Los únicos hinchas que pueden hacer desmanes sin que se les satanice son los del Atlético Nacional. Ellos pueden amedrentar a los hinchas en las salidas del estadio, pidiéndoles la platica para entrar a ver un clásico. No importa si es en Bucaramanga, Bogotá o Manizales, ahí están Los del Sur, la pandilla más grande de Colombia.
En el clásico contra Medellín, los barras brava verdes se pasaban impunemente a la zona de sus rivales para agredirlos a cuchillo. Lo indignante es que el presidente de la DIMAYOR, Jorge Perdomo, no reportó ningún desmán en la tribuna, para evitar sanciones y así no tener que vérselas con los dueños del fútbol colombiano, el grupo Ardila Lulle, dueños de RCN y del elenco verde de Antioquia. Solo para ellos es la gloria, solo para ellos son las cámaras, los micrófonos, los medios.
Creo que no debe haber alguien más intransigente que un hincha de Nacional que sea uribista. Qué miedo encontrarse con uno de esos señores en la calle, gente al que no le interese el fútbol sino la violencia, el insulto, el saqueo, la agresión. De un tiempo para acá dejó de ser noticia que un bárbaro de éstos, que van, apoyados económicamente por sus equipos, recorriendo Colombia en buses llevando el terror a corregimientos y pueblos, siempre sucios, siempre pedigüeños.
El domingo volvieron a amenazar a la hinchada rival, el Bucaramanga, sin importar que el partido estuviera 7-0. Ahí estaban amedrantando como hacía Chicho Serna y Aristizabal con sus rivales, ganando de paisa, de aventajao, de varón. Uribismo puro. Y ahí están los mismos discípulos de Pablo Escobar, intentando llevar su legado de país paisa a toda Colombia, despreciando a los pobres hinchas de otras partes del país que quieren ser del verde pero son despreciados por los arios de Medellín, por la raza más pura que existe en Colombia.
Celebramos el juego de Nacional, este Nacional de Reinaldo Rueda que juega como los dioses. Lástima que las barras bravas que lo siguen no estén a la altura de su grandeza.