Si llueve, no paran por más que uno tenga el pecho roto por una puñalada. Si hace sol, les revienta la cabeza tener que pensar en atravesar la ciudad para hacer una carrera. No les gusta si es lejos porque pierden carreras, y ponen mala cara si es cerca porque no es negocio moverse por la mínima.
Si por algún milagro deciden detenerse y llevarte, mejor prepárate para la tortura. El vallenato puede tener unos decibeles altísimos; la ranchera o el reggetón pueden enloquecerte. Y trata de decirles que le bajen el volumen, trata de insinuar que va muy rápido, intenta reconvenirlos porque conducen mientras están pendientes del WhatsApp. Los taxistas en Bogotá, qué duda cabe, son el gremio más odiado y uno de los más peligrosos de todos: se toman la justicia propia cuenta.
Son los dueños de las calles y de las vías. Manejan a su antojo los bocinazos y el acelerador. Todos son culpables de sus desgracias: los peatones que se atraviesan, los SITP que le quitan clientes, los pocos policías de tránsito que se pueden atravesar en el camino. Y pobre de aquel que llegue a tener un altercado vial con ellos: aparecen entre las ramas de la selva de cemento en gavilla, con pata’e cabra en la mano, mostrando la hermandad paramilitar que han formado para defenderse del ciudadano común y corriente.
Las administraciones públicas le tienen miedo: ni siquiera Petro tuvo las agallas para enfrentarlos, Peñalosa mucho menos. El poder de Uldarico y su corte de ‘parataxistas’ es incontenible y asusta hasta al alcalde turno.
Por eso hoy nuevamente se tomaron la ley por su propia cuenta. A pesar de que hay un decreto que regula el servicio de Uber, ellos decidieron salir a la calle a protestar a su manera: agrediendo a su competencia y los usuarios que quieran recurrir a otro servicio diferente al de los amarillos.
Bloquearon la Avenida Primero de Mayo con 30, la autopista norte con 92, la 68, la Avenida El Dorado con ciudad de Cali, la calle 63 con carrera 60, la Avenida Caracas desde la 62 con 76 y las Américas están bloqueadas por el Paro que ellos están haciendo solo porque no quieren que los eficientes de Uber les planten cara e intenten disputarles el monopolio que ha establecido, desde hace 30 años, Uldarico Peña, el rey de esta selva, en Bogotá.
El ESMAD a 100 metros de los taxistas enfurecidos
El ESMAD ha llegado a este punto y se limita a ver. Hasta ellos les temen. Los pocos agentes que están allí solo observan, con temor, lo que los atrevidos taxistas pueden hacer. Ellos son los únicos que están facultados para cerrar las calles; sólo sus causas son las que deben importar porque los taxistas son los primeros si hay una protesta del sector de la salud o la educación. Se les sale el ‘uribismo purasangre’ cuando ven un movimiento social en acción.
Hoy es un día para que los ciudadanos nos levantemos y pidamos que este cáncer se termine de una vez por todas. No puede paralizarse la ciudad porque un monopolio se sienta amenazado y luche por perpetrarse.
