“Garantía” es quizás una de las palabras más complicadas de usar en las ciencias sociales.
El comportamiento humano —tanto a nivel individual como agregado— es inmensamente complejo y, en consecuencia, el devenir de la historia es profundamente impredecible.
De ahí que no sea posible diseñar leyes, políticas públicas u otros mecanismos que garanticen —en el sentido estricto de la palabra— que algo ocurra o que no ocurra en la historia futura de una sociedad. La ingeniería social (afortunadamente) parece no ser más que una contradicción en los términos, como el agua seca.
Por eso, cuando en el marco de una negociación para ponerle fin a un conflicto armado y en el curso de un proceso de construcción de paz se habla de garantías de no repetición, la pregunta que surge inmediatamente es, ¿cómo podemos garantizar que la historia no se repita?
Y acá viene el cliché, a ver, todo juntos: quien no conoce su historia…
Pero no, no es tanto que quien no conozca la historia esté condenado a repetirla; sino que quien no la conoce no entiende por qué y cómo se “repite".
No es tanto que quien no conozca la historia esté condenado a repetirla;
sino que quien no la conoce
no entiende por qué y cómo se “repite"
Digo “repite” entre comillas, porque nunca nada sucede de la misma manera en que sucedió en el pasado. Los imperios y las civilizaciones surgen y se desploman por causas diversas, las élites que emergen de las revoluciones fraguadas contra otras élites ostentarán nuevos estandartes para cautivar a sus pueblos, las máquinas y las maquinaciones que expulsaron de la tierra a los campesinos de ayer fueron en algunos sentidos similares y en algunos sentidos distintas a las máquinas y las maquinaciones que los expulsan hoy.
Por eso, en lugar de obstinarnos con la fútil búsqueda de garantías de no repetición, deberíamos más bien empeñarnos en la búsqueda de comprensiones cada vez más sólidas y profundas de nuestras trágicas repeticiones históricas.
Por ejemplo, si en serio no queremos que la historia del exterminio de la Unión Patriótica se repita con los desmovilizados de las guerrillas, deberíamos preguntarnos por qué ocurrió y cómo fue posible que ocurriera el asesinato selectivo y sistemático de miles de miembros de la Unión Patriótica. Y si queremos comprender a fondo esa tragedia, deberíamos también explorar las similitudes y las diferencias que ella reviste con otras infames andanadas de exterminio político ocurridas en Colombia en otros períodos de nuestra historia. Y deberíamos también fijarnos con cuidado en la actual matanza de la que están siendo víctimas los líderes de los movimientos sociales, campesinos, indígenas, de víctimas y de mujeres en todo el país. ¿Por qué se repite? ¿Cómo se repite?
Si en serio no queremos que se repita un conflicto como aquel en el que hemos estado atrapados durante los últimos treinta o cincuenta años, ¿no deberíamos tratar de comprender con mayor profundidad por qué y cómo tuvo lugar, no solo este, sino todos los conflictos que tuvieron lugar hace setenta, cien, y más, y más, y más años? ¿Han tenido algo que ver con estos ciclos infinitos de guerra la estructura de la propiedad sobre la tierra y las dinámicas de despojo y dominio sobre los territorios? ¿Han tenido algo que ver la forma como los colombianos entendemos la política y las reglas bajo las cuales jugamos los juegos del poder? ¿Ha tenido algo que ver nuestro anquilosamiento, nuestra dependencia histórica, en economías extractivas legales e ilegales? Porque si algo han tenido que ver en el pasado, seguramente algo tendrán que ver en el futuro.
Comprender los múltiples juegos de espejos de nuestra historia no es una tarea novedosa, ni fácil, ni de consensos. Hay grandes e interesantes controversias y desacuerdos entre los especialistas que han puesto su mirada sobre nuestro pasado. Pero si la clave que estamos buscando para nuestro futuro es la no repetición de nuestras tragedias, tenemos que tomarnos en serio la búsqueda de una mínima comprensión compartida sobre las causas de los ciclos de violencia que han marcado a nuestro país. Solo sobre esa base podremos construir acuerdos sociales y políticos que nos permitan escapar de nuestro ayer.