Cuando sus compañeros de escalada lo vieron caer a un abismo de 18 metros en el nevado del Ruiz , el 2 de marzo del 2006, nadie apostó por su vida. Había caminado esa montaña desde los 12 años y cada 15 días subía trotando los 50 kilómetros desde Manizales a la cima. Era su casa, pero un arnés le falló.
Lo encontraron inconsciente, entre las rocas, sumergido en un charco de sangre que contrastaba con la blancura de la nieve. Un helicóptero lo recogió una hora después. La única preocupación que tenía después de reventarse contra las rocas de un volcán era saber si podía estar en forma para el reto del año siguiente: la cima del Everest. Empezó en 1997 y repitió fallidamente el intento en el 2001. El médico fue contundente, estaba hecho trizas: mandíbula rota, pérdida de la dentadura, trauma cranoencefálico, dos fracturas de pelvis y la pierna derecha en jirones. No sólo no podía escalar el Everest sino que el riesgo de quedar inválido era alto
Desde su cama, lleno de resentimiento, siguió la travesía de sus compañeros escaladores hasta el pico soñado. El accidente le había traído un divorcio y la ausencia de Salomé y Sofía, sus dos pequeñas hijas. La lentitud de su recuperación en la soledad de una pequeña pieza en Suesca lo desesperó. Los fantasmas del alcohol y las drogas, que alguna vez lo rondaron, regresaban furiosos. Diez meses después del accidente, cuando, ayudado por sus muletas, podía caminar, subió las montañas del municipio en donde vivía en Cundinamarca y, frente al horizonte, vio en el abismo la salida a su dolor. Cuando buscaba la fuerza para arrojarse al vacío, tuvo una revelación: amputarse la pierna derecha para liberarse de ese peso inerte.
Apoyado en su única pierna, empezó a hacer un trabajo físico, en la fundación Cirec donde cientos de personas, muchos de ellos soldados, buscaban reconstruir sus vidas con una protesis. Retomó su entrenamiento con el rigor de una disciplina forjada en años para retomar el estado físico que le permitía subir, en bicicleta, el páramo de Letras en dos horas. El 24 de diciembre del 2008 exorcizó sus demonios en el punto más alto del Nevado del Ruiz, desde adonde había caído dos años antes.
El 20 de enero del 2009, Nelson Cardona, acompañado por el Coronel Gabriel Cardona, jefe de expedición, coronaba el Aconcagua, el pico más alto de América. En contravía de las recomendaciones médicas,intentó, por tercera vez, escalar el Everest. El 17 de mayo del 2010 se tomó la foto. Se había convertido en el primer discapacitado en estar allí sin el soporte del oxígeno, y sin las laceraciones comunes de lasprótesis. La epifanía con la que soñó, se nubló con el pavor al descenso
Lejos de pensar que había conseguido la gloria, Nelson, incansable, ambicioso, se empeñó en un nuevo desafío: el pico del Nemangwaki en Indonesia. Completaría así las siete cumbres más altas del mundo: el Aconcagua en Argentina, el Everest en Nepal, el Ebrus en Rusia, el Macizo Vinson en la Antártida, el Kilimanjaro en África. En cuarenta días se sabrá si Cardona conseguirá su meta.