El deporte de alto riesgo de los estudiantes pobres es tirarle piedra a la policía. Al menos eso parece. Cuando tienen la oportunidad de demostrar que se puede protestar con imaginación, que la indignación de la izquierda es más legítima que la de la derecha, aparecen estos vándalos a pintar, con sus horrendos garabatos, los estribillos mamertoides que se usan desde los remotos tiempos en los que José Obdulio Gaviria era mamerto.
Qué pena que los manifestantes, esta vez tenían todo para tener el apoyo unánime de los que no salimos a marchar –Con un presidente como Santos como no hacer un paro- pero otra vez, por querer votar un poco de adrenalina, hayan vuelto a dejar pintadas consignas tan vacías como “Nuestras huellas reflejan lo que somos y lo que fuimos” si hay que juzgarlos por estas huellas podemos sacar la conclusión que nunca van a dejar de ser lo que son: unos vándalos que son capaces de dañar un mármol centenario sólo por placer.
Que miedo que alguno de estos llegara al poder. Acabarían con todas las iglesias de la séptima y las convertirían en piscinas térmicas, como hicieron los soviéticos por orden de Stalin con los hermosos templos ortodoxos de Moscú. Estos son los que creen que la educación en Venezuela es mejor que la de Colombia sólo porque los niños reciben gratis cinco cursos seguidos de Pensamiento de Chávez en Tiempos Globalizante.
No, deberían llenar de flores la plaza de Bolívar, liberar a los pocos animales que le quedan al circo de los hermanos Gasca, pintar poemas en la calle en donde se vislumbre la caída del sistema, pero poner, por milésima vez, fuera la bota familiar, revela el poco bagaje, cultural, la cobardía y la nula imaginación de nuestros mamertos