Los saludo con un respetuoso afecto de Paz y solidaridad. Les escribo con respeto en mis palabras, pero también con la estupefacción que causa ver y escuchar cómo mueren los niños y niñas de la Guajira, particularmente aquellos que viven en las rancherías de la Etnia Wayuu.
Hasta hoy van catorce mil. Sí, estimados artistas, 14 mil (y sumando) pequeños indefensos que se han perdido para siempre. A su vez, se perdió para siempre la posibilidad de tener entre nosotros un nuevo Diomédes Díaz o un nuevo Romualdo Brito o Rafael Escalona que siguieran dándole vida al vallenato, ese ritmo que hoy la UNESCO llama a proteger pero que paradójicamente la base histórica y cultural de ese género esta cada día en vía de extinción.
Por ahora señores artistas, solo piensen que ellos son los 14 mil asistentes al último concierto de alguno de ustedes. Sé que aglomeran más que eso, pero ¿14 mil niños y niñas no es bastante para ustedes?
No les quiero recordar el porqué del asunto, no les voy a hablar de lo que ha sucedido con los recursos hídricos de la región --particularmente lo que sucedió con el río Ranchería-- y tampoco les hablaré de los políticos corruptos que son elogiados en sus canciones, ni del Cerrejón o del Gas que llevan desde 1984 explotando la región, y las regalías que no se ven por ninguna parte. Tampoco tendré en cuenta ni las riquezas marinas de la zona y mucho menos del contrabando que viene de Venezuela. En todo caso ese no será el punto central de mi mensaje.
Les escribo porque me encuentro atónito al ver cómo la comunidad artística vallenata se encuentra en una actitud impávida ante la terrible situación no solo del momento critico del medio ambiente que los rodea, sino que también, del exterminio sistemático al que están siendo sometidos los Wayuu.
Ya ni siquiera en las canciones vallenatas se refleja lo que sucede en la Región Caribe colombiana, ni con los Ríos y mucho menos con los niños, ahora solo se habla de la yuca y la taja, o de los engaños amorosos y algunos más exitosos hablan de "la corriente filosófica del glu glu glu".
Quiero mencionarles que no tengo sentimiento adverso contra ustedes, aunque tengo mis preferencias, es normal, aunque tengo que decir que sí me incomoda los gritos de apología al paramilitarismo de poncho Zuleta y su ya conocido “ viva la tierra paramilitar” y además de esa imagen de paramilitar o de mercenario americano que ha vendido Silvestre en su éxito la 9 Batalla. Pero bueno, es su estilo, su forma de hacer marketing o quizás usted, señor Silvestre, no es más que el reflejo de lo que se convirtió Colombia.
Caros artistas: les escribo porque es que me resulta increíble creer que ustedes tengan la capacidad económica, logística, humana y artística para organizar un mega evento en solidaridad con los wayuu y sus niños, y ni siquiera la curiosidad los haya atacado para regalarles un carro tanque de agua potable, o unos bultos de arroz, o al menos unos cuantos chivitos de sus fincas, que no creo los vaya a empobrecer. En últimas, esa solidaridad la pagarían los asistentes a sus conciertos; ustedes solo regalarían 5 cancioncitas y no creo que se vayan a empobrecer con esto. Al contrario, ustedes saben bien que ese solo magnifico acto de solidaridad les cuadriplicaría las ventas a nivel nacional y mundial.
Hasta ahora, señores artistas, ustedes siguen ajenos a esta situación. Quizás siguen creyendo que es culpa del Fenómeno del Niño o quizás pensarán que los wayuu son flojos, y que si se están muriendo es por su misma culpa. Ante eso tendría que decirles que los wayuu y los campesinos de la región son el alma, corazón y vida de esa región, por no mencionar que históricamente son los dueños ancestrales, no reconocidos, de esas tierras y como dice la canción de Romualdo Brito “ yo soy el indio guerrero que supo defender a la patria, quiso respetar su pueblo del extranjero con flecha y el hacha”¿ Y entonces, ahora todos ustedes los abandonan?
Les digo, destacados artistas vallenatos: si los campesinos, los wayuu, los kogui, los tayrona y los indios nativos de la región de la Sierra Nevada de Santa Marta desaparecen, el vallenato también debe desaparecer, porque ellos son la base histórica, cultural y social de este genero. Y no se les olvide esa canción Yo soy el indio que hizo famosa Diomedes Diaz en el año 1978 y que hoy aún sigue vigente. “ No hay colegio pa'l estudio, ni hospital pa los enfermos, todavía andamos en burro y cayuquitos de remo ”.