce olímpicamente que la metodología usada para valorar la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (p.310) no soporta comparación alguna con el sistema Metro. En otros términos, si se desea establecer una política real de transporte público limpio y reducción de material particulado, el énfasis debería estar en la puesta en marcha del sistema de Metro Pesado Subterráneo y no en el dudoso BRT-Volvo.
La revisión detallada del documento permite concluir que la administración entrante no presenta una política seria y suficiente en materia de protección ambiental, centrando sus intereses en el desarrollo de infraestructuras que ni armonizan ni protegen la Estructura Ecológica Principal de Bogotá.
Finalmente, con este PDD vale la pena recordar el refran “desde al desayuno se sabe qué va a ser el almuerzo”. Con un anteproyecto tan contrario a los intereses de la ciudad, ya se puede prever lo que vendrá con la modificación al Plan de Ordenamiento Territorial que Peñalosa ya anunció. Todos los que habitamos Bogotá y nos interesa el futuro de la ciudad debemos elevar nuestras críticas contra este plan y presionar al Concejo y a la alcaldía para que promueva un documento que de verdad reconozca los intereses de todos los bogotanos.
@IntiMesias