Al no haberse firmado el pasado 23 de marzo el fin del conflicto que ha aquejado a Colombia por más de 51 años, es indudable que hay tres puntos álgidos que serían los que no permiten alcanzar los acuerdos de paz en La Habana como son: la Jurisdicción Especial para la Paz --que busca impunidad--, la concentración de las FARC en algunos puntos del país, y la entrega o destrucción de las armas por parte de la guerrilla. Aunque lo demás no es lo de menos, los aspectos antes mencionados son el meollo del asunto, porque no puede haber ventajas para un grupo armado que por su ideología comunista totalitaria intente ganar todo sin dar nada. Por ello, en los diálogos entre el gobierno y 'narcoguerrilla' no hay que caer en una dilación sempiterna, ya que esa situación solo le convendría a la estrategia de las FARC, que considera a las negociaciones como otra forma de lucha.
Los cabecillas de las FARC tienen que haberse dado cuenta que las condiciones políticas en Latinoamérica han variado, y ya no son las mismas de hace más de tres años cuando comenzaron los diálogos con el gobierno, pues los regímenes del socialismo del siglo XXl o también llamados “alternativos” que abierta o encubiertamente han apoyado a la guerrilla colombiana, han venido perdiendo el impulso que traían, y hoy por hoy están en retirada como sucedió en Argentina con el triunfo de Mauricio Macri, la aplastante derrota que sufrió el chavismo en Venezuela el pasado 6 de diciembre en las elecciones de la Asamblea Nacional, la pérdida del referendo de Evo Morales en Bolivia el 22 de febrero, y por qué no la derrota de la llamada izquierda en Bogotá, lo cual conduce a que políticamente en los actuales momentos a corto plazo no les serviría a las FARC hacer política legal. De ahí a que la banda armada busque ganar tiempo.
Por otra parte, no hay que pasar por alto que las FARC y sus organizaciones proclives, se han ufanado de la lucha social para ponerse al frente de ella y dirigirla. Y eso les ha resultado un fiasco, porque otras fuerzas ubicadas en diferentes partes del espectro político nacional les han tomado ventaja, quedando plenamente demostrado en el Paro Nacional del 17 de marzo, en donde no hubo ningún pronunciamiento de las FARC y los grupos afectos no tuvieron ninguna incidencia.
Sin embargo, según las FARC, no se oponen a fijar una fecha precisa para desarmarse. La 'narcoguerrilla' ha exigido del gobierno el reconocimiento de que hay grupos paramilitares en Colombia que, para los jefes guerrilleros, son un obstáculo en la mesa de conversaciones, siendo su desmantelamiento un requisito de la banda armada marxista para la dejación de las armas. Sin embargo, no hay que olvidar que las estructuras paramilitares fueron desmontadas hace más de 10 años durante el gobierno de Álvaro Uribe y algunos grupos de lo que se conocían como las Autodefensas mutaron a lo que hoy se denomina Bacrim, cuyo principal negocio de acuerdo a las autoridades es el narcotráfico, sin olvidar que es de conocimiento público que las Farc también están inmersas en ese delito.
Sectores de la llamada izquierda han denunciado asesinatos de dirigentes de esa corriente en los últimos meses, por lo cual el gobierno le debe poner mucha atención a la situación; pero es procedente recordar que el inmolado exministro de Justicia Enrique Low Murtra ocupando esa cartera en 1988, denuncio que los asesinatos que en ese momento se estaban cometiendo en contra de los miembros de la Unión Patriótica, eran el resultado de un ajuste de cuentas de capos del narcotráfico en contra de la guerrilla, porque esta les había hecho conejo y como no podían enfrentar a los cabecillas guerrilleros la emprendían en contra de lo que ellos consideraban el brazo legal de las Farc. Entonces la historia no se puede repetir y para lograr el fin del conflicto y no tener tropiezos a futuro, es necesario que la subversión deje sus “negocios” arreglados, pero además el estado debe estar atento para no permitir la violencia por motivos políticos.
Son claras las dificultades que se presentan en las negociaciones de paz en Cuba, las cuales no pueden ser parte de la combinación de todas las formas de lucha como lo pretenden las Farc, porque para una nueva vida política nacional se deben de superar los dogmas, ya que lo que ha sido no tiene que seguir siendo, y aunque la guerrilla no haya renegado del marxismo leninismo, dentro de una democracia participativa como sucede en los países avanzados hay cabida para los diferentes matices, lo que no se puede permitir es la mezcla de armas con política.